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Una imagen de 'Doce citas antes de Navidad'. RCLa serie, que se puede ver en Movistar, es otro producto de Hallmark Channel, quizás un poco menos empalagoso de lo habitual
Jueves, 25 de diciembre 2025, 14:25
'Saturday Night Live' son recurrentes los 'sketches' sobre Hallmark Channel y sus estereotipos: chica de ... ciudad, chico de pueblo, Navidad y romance milagroso. Hallmark, al fin y al cabo, es una de las empresas de tarjetas de felicitación más antiguas y grandes de EE UU, así que no sorprende que haya construido un ecosistema de espumillón, luces de colores y bastones de caramelo donde cada año se estrena un número considerable de películas navideñas ñoñas.Ya en la primera escena, sentada en el vagón del tren, Kate cuenta que ha dejado escapar a un buen pretendiente tres semanas antes de Navidad. Lo que no sabe es que, en el universo Hallmark, los trenes del amor pasan cada quince minutos y siempre paran delante de tu casa. Pero, a pesar de tan fantástica infraestructura ferroviaria, Kate se resiste a volver a enamorarse porque teme otro desengaño. La culpa, como viene siendo habitual últimamente, es de su madre, interpretada por Mary McDonnell. Se largó siendo Kate una adolescente y vive en Granadinas, ese lugar donde están todas las malas madres: lejos y al sol. La protagonista se siente abandonada, y esa herida hace que se defienda del romance como gato panza arriba.
Ante su reticencia a seguir buscando el Amor (así, con mayúsculas) recibe de regalo las doce citas del título, algo que no ha pedido y que promete darle más trabajo que alegría, como una aspiradora sin cables. El presente llega de manos de su amiga Laura (Lucy Eaton) que, casada con su novio del instituto, se aburre tanto que tiene que meterse en la vida de los demás. El tercer miembro de la pandilla es Callum (Julian Morris), un chico ideal y sanote que viste como un viejo profesor y regenta un café hípster.
Para que el destino trabaje horas extra, la serie le coloca a Kate una cupido profesional, una 'coach' sentimental que le programa las citas. Y qué citas: tienen más diseño de producción que una película de James Cameron. Hay un iglú transparente, una pista de patinaje sobre hielo (elemento obligatorio del pliego de condiciones navideño), un taller de cocina en pareja, un baile de época al estilo de 'Los Bridgerton' y un mercadillo de Navidad que deja en mantillas a Harrods. Después pasa lo que pasa, que te llevas el chasco cuando quedas con un individuo que cree que el colmo del romanticismo es cenar en La Tagliatella. Pagando a medias.
Entre tanta postal, la auténtica preocupación de Kate es su padre (Nathaniel Parker): recién recuperado de una fractura de cadera, acaba de jubilarse y tiene la moral por los suelos. Para levantarle el ánimo, nadie mejor que Jane Seymour, que demuestra que el amor no tiene edad. Afortunadamente, el padre de Kate no se parece en nada a ese abuelo tan típico de 'First Dates' que, a sus 85 años, considera demasiado mayor para él a la señora de 80 con la que le han emparejado.
Volviendo a las citas de Kate, en la primera de ellas el tipo ni siquiera se presenta. Pero, antes de la cuarta, reaparece: resulta ser un periodista que se ha apuntado al experimento para escribir un artículo. Y si por mensaje es divertido, agudo y sensible, en persona es un cañón. Richard (Toby Sandeman) es demasiado perfecto incluso para Hallmark, tanto que se convierte en el gran dilema amoroso de Kate. Mientras, sigue conociendo a diferentes chicos: a uno que llora por su ex, a otro que tiene dos hijas y que quiere ir en serio o a un norteamericano que es curador en un museo. Y siempre, junto a Kate, Callum, el «amigo maravilloso» que lleva toda la serie haciendo méritos y poniendo caritas cada vez que ella queda con alguien. Cero sorpresas.
Se hubiera agradecido que las doce citas se quedaran en dos o tres, porque seis episodios para contarnos lo que ya sabemos que va a pasar ponen a prueba hasta la más firme devoción por la Navidad. Al final, tanto mercadillo y tanta nevada digital convierten un subgénero como el amor navideño en algo peligrosamente parecido a una tortura con espumillón. Pero eso también tiene su encanto.
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