A la izquierda y centro de la imagen, Jorge Juan García, Fernando Quiroga y José Humberto Fouz, los tres gallegos a los que la ETA de 'Peixoto' asesinó; a la derecha, el etarra. Arte E. E.
Reportajes El etarra 'Peixoto' participó en el asesinato de 3 amigos y muere sin revelar dónde están: "Otegi lo sabe pero no dice la verdad"Ocurrió el 24 de marzo de 1973 pero, más de medio siglo después, ETA sigue sin reconocer su autoría. Las familias de las víctimas hablan de "desidia judicial" después de que ni siquiera se citara a miembros de la banda a declarar.
Más información: Carrero Blanco: En el lugar del atentado que cambió la historia de España, 50 años después: lo que pensaban los asesinos y lo que pensaba el asesinado
Andrea G. Cilleruelo Publicada 21 diciembre 2025 02:59hCoral Rodríguez Fouz (A Coruña, 1969) sonríe tímidamente al entrar de nuevo en el portal donde antiguamente vivían sus abuelos, en el número 22 de la coruñesa calle Sinagoga. Es la misma sonrisa que engalanaba el retrato de su tío, José Humberto Fouz, el día del enlace de los padres de Coral.
Iba "como un pincel", luciendo traje y corbata, como acostumbraba a hacer en muchas ocasiones. O, al menos, así lo visualiza Coral en lo que, dice, son "recuerdos fabricados" a partir de las vivencias que le contaban su madre y sus abuelos a ella y sus hermanos.
Era tan sólo una niña cuando ETA secuestró, torturó y asesinó a su tío junto a sus dos amigos Jorge Juan García y Fernando Quiroga, al confundirles con policías nacionales, el sábado 24 de marzo de 1973.
Las últimas horas de Jorge, Humberto y Fernando, torturados por ETA al creer que eran policíasHa pasado ya más de medio siglo, nada se sabe de los cadáveres ni del vehículo donde se desplazaban los tres gallegos, y la organización terrorista nunca asumió de manera oficial el crimen –"no negaremos completamente que pudo ocurrir aquel hecho oscuro y lamentable" recoge Iñaki Soto en La última entrevista con la dirección de ETA–.
Ahora, uno de los señalados como responsables del asesinato, José Manuel Pagoaga'Peixoto', ha muerto. Falleció el pasado domingo 14 de diciembre en el sur de Francia, tras una larga enfermedad, llevándose consigo todos los secretos del que seguramente sea uno de los episodios más oscuros y desconocidos de la historia de ETA.
Coral Rodriguez Fouz posa en el portal de la antigua casa de sus abuelos. Nuria Sambade
Coral no encuentra consuelo en esta muerte, "era mayor y le tocaba", dice. Asegura que "el que sabe algo" es el actual secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi.
Pero, ante su postura de "no querer decir la verdad", lamenta que ahora sea "uno menos" el que queda para poder contar, "de una vez por todas, qué fue lo que hicieron" con Humberto, Jorge y Fernando. Asegura que el actual
"Desidia judicial"
Si bien las familias no se preocuparon en un principio por la ausencia de los jóvenes –con la falta de tecnologías era normal que no hubiera comunicación diaria–, supieron que algo no iba bien ante la extrañeza de que ninguno regresara pasado el fin de semana.
La búsqueda y posterior denuncia ante las autoridades no llega hasta el martes 27, tres días después de los hechos. En una primera hipótesis, la policía española se puso en contacto con Francia en busca de alguna pista sobre el coche de Humberto, pensando en algún tipo de accidente de tráfico, pero no hubo ningún resultado.
Pasaron los días hasta que, un mes después, un abogado vinculado al Ministerio de la Gobernación citó a los familiares en San Sebastián para darles una información que cambiaría el caso por completo: "Ha sido la ETA".
De izquierda a derecha: Fernando Quiroga, Jorge Juan García y José Humberto Fouz. Cedida
Sus sospechas comenzaron cuando, pocos días después de la desaparición, Guipúzcoa amanecía repleta de panfletos que lamentaban el asesinato de tres jóvenes por parte de ETA.
Pero estas se hicieron sólidas cuando Mikel Lejarza 'El Lobo', agente español infiltrado en la banda, escuchó a varios de sus miembros relatar con escalofriante frialdad cómo habían torturado y asesinado a los jóvenes.
Uno de ellos sería 'Peixoto', quien se habría involucrado directamente en los hechos hasta el punto de describir como les habían sacado los ojos haciendo uso de un destornillador.
Coral enseña el retrato de su tío Humberto en la boda de sus padres. Nuria Sambade
Además, se situó en el lugar de los hechos a Tomás Pérez Revilla, alias 'Tomasón' o 'Hueso' y el que sería el presunto autor material de los crímenes; Manuel Murua, alias 'Casero'; Ceferino Álvarez, alias 'el ruso'; Jesús de la Fuentes, alias 'Basacarte'; Prudencia Sudupe, alias 'Pruden' y Sabino Achalandabaso, alias 'Sabin'.
Sin embargo, la autoría de ETA no se llegó a investigar de forma exhaustiva. Coral habla, incluso, de "desidia judicial escandalosa", recordando el sumario, abierto en el año 73 y que tan sólo contenía unas pocas páginas con una frase repetida: "No ha lugar".
El caso se cerró dos años después, en el 75, ya que "no se admitieron las peticiones del procurador en nombre de las familias de tomar declaración a Tomás Pérez Revilla", que fue asesinado en un atentado de los GAL una década después, el 28 de julio de 1984.
Humberto en la silla y Fernando tocando la guitarra en la boda de unos amigos. Cedida
Pero las familias y, en particular, Coral, nunca han dejado de "pelear". Fue ella misma quien llevó el caso al debate público, siendo senadora del PSOE del País Vasco entre 1966 y el año 2000.
Desde su escaño, se dirigió al entonces Ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, pidiendo información sobre el caso. Pero, al no obtener respuesta satisfactoria, formuló una pregunta oficial en sesión parlamentaria el 24 de marzo de 1999.
Gracias a su insistencia y a la del resto de familiares, el Gobierno rectificó su primera actuación, incluyó a los tres desaparecidos en el listado oficial de víctimas del terrorismo y el caso se reabrió en el año 2005.
"Sorprendentemente, la jueza de San Sebastián se inhibió en favor de la Audiencia Nacional y en el 2006 el caso se volvió a archivar, sin tomar declaración a ningún etarra ni a una sola persona que tuviera que ver con esto y que figurara en el sumario previo", lamenta Coral.
Lo que ocurrió
"Para entender este asesinato es necesario tener en cuenta el contexto. ETA ya estaba preparando la llamada Operación Ogro, que culminaría con el asesinato de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973, y veían policías por todas partes", explica a este diario Adolfo García Ortega, el escritor que reconstruyó el crimen en su novela Una tumba en el aire (2019).
El texto surge tras un laborioso y delicado trabajo sobre el terreno, donde siguió todos y cada uno de los pasos de los tres jóvenes gallegos hasta su fatal desenlace.
Para ello se sirvió del testimonio de policías de la época, pero también mantuvo conversaciones con etarras para que sus palabras arrojen hoy algo de luz sobre el suceso.
Era el mediodía de un sábado del 73. Humberto, Jorge y Fernando almorzaban en el bar Castilla de Irún, donde estaban afincados desde hacía un tiempo. El día pintaba bien.
La idea era cruzar la frontera hacia Francia para poder ver El último tango en París, la última película de Bernardo Bertolucci y que la dictadura franquista había censurado en España.
Terminada la partida de cartas habitual, los tres amigos pusieron rumbo a Biarritz en el Austin 1300 que Humberto acababa de comprarse y que aún estaba pagando. Eran las 16:30 de la tarde pero, al salir de la taberna, confesaron a un conocido que no pensaban volver más tarde de las diez.
Con certeza se sabe que Humberto, Jorge y Fernando cruzaron sin problema la frontera. Se presume que acudirían al Casino Cinema, donde disfrutarían de la película sin, tampoco, ningún problema aparente.
Iban ataviados con traje, corbata y gabardina, igual que el resto de jóvenes españoles de la época que se disponían a salir a disfrutar del ocio nocturno los fines de semana. Cuando salieron del cine la noche aún era joven, así que decidieron ir a La Licorne, una famosa discoteca situada a la salida de Bidart, en la costa de la región francesa del País Vasco.
Terminado el primer trago, pusieron rumbo hacia La Tupiña, un apartado bar de carretera situado en el camino Dolareta, cerca de Biarritz. No se sabe con exactitud en cuál de los dos locales fue, pero un grupo de etarras ya se habían percatado de su presencia.
Estaban ante lo que ellos creían policías vestidos de paisano que, además, hablaban con acento gallego. Con el gran atentado que la banda tenía ya entre manos, los miedos a posibles infiltraciones policiales dominaba a la cúpula etarra refugiada en el sur de Francia.
Fue entonces cuando comenzaron los insultos y las provocaciones, y la tensión escaló rápidamente. Los tres amigos salieron de la discoteca y se dirigieron al aparcamiento, pero el grupo de etarras, que había bebido excesivamente, les siguió.
ETA en Galicia: 2 comandos, 11 atentados y la memoria de 68 gallegos asesinadosEn el aparcamiento, Humberto intentó plantarles cara, pero uno de los etarras –presumiblemente 'Tomasón'– le golpeó brutalmente con una botella en la cabeza, en la zona parietal derecha.
Los etarras estaban armados. Maniataron a los tres jóvenes gallegos, los introdujeron a la fuerza en sus propios vehículos –el Austin 1300 y otro coche– y se los llevaron secuestrados.
Condujeron, primero, hacia la Playa Maiarko, donde presuntamente habría un antiguo búnker de la Segunda Guerra Mundial. Allí comenzaron las torturas pero, por miedo a ser interceptados, cambiaron la ubicación, a San Jorge de Luz, donde habría un caserío que sería propiedad del dirigente de la izquierda abertzale Telesforo Monzón, donde los etarras retuvieron a sus prisioneros.
Durante aproximadamente 24 horas, los terroristas sometieron a los tres jóvenes gallegos a torturas sistemáticas brutales, intentando sonsacarles información sobre lo que supuestamente sabía la policía española sobre ETA.
Les clavaron destornilladores en los ojos, les propinaron palizas brutales y les interrogaron una y otra vez. Así lo escuchó de boca de los propios autores Mikel Lejarza 'El Lobo', el agente infiltrado que reveló posteriormente a la policía la información.
Finalmente, los etarras se acabaron convenciendo de que los jóvenes no eran policías, pero decidieron acabar con sus vidas igualmente. Humberto habría muerto a causa del grave botellazo, mientras que Fernando y Jorge habrían sido ejecutados por Tomás Pérez Revilla, que les disparó a ambos un tiro en la nuca.
A día de hoy, el paradero de los cuerpos sigue siendo un misterio, y el Austin 1300, propiedad de Humberto y en el que los tres jóvenes habían cruzado la frontera, desapareció también sin dejar rastro.
"Sádico, criminal y traidor"
"Los etarras se acabaron dando cuenta de que no se trataba de policías, sino de tres trabajadores gallegos, y aun así los ejecutaron igual. Y esa decisión la tomaría probablemente el mismo Peixoto, junto con Eustakio Mendizábal Benito 'Txikia', el líder del bando militar de ETA", cuenta Adolfo García Ortega.
Parece que, el que fuera un histórico dirigente de ETA en la fase final del franquismo y la transición, se caracterizaba por un carácter dominante y con tendencia "criminal". Así lo ve al menos el novelista vallisoletano, que le define como "un sádico" cuyo último fin siempre era la muerte.
Siendo uno de los cerebros de la cúpula que organizaba el asesinato de Carrero Blanco, "se planteaban dos opciones", explica García, "una era matarle y otra, secuestrarle y pedir la liberación de los etarras que se encontraban encarcelados". "Esta última era la idea de Txikia, pero la del asesinato era de Peixoto", relata.
José Manuel Pagoaga Gallastegi, 'Peixoto'.
En este sentido, parece que la relación de ambos etarras siempre estuvo marcada por la discrepancia, pero siempre era 'Peixoto' quien acababa saliéndose con la suya. "Finalmente, impone su postura y la Operación Ogro acaba en el asesinato. Era un hombre que quería imponer sus normas", apunta.
Hasta tal punto, que era capaz de vender hasta a los suyos. El fin justifica los medios. Mientras Arnaldo Otegi le muestra su agradecimiento –a través de su cuenta de X– por "todo lo que nos has enseñado" y por "poner siempre la patria por encima de todo", García le recuerda que no es sino "un traidor a su propia gente".
"A Txikia lo mata la policía porque le localizaron en la estación de Algorta (Vizcaya). Pero es que le localizan porque había quedado allí con Peixoto, que le vende o le traiciona", cuenta.
Eskerrik asko Peixoto irakatsi diguzun (didazun) guztiagatik, zure babes eta maitasunagatik. Aberria beti edozeren gainetik jartzeagatik.
— Arnaldo Otegi 🔻 (@ArnaldoOtegi) December 14, 2025
Ohorea izan da niretzat elkar ezagutzea eta zurekin ikasteko aukera izatea. Gora Euskal Herria askatuta! pic.twitter.com/25Y9Ph3HBC
Pero desde sus inicios con ETA cuando apenas tenía 18 años, Peixoto cuenta con muchos más episodios violentos en su carrera como terrorista. Activo desde los años 60, al de Mondragón se le vincula con numerosos atentados en territorio español y con el traslado de armas desde Francia.
Además, se le considera coautor del atraco a la empresa CAF de Beasáin en mayo de 1974 e implicado en varios asesinatos, sin que en muchos casos llegara a ser juzgado por ellos por su situación de exilio en Francia desde 1968.
Perteneció al grupo conocido como 'Los Cabras', facción dirigida por el etarra Xabier Zumalde 'Cabra', dedicada a entrenar activistas con la idea de impulsar una guerrilla rural.
40 años del asesinato por ETA de Quintana Lacaci, el militar gallego que impidió el 23-FPosteriormente se integró en el frente militar de ETA (V Asamblea) y ya en los años 70 era considerado uno de los máximos dirigentes de ETA militar, con responsabilidades orgánicas y operativas. Pero su participación disminuyó a raíz del atentado del que fue víctima, donde el Batallón Vasco Español le ametralló a la salida de su casa en 1979.
Debido a las graves secuelas físicas que sufrió, dejó de tener capacidad operativa, pero continuó vinculado a ETA en tareas logísticas y de enlace, en particular como gestor del llamado 'impuesto revolucionario' a empresarios del País Vasco, actuando como una especie de cajero de la organización.
Pero su figura no solo se limitó a la de dirigente militar, sino que también se proyectó sobre el entorno político de ETA. Mantuvo influencia ideológica en la órbita de Herri Batasuna (HB), partido que canalizaba políticamente el apoyo al proyecto de ETA, y llegó a ser candidato de HB al Parlamento Europeo en 1987.
Un crimen sin reconocer
"Hay que unir a las víctimas de ETA a los gallegos, enterrados tal vez en un monte, donde los helechos crecen más altos que los otros".
Este se trata de un fragmento extraído del libro Agur, ETA, y que constituye las memorias de Jorge Manuel Soares Gamboa alias 'Daniel', un exmiembro de la banda y uno de los casos más emblemáticos de arrepentimiento después de haber participado hasta en 29 asesinatos.
Parece que, en esta autobiografía, Soares se sincera acerca de la autoría del crimen de Jorge, Humberto y Fernando por parte de ETA. Sin embargo, más de medio siglo después, ni hay reconocimiento oficial ni ninguna pista acerca del paradero de los cadáveres de los tres jóvenes gallegos.
Fernando, el primero de la izquierda. Humberto en el medio. A la derecha, sus padres. Cedida
Coral Rodríguez Fouz, sobrina de Humberto, asume que se trata de una manera de "borrar del historial" un asesinato sin ningún tipo de justificación, y así no perder "el estatus de la ETA liberadora franquista". Ahora que ya no importa, no sabe qué es lo que tiene que pasar para que alguien hable.
Asume que "Otegi sabe algo, pero no quiere decirlo". Por su parte, Adolfo García Ortega piensa que "el único que sabe algo seguro es Josu Ternera, que por edad y por estar muy cerca de la cúpula tiene que haber escuchado algo".
Tampoco acierta a saber si alguna vez habrá respuesta pero cree que, de haberla, "primero tendrán que morir todos los que estaban implicados y después, que a los herederos les convenga por cuestión política reconocer determinados hechos". "Y eso el que lo puede propiciar es Otegi y su entorno", sentencia.
Ante este panorama incierto, Coral admite que le queda aún esperanza. "Muy poca, pero la conservo". Tras una incansable lucha por sacar del olvido la historia de su tío, cartas y reuniones con etarras en busca del paradero de unos huesos que la hagan por fin descansar en paz, apela a la demostración "de un mínimo de humanidad" de alguien que sea "capaz de ponerse en nuestro lugar".