- JOSÉ RAMÓN ITURRIAGA
A punto de terminar el año y cerrar con uno de los mejores comportamientos de la Bolsa española en mucho tiempo, merece la pena repasar las razones detrás de estas rentabilidades tan destacadas y analizar si siguen o no vigentes de cara a 2026.
La primera reflexión es saber de dónde venimos. Aunque las subidas de los últimos años puedan eclipsar lo que ha pasado, importa recordar que venimos de un periodo extraordinariamente malo y que ha durado mucho. Estos años largos y oscuros no fueron inocuos ni para la economía ni, lógicamente, para los activos financieros españoles. En términos macroeconómicos, en estos años la estructura económica española se ha transformado de arriba abajo, sentando las bases para un crecimiento más sólido y sostenido como ahora veremos. Y en lo que respecta a los mercados, los activos españoles o muchos de ellos han sido durante este periodo la piñata del mercado, lo que provocó que salieran por completo del radar del inversor y que hoy todavía no hayan vuelto a tener el peso que les corresponde por méritos propios.
La economía lo está haciendo bien porque básicamente ya le tocaba y, lo que es mucho más importante, lo hace sobre unos cimientos mucho mejores.
Los vientos de cola en el ladrillo y el turismo han cogido a la economía española con unos niveles de endeudamiento del sector privado históricamente bajos. Familias y empresa se han desapalancado en casi 80 puntos de PIB en los últimos años. Hoy la deuda privada dista mucho de ser un problema y lógicamente eso tiene su reflejo en los buenos datos de solvencia de la banca. Además, el no haber puesto un ladrillo encima de otro en muchos años ha provocado un desequilibrio entre la oferta y la demanda de viviendas, que, en clave macro, se traduce en más crecimiento económico a futuro.
Al ladrillo hay que sumar la fortaleza del turismo y un motor de crecimiento nuevo: el sector exterior. La balanza de pagos se ha dado la vuelta estos últimos años y hoy el peso de las exportaciones en el PIB es mucho mayor que antes de la crisis. Hay que destacar los servicios no turísticos que han cogido muchísima tracción estos últimos años. Hoy crecemos con superávit por cuenta corriente, que es algo que tiene muchísima importancia.
Por lo tanto, la economía lo está haciendo bien y lo va a seguir haciendo igual de bien -estamos todavía en la primera parte del partido-. Las reformas estructurales que se han producido estos últimos años como consecuencia, sobre todo, de lo larga que ha sido la digestión de los excesos, han sentado las bases para un ciclo económico en España más sólido y con mayor proyección.
Si, además, a los vientos de cola que acabamos de describir de forma muy somera, sumáramos una política fiscal sensata -la que, por ejemplo, esbozaba Alberto Nadal en estas páginas hace unos días-, podríamos estar hablando de un superciclo económico sin precedentes.
La recuperación de la economía lógicamente se está trasladando a la micro como hemos visto en las últimas publicaciones de resultados. Y esta mejora de los resultados va a continuar. El mejor ejemplo probablemente lo encarna la banca. Los resultados han recuperado mucho pero lo van a seguir haciendo. De hecho, difícilmente podríamos encontrar un entorno mejor para la cuentas de la banca. Economía creciendo, tipos estables, balances expandiéndose por primera vez en mucho tiempo...
Se nos había olvidado lo agradecidos que son los bancos cuando las cosas van bien y todavía más tras la radical transformación del sector en los últimos años.
La reducción del número de jugadores no cuenta con precedentes y eso tiene su lógico traslado a la rentabilidad una vez que el ciclo se ha dado la vuelta.
Por su parte, las valoraciones siguen siendo atractivas. Los bancos a diez veces beneficios están baratos en un momento en el que además los resultados van a seguir subiendo y el mercado está dispuesto a pagar un múltiplo más alto por los mismos.
Pero probablemente es el universo de compañías medianas donde las oportunidades son mayores. Muchas de estas empresas que son líderes en sus respectivos sectores están cotizando muy cerca de los múltiplos a los que solo las hemos vistos cotizar en circunstancias extraordinarias, múltiplos que podríamos llamar de colapso. Los bancos desde estos niveles no van a duplicar o multiplicar por tres o cuatro como han hecho estos últimos años -el potencial desde los niveles actuales es menor-, pero hay otras opciones que sí podrían optar a esas revalorizaciones a medida que vayan entrando en el radar del inversor.
Por último, la exposición a Bolsa española sigue siendo muy baja, por lo que los flujos deberían acompañar. Como nos demuestra la experiencia, el buen comportamiento se retroalimenta, dinero llama a dinero.
Así las cosas, la Bolsa española este año lo ha hecho bien y el que viene no tiene por qué hacerlo peor.
De hecho y como hemos repasado en esta breve nota, lo que no hay son razones para no invertir en ella. La tendencia es su amiga, aprovéchenla.
José Ramón Iturriaga es gestor de fondos de Abante
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