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Este es un libro muy extraño. Es difícil ser objetivo a la hora de juzgarlo y evaluar sus méritos, aunque pensándolo bien, a lo mejor no es la misión del crítico juzgar ni evaluar nada. Quizá lo fue tiempo atrás, no lo sé.
El libro de Yeager se alinea claramente en la moderna escuela del siniestro y del espanto en la que podemos incluir nombres tan variados como los de Bolaño, Palahniuk, Mariana Enríquez, Sara Barquinero o Anna Starobinets.
Son autores que parecen ir en busca de la historia más horrible jamás contada. La de Yeager podría estar entre las ganadoras de esa extraña competición.
Nos encontramos ante un libro que es pura desolación. En cierta ocasión, Vila-Matas afirmaba que una de las características de la novela moderna, de la novela que a él le interesaba, era algo así como la «descripción de un paisaje moral en ruinas». No conozco paisaje moral más en ruinas, libro más oscuro y desesperanzado que esta 'Amigdala-Trópolis'.
El libro se divide tipográficamente en tres partes. Las que están en cursiva son párrafos llenos de imágenes surrealistas violentas y desoladas. Las partes en redonda corresponden al cuerpo narrativo del libro, aunque la verdad es que el desarrollo narrativo del libro es prácticamente nulo, no sabemos si porque el autor no deseaba contar una historia «en el sentido tradicional» (es decir, una historia) o porque no tenía mucha historia que contar.
El grueso del libro lo constituyen una serie de transcripciones de las entradas de un foro de internet situado en la 'deep web'. El protagonista del libro, del que solo conocemos su 'handle', /1404er/, es un 'hikikomori' que vive encerrado en su cuarto y se pasa el tiempo dentro de este foro, cuya temática es la violencia, los suicidios, las escenas de tortura, los descuartizamientos, etc. Horrores indescriptibles que incluyen escenas con niños y que causan dolor leerlos.
res parece haber sido abolida por completo
La amígdala es la parte del cerebro que procesa las reacciones emocionales. En el caso de nuestro protagonista, toda capacidad de empatía o de relación con otros seres parece haber sido abolida por completo. Ni siquiera le interesa la pornografía, que al fin y al cabo tiene algo que ver con el placer. Su madre se acerca a su puerta y le ruega que abra y que le deje verle aunque sea unos instantes. Él se aparta como con asco. No siente nada. No le importa nada.
El problema de la obra de Yeager, para mí, es que su protagonista no es solamente un 'hikikomori' con ciertos síndromes, TOC o manías, sino una persona que sufre un trastorno mental tan severo y una deshumanización tan absoluta que nos resulta difícil sentir que su historia sea representativa ni de una actitud, ni de un mal social, ni de una época. Es una denuncia salvaje de los efectos que la tecnología está teniendo en nosotros. Quizá demasiado salvaje.
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