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Cuando uno abre 'Insurgentes', el último libro del crítico de ABC Cultural y exministro de Cultura César Antonio Molina editado por Erasmus, se asoma a un friso donde nos hablan grandes intelectuales de la historia. En conjunto forman la columna vertebral de la cultura ... occidental. Pero al acercar la lupa veremos que el autor ha destilado de cada uno de ellos una esencia especial, de esas que solo dan una vida de lecturas y de acción, de contemplar el mundo y caminarlo con libros al hombro, como mandaba Stevenson.
Molina dice que ha escrito 'Insurgentes' de memoria y se nota una soltura de conversación en las frases, en los capítulos. Pero sobre todo hay un inconformismo en la mirada: el libro está lleno de paradojas irresolubles que son un festín para el lector: el racismo de Arendt, la filiación soviética de Bauman…, y hay incluso un invitado verdaderamente inesperado. Se lo comentamos.
-¿Por qué ha incluido a Alexéi Navalni entre este cúmulo de filósofos e intelectuales de la historia de Occidente? Él, fundamentalmente, no escribía.
-No es un escritor, digamos, físico, pero han escrito sobre su piel, sobre su mente, lo han destrozado. Es un héroe que ha escrito poco, sobre todo manifiestos, pero su entrega, su falta de miedo ante la muerte, su destino final de resistencia al poder de Putin lo enaltecen en este mundo.
-Claro, viene a justificar el final de un viaje que comenzó en Grecia, con Sócrates. Es la prueba evidente de que, habiendo pasado siglos, la relación entre los intelectuales y el poder no ha variado, es mortal en la mayoría de los casos, y violenta, mortal y violenta. Y Sócrates y Navalni, aunque hayan pasado dos mil y pico años, en realidad es la misma historia. La misma historia.
«El intelectual no es propiedad exactamente de la izquierda, pero la izquierda se ha movido con mayor facilidad y ductilidad para contrarrestar sobre todo el poder totalitario de la derecha»
-Es triste que en la evolución de los siglos no hayamos sido capaces de entendernos, comprendernos, permitir las opiniones de los demás, excepto en las democracias. Pero es que las democracias están hoy en su punto de mayor caída. Y no hemos sabido resolver eso. La violencia sigue siendo algo que se impone al saber, al conocimiento, a la reflexión, a todo.
-¿Qué es entonces el compromiso del intelectual? ¿Cuál es su compromiso, ya que usted ha sido intelectual y ha estado en el poder, como ministro, además?
-El compromiso significa arriesgarlo todo en los momentos más difíciles. Arriesgarlo todo es, en los sistemas más violentos, la vida. Y eso lo hemos visto hasta hace cuatro días. En las dictaduras de un lado y en las del otro. No todo el mundo está dispuesto a escribir contra el poder para tratar de que rectifique aquellos errores que está cometiendo. Que alguien le diga: no deberían hacer eso porque no cumplen las leyes, la ética, la moral. Y de forma gratuita, porque un escritor no cobra como sí los funcionarios que le persiguen.
-Pero el compromiso se adjudica a la izquierda. ¿Y si la izquierda es el poder?
-El intelectual de izquierdas se supone que la mayor parte de las veces está comprometido contra un poder de derecha o centro derecha o totalitario de derechas. Hay el compromiso de intelectuales de derechas, pero no puede confundirse el compromiso con justificar el poder. Las asociaciones de escritores soviéticos vivían, cobraban, repartían las traducciones y estrenos. Por ejemplo, a Bulgakov no le pegaron cuatro tiros, pero Stalin preguntó: ¿de qué vive? De las traducciones, y se las quitaron y acabó tirado en las calles de Moscú. Por lo tanto, lo del intelectual no es propiedad exactamente de la izquierda, pero la izquierda se ha movido con mayor facilidad y ductilidad para contrarrestar sobre todo el poder totalitario de la derecha.
«Tenemos una ministra que dice que la memoria en educación no vale para nada. La ministra Alegría, que da tristeza, solo con oírla hablar da tristeza.»
-¿Cómo ve a los intelectuales en España hoy?
-Yo creo que el intelectual está en peligro de extinción, como el lince ibérico. Hoy criticar al poder es muy difícil. Al otro lado hay novecientos asesores que te dan la vuelta a la crítica. Te enfrentas a todo el poder de la hacienda pública que actúa de poder político también.
-En el caso de Conrad, todo lo que contó sobre Rusia hace 100 años, no se ha dejado de cumplir. Sus textos podríamos publicarlos como comentarios de la actualidad. Conrad se exilió. Aristóteles se fue porque no le nombraron director de la escuela, pusieron en su lugar a un tonto. El intelectual en España también es heroico, porque todos los poderes desde los Ayuntamientos te eliminan. Todo eso va unido a que la universidad está en quiebra.
-Muchos males nos afectan, es fallo multiorgánico.
-Tenemos una ministra que dice que la memoria en educación no vale para nada. La ministra Alegría, que da tristeza, solo con oírla hablar da tristeza. Que no vale para nada, que los estudios permiten relacionarse con la gente, pero que el saber es una antigualla. La cultura cada vez tiene menos fuerza contra el poder. Igual que la prensa.
-Aunque somos gente muy resistente, es una batalla perdida, pero incluso durante la época de Franco, con la represión y con todo, luchábamos con ilusión y ganas. Hoy todo eso ha ido en retroceso, por el retroceso educativo del país. Ni las universidades americanas se han librado, tomadas por el wokismo.
-El poder se ha dado cuenta de los frentes de batalla que había descuidado. Y ahora sí le interesan porque con este capitalismo salvaje y gente como Trump, necesitan tenerlo todo. Necesitan que nadie critique. Es un totalitarismo social.
-'Insurgentes' planta batalla contra las simplificaciones asumidas. El caso Valéry, el racismo de Arendt, el servicio comunista de Bauman.
-Claro. ¿Qué hacemos con Valéry? Que no encaja en ningún lado. Es un maestro para mí, pero hay que saber en medio de qué se encontraba. Valéry es un civil que está a caballo entre De Gaulle, que dice: yo me largo, y Pétain que dice: oye, esto está perdido, tenemos que mantener la idea de Francia, y cae en el colaboracionismo. Valéry tuvo la suerte de morirse. Hay que entenderlos en su contexto. A Hannah Arendt la he leído tanto. Pero hay que explicar que Hannah Arendt es muy contradictoria, sus ideas sobre la segregación, terribles. Tenemos que aceptar que la gente hace cosas válidas y cosas que no son válidas.
-No podemos juzgar a otras personas que han vivido otras épocas. Bauman estudió en la Unión Soviética. Tuvo cargos importantes en la Polonia comunista. Era judío y viajó a Israel, pero le parece aquello un horror. Y están sus padres, están sus hermanos. Y se vuelve a la Polonia Soviética. Y de ahí, como última idea, va a Inglaterra. ¿Cómo lo juzgaríamos? Bauman es para mí clave para entender el mundo moderno. Lo que nos está pasando. La retrotopía, que es su último libro.
-Esa manía de juzgar el pasado desde el presente para que nos dé la razón.
-Nuestra generación ha vivido los mejores años de la historia. No sé si de la humanidad. Nosotros no podemos juzgar a unas personas como aquellas. En realidad, a nadie del pasado.
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