La gente sostiene una gran bandera nacional de Venezuela durante una procesión de antorchas para honrar a María Corina Machado, en Oslo, Noruega, el 10 de diciembre de 2025. Reuters
América Caracas celebra el Nobel de María Corina entre susurros por miedo a la represión: "Arriesga su vida por nosotros"No todos comparten el entusiasmo. Varios jóvenes entrevistados por EL ESPAÑOL admiten que no sabían de la llegada de la líder opositora al país nórdico y le restan importancia: "¿Ella todavía existe? Si hizo mucho ruido y después, nada".
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Tideo Hernández Caracas Publicada 12 diciembre 2025 02:50hLas claves nuevo Generado con IA
María Corina Machado recibió el Nobel de la Paz en Oslo, con celebraciones de la diáspora venezolana en varios países, mientras en Caracas el ambiente es de silencio y temor por la represión.
En Venezuela, el miedo a represalias del régimen de Nicolás Maduro hace que muchos ciudadanos solo se expresen en voz baja sobre el premio y la figura de Machado.
La sociedad venezolana muestra posturas divididas: algunos ven a Machado como símbolo de lucha por la democracia, mientras otros restan importancia al premio o critican su postura política.
La presencia de cuerpos de seguridad y la vigilancia en Caracas refuerzan el clima de miedo, impidiendo manifestaciones abiertas de apoyo a Machado en el país.
Cuando María Corina Machado apareció en Noruega para recibir el Premio Nobel de la Paz, las demostraciones más espectaculares se observaron en los países a los que habían emigrado sus compatriotas.
Oslo fue uno de los puntos de reunión en los que los venezolanos se manifestaron a favor del galardón concedido a la líder de la oposición venezolana, sumándose a los de Perú, Chile, Francia, Alemania y otros países donde se realizaron concentraciones de los emigrados caribeños, que superan los nueve millones según un estudio del Observatorio de la Diáspora Venezolana.
María Corina Machado llegó a Oslo con ayuda de aliados del chavismo y a través de una base de Estados UnidosSin embargo, las calles de Venezuela han guardado silencio, con apenas algunas de las marchas que ordena el régimen de Nicolás Maduro para movilizar a la población en contra de la presencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos en el mar Caribe, que hasta ahora han acabado con la vida de alrededor de 87 supuestos narcotraficantes.
Maduro, investido como presidente tras un fraude electoral en julio del año pasado, ha tildado a Machado de “fascista, criminal, nazifascista y asesina” en una de estas demostraciones, en las que entonó eslóganes a favor de la paz, no sin antes amenazar al “imperio norteamericano” de “partirles los dientes”.
A pie de calle, los ciudadanos de Caracas se expresan en voz baja, con miedo de que una persona afín al Gobierno chavista les denuncie y sean apresados y torturados como ha ocurrido con los 893 presos políticos que mantiene el régimen, según datos de la organización Foro Penal.
Es la misma estructura de vigilancia interna que evadió María Corina Machado al salir del país en barco en una ruta hacia Curazao antes de dirigirse a Noruega.
“Es una prueba más de la delincuencia de este Gobierno criminal”, dice un hombre de 86 años en el centro comercial Líder, uno de los edificios que marca el punto de separación entre Petare, la barriada más grande de Latinoamérica, y la zona de los Cortijos, relativamente afluente. “Es maravilloso que le hayan dado el Nobel a María Corina porque es una gran mujer, pero no está bien y no debería ser así que tenga que moverse así para escapar del país”.
Otra mujer, que camina con apuro entre tiendas, destaca que el ritmo de la vida en la capital le deja poco tiempo para informarse, pero afirma que se siente animada por el curso de acción de Machado.
“Apenas he podido ver lo que dijo la hija, que habló muy bien”, dice, refiriéndose a Ana Corina Sosa, que recibió el premio en nombre de su madre antes de que esta llegara a Oslo, y añade: “María Corina tenía que salir para defender lo suyo, lo nuestro, que es la democracia del país, y puede ser que no haya podido salir antes para poder despistar a los que la persiguen. “Ella está arriesgando su vida por nosotros, los venezolanos”, explica.
Pero no todos comparten este entusiasmo. Varios jóvenes entrevistados por EL ESPAÑOL admiten que no sabían de la llegada de Machado al país nórdico y le restan importancia.
Un chico afuera del centro comercial señala que los venezolanos “deberían aceptar que Maduro sigue en el poder, aunque haya perdido las elecciones y trabajar juntos para enfrentar los problemas de todos, como los precios altos y la calidad de vida, en vez de pelear por política, que podría llevar a la guerra donde van a morir niños”.
María Corina Machado en su aparición en Oslo después de que su hija recogiera por ella el Nobel de la Paz. Heiko Junge EFE
EEUU divide a los venezolanos
Afuera del Parque Generalísimo Francisco de Miranda, también conocido como Parque del Este, unos adolescentes se expresan con mayor desdén: “¿Ella todavía existe? Si hizo mucho ruido y después, nada”, exclama uno. “Nosotros tenemos que enfocarnos en nuestros estudios, no estar pendientes de la política”, responde otro.
Un hombre que empuja un carrito con dos cavas llenas de refrescos resume el sentimiento de varios: “¿Para qué voy a seguir yo esta situación si nos volvemos locos? Lo que tengo que hacer es trabajar”.
Dentro del Parque del Este, lleno de vegetación que anima a los visitantes, se encuentran personas que no saben que concuerdan en sus opiniones respecto a Machado, a pesar de pertenecer a posiciones opuestas en el espectro político.
Alfonso, que declara bajo pseudónimo, se ha vestido para hacer ejercicio en el parque, con pantalón corto y gorra, pero disfruta de un cigarro que mancha su bigote. “El Premio Nobel de la Paz es incompatible con la promoción de una intervención extranjera violenta, esa no puede ser la solución”, dice entre toses, sin llegar a justificar al “régimen oprobioso y represivo”.
Por otro lado, Jaime, que pasea entre los árboles con una botella de agua que cuelga de su cuello, no se corta al describir a Machado como “ese ser nefasto que ha nacido para dañar al país”.
“El Nobel es una herramienta para defender al imperio decadente de Estados Unidos”, dice, declarando la sorpresa que le produce que los de su barrio no concuerden con él y apoyen a la opositora. “Que diga que la vigilan es un show mediático, pero nuestro Gobierno no puede dejarla seguir porque sigue haciendo daño y no puede perseguirla más porque los Estados Unidos justificarían sus agresiones y crímenes de guerra en el Caribe, aunque sí deberían meterla presa”.
Rosana, que se pone una sudadera para prepararse para subir el cerro Ávila, justifica las acciones de EEUU que defiende Machado: “Maduro ha tenido mil oportunidades de diálogo para ponerse de acuerdo a las buenas, y si María Corina apoya la situación de los barcos, es porque parece que no queda otra opción para defender la paz y la democracia en una situación tan difícil”.
Al hablar de las personas que se desentienden del proceso político, los califica de “hipócritas que apoyan al Gobierno cuando les llega el bono de la comida”. “Pero vas a ver cómo se posicionan todos con María Corina cuando caiga el Gobierno”, vaticina.
Machado ha explicado que su equipo cuenta con un plan de estabilización con una serie de acciones para las primeras 100 horas y otra para los primeros 100 días, pero hasta ahora no ha detallado en lo que planea hacer con los funcionarios y miembros de las fuerzas armadas y de seguridad fieles a Maduro.
Maduro intenta reprimir las protestas de Venezuela, que dejan ya 11 muertos, y pide cárcel para MachadoMiedo y silencio
Plaza Venezuela es uno de los puntos más céntricos de Caracas, a poca distancia del Palacio de Miraflores, sede del Gobierno de Venezuela, el Centro Nacional Electoral (CNE), que facilitó el fraude electoral al no presentar los registros de votación y pasó la responsabilidad de declarar al presidente al Tribunal Supremo de Justicia, y la Universidad Central de Venezuela, cuyos estudiantes protagonizaron varias de las protestas reprimidas cruentamente por los militares, la policía y los colectivos paramilitares del chavismo. Alrededor de su fuente pasan varios venezolanos, algunos de los cuales se sientan a descansar o a comer.
Graciela, que prefiere esconder su nombre real, fuma un cigarrillo dándole la espalda a la fuente. Mientras habla, no deja de lanzar miradas a varios Guardianes de Caracas, un cuerpo de seguridad creado recientemente, que vigilan la descarga de asientos para un evento. “El Nobel fue ganado en buena lid, María Corina ha representado bien a todos los venezolanos y es una injusticia que tenga que esconderse en un Estado supuestamente libre”.
Cuando habla de las elecciones, duda, usa eufemismos. “Ojalá se pudiera… concretar lo de las elecciones, mira que ya haría falta… un cambio”, dice. Cuando uno de los uniformados con sobrepeso se dirige a un puesto de comida cerca de su asiento, Graciela se levanta y se va.
Sentado a la sombra de una grúa, Yéiber prefiere no expresar opinión alguna. “A uno le da miedo, y yo no sé quién está grabando o a quién le va a decir un desconocido lo que digo yo”, dice, agitando la mano con un gesto despectivo.
En cambio, Brayan se levanta para explicarse. “Si el premio hubiera sido aquí, ella no podría haberlo recibido porque ahí están los malos que la quieren agarrar”, dice, señalando a los guardias nacionales de uno de los edificios del CNE, que portan armas largas y gestos de aburrimiento.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla sosteniendo la Espada del Perú. Miguel Gutiérrez Efe
Ellos son el motivo por el que “ella no puede trasladarse como tú o como nosotros, con nuestra grúa. Aunque no deja de señalar que “ella es política, como todos los demás”, afirma que la apoya. “Pero en realidad lo que quiero es que la gente que hay ahí se vaya”, dice.
Ni los guardias nacionales ni los guardianes de Caracas lo escuchan, están demasiado lejos, y Brayan puede seguir riéndose sin que lo molesten.