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La selección femenina de voleibol paralímpico de Ucrania, durante una de sus sesiones de entrenamiento en el pabellón de Nerja. E. CABEZAS Del miedo en Ucrania a la calma de Nerja: el refugio de la selección paralímpica femenina de voleibolEl equipo, con una de sus jugadoras amputadas por la explosión de una granada, prepara el Mundial de 2026 y sueña con los Juegos de 2028
Sábado, 20 de diciembre 2025, 00:09
... el esfuerzo repetido de nueve mujeres que, pese a todo, siguen entrenando. La selección femenina de voleibol paralímpico de Ucrania ha encontrado en la Axarquía un lugar donde preparar su futuro deportivo lejos de una guerra que en su país lo condiciona absolutamente todo.En los dos últimos años también entrenaron en Nerja los combinados masculinos de voleibol y atletismo
Son nueve jugadoras, todas ellas con discapacidad, dirigidas por el entrenador Maloivan Yaroslav, con Pogoretska Olma como segunda técnica. Llegan con resultados recientes que avalan su nivel competitivo: bronce en el Campeonato de Europa disputado este año en Hungría, y con un horizonte ambicioso pese a las dificultades. En 2026 disputarán el Mundial en China, una cita clave en el camino hacia un objetivo que mantienen intacto: lograr plaza para los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles 2028.
No sería una experiencia nueva para este país ahora devastado por la guerra. La selección femenina ucraniana ya fue bronce paralímpico en Londres 2012 y cuarta en Río de Janeiro 2016. Logros que hoy pesan tanto como el presente que les toca afrontar. La guerra atraviesa cada conversación. Antonina Zhuk, que actúa como traductora en inglés para SUR, explica que entrenar fuera del país no es solo una cuestión deportiva. «La situación en Ucrania es muy dura, hay ataques con drones en todo el país. No podemos entrenar con normalidad, hay mucho miedo», relata. «En los hospitales y en las calles ves a mucha gente con heridas y con miedo», añade.
Desde el suelo
Ese miedo es el que aquí no existe. En Nerja, el tiempo se mide en sesiones de trabajo, en ejercicios de fuerza, en repeticiones técnicas desde el suelo. Porque el voleibol paralímpico se juega sentado, pero exige una fortaleza física y mental extrema. Entre las jugadoras está Lakatosh Yaroslava, de 25 años, natural de la ciudad ucraniana de Poltava. Su historia resume la de muchas. Cuando tenía 16 años, en 2016, sufrió la amputación total de ambas piernas por encima de las rodillas tras la explosión de una granada lanzada por un desconocido. Hoy es internacional absoluta.
Ampliar Imagen de las jugadoras, en un entrenamiento en el pabellón nerjeño. E. CABEZAS«Ella es fuerte, tiene el corazón fuerte», dice Zhuk al hablar de Yaroslava, mientras observa el entrenamiento. No hay dramatismo en el tono, solo constatación. Como si la resiliencia fuera ya parte natural del vocabulario. Junto a ella entrenan otras jugadoras como Filon Anastasia o Sheremet Luclmila, todas con historias distintas, pero con un mismo denominador común: el deporte como vía de reconstrucción personal y colectiva.
«Ella es fuerte, tiene el corazón fuerte», dice Zhuk al hablar de Yaroslava, mientras observa el entrenamiento
Durante las sesiones en Nerja, el equipo trabaja aspectos técnicos, físicos y tácticos, pero también algo más difícil de cuantificar: la normalidad. Poder entrenar sin interrupciones, sin refugiarse, sin pensar en el siguiente ataque. El pabellón nerjeño se convierte así, durante dos semanas, en un espacio de pausa, casi de refugio emocional, en el que las jugadoras pueden concentrarse únicamente en su preparación. Aquí, la guerra queda fuera, al menos durante unas horas, a más de 4.000 kilómetros de distancia.
El camino hacia Los Ángeles 2028 no será sencillo. Las propias jugadoras lo saben. Las dificultades para entrenar en su país, los desplazamientos, la incertidumbre permanente y el desgaste emocional son obstáculos añadidos a la exigencia deportiva. Pero si algo demuestra esta concentración en Nerja es que el objetivo sigue vivo. Que el equipo sigue compitiendo. Que el voleibol paralímpico femenino de Ucrania no se rinde. Lejos del frente, en la Axarquía, estas nueve mujeres siguen construyendo futuro desde el suelo de una pista.
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