- JAVIER AYUSO
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En algún momento, alguien le tendrá que decir a Pedro Sánchez que su empecinamiento por seguir al frente de lo que denomina como "Gobierno de coalición progresista" está hundiendo a todos los partidos de la izquierda española. Las encuestas anuncian machaconamente la caída del PSOE, Sumar y Podemos y el último encontronazo con Yolanda Díaz muestra el nerviosismo de los socios del Ejecutivo. Las previsiones empeoran día a día sin que nadie se atreva a decirle que está desnudo en el escenario político.
El espectáculo de su última comparecencia pública ha llevado hasta a los periodistas más forofos del presidente a afirmar que está completamente alejado de la realidad. Se empeña en vender los logros obtenidos por su Gobierno mientras se niega a dar explicaciones sobre la corrupción sistémica en su partido y en parte de su Ejecutivo. E insiste machaconamente en que tiene fuerzas para continuar hasta 2027 para avanzar en su política social.
La realidad es que los abundantes logros sociales liderados por el presidente se acabaron en 2023, cuando el líder socialista tuvo que renunciar a muchas de sus promesas electorales para lograr el apoyo de Junts, un partido de la rancia derecha independentista catalana. Unas cesiones que le permitieron lograr su investidura pero que, poco a poco, fueron bloqueando todas sus iniciativas parlamentarias. Ahora no puede gobernar y se empeña en seguir adelante frente a todo y frente a todos. Está llevando a su partido y al resto de las formaciones de izquierdas hacia un desplome electoral que no ha hecho más que empezar.
¿Quién puede apoyar la explicación de que los acosos sexuales detectados en media docena de líderes socialistas forman parte de un problema estructural en España y que el PSOE ha respondido con contundencia? En Ferraz y en La Moncloa solo se actuó cuando los hechos denunciados saltaron a la luz pública después de largos meses de mirar hacia otro lado. Lo mismo sucedió con los casos de corrupción que afectan a las personas más cercanas al presidente. La responsabilidad in vigilando de la que Sánchez acusaba a Mariano Rajoy cuando estalló la corrupción en el PP debería aplicársela a él mismo.
En los últimos días, la vicepresidenta segunda del Gobierno ha protagonizado su enésimo conato de rebelión contra el presidente. Díaz afirmó en una entrevista televisiva que ante una situación tan grave había que actuar de forma urgente con cambios en el gabinete. Pero la respuesta de La Moncloa ha sido volver a ignorarla, porque saben que no se trata más que de una nueva rabieta que no llegará a mayores. Las amenazas parece que han quedado en nada y Sumar se ha contentado con una reunión para fijar las prioridades para los próximos meses.
Era impensable que fueran a romper el Ejecutivo y perder sus cinco poltronas ministeriales. Además, se plantea la pregunta de a quién representa Yolanda Díaz con sus amenazas, teniendo en cuenta que hace meses dimitió de sus responsabilidades como líder de la coalición de izquierdas. Otros dirigentes de Sumar siguen exigiendo a Sánchez explicaciones sobre la corrupción y amenazándole con dejar de apoyarle en el Parlamento, desde Aragón o desde Izquierda Unida, pero no parece que vayan a ir a mayores.
Tampoco Carles Puigdemont y sus subalternos de Junts, o ERC o el PNV, parecen dispuestos a acabar definitivamente con la legislatura: insisten una y otra vez en que la situación es gravísima, que han roto relaciones y exigen respuestas a los socialistas. Sitúan la penúltima línea roja en la posibilidad de que hubiera existido financiación irregular en el PSOE. Pero son conscientes de que tienen nuevas oportunidades para exprimir a un Gobierno cada día más débil, dispuesto a pagar el precio que sea necesario para seguir adelante.
El mantra de que todo es justificable para evitar que gobierne la derecha y la ultraderecha se ha convertido ya en una estrategia antidemocrática. Todo ello, sin olvidar que, con su intento de levantar un muro, lo que están consiguiendo es que las votantes de Vox se multipliquen en toda España. Muchos de ellos son jóvenes indignados que en condiciones normales votarían a los partidos de izquierdas y ahora eligen la papeleta de la derecha más radical.
El cordón sanitario contra el partido de Santiago Abascal está resultando completamente fallido, como sucedió en Francia, Italia y otros países europeos. Al final, ese miedo a un Gobierno radical en España y en algunas comunidades autónomas se va haciendo realidad con la inestimable ayuda de los socialistas. Pensaron en su día que incentivando a Vox debilitarían al Partido Popular, pero la realidad es que ambos partidos siguen creciendo en las encuestas. Cometen el mismo error que Rajoy cuando fomentó el crecimiento de Podemos para acabar con el PSOE y se encontraron con un Gobierno de coalición entre ambos.
El hundimiento de los partidos de izquierdas no es solo un problema para Pedro Sánchez. Lo es, sobre todo, para un país que ha logrado prosperar política, económica y socialmente gracias a la alternancia de las dos grandes formaciones mayoritarias. El bipartidismo puede haber cometido muchos errores, pero la irrupción de los partidos de extrema derecha y extrema izquierda han creado un entorno de polarización y enfrentamiento que ha acabado con cualquier intento de diálogo y consenso.
No es bueno para el futuro de España que el PSOE caiga en la irrelevancia por culpa de la irresponsabilidad de su secretario general por permanecer en el poder a cualquier precio. ¿Es que no hay socialistas capaces de recuperar la esencia de un partido que fue esencial para el desarrollo democrático en nuestro país?
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