Friday, 12 de December de 2025
Cultura

'El paraguas de Simon Leys', de Pierre Boncenne: aquella izquierda loca por Mao

'El paraguas de Simon Leys', de Pierre Boncenne: aquella izquierda loca por Mao
Artículo Completo 662 palabras
La vida del sinólogo Pierre Ryckmans (Amberes, 1935-Camberra, 2014) dio un vuelco en 1966 con la Revolución Cultural. En Francia, donde este ensayista desarrollaba su labor docente antes de emigrar a Australia, la izquierda estaba locamente enamorada del Gran Timonel . Aquel Mayo del 68 con pósteres de Mao Ryckmans pasó a llamarse   Simon Leys: «Salió de su reserva natural para luchar contra la Revolución Cultural maoísta y denunciar la mentecatez culpable de numerosos intelectuales ante ese horror», explica Pierre Boncenne en ‘El paraguas de Simon Leys’.ENSAYO 'El paraguas de Simon Leys' Autor Pierre Boncenne Editorial Acantilado Año 2025 Páginas 297 Precio 22 euros 4La primera andanada contra la estupidez fue ‘Los trajes nuevos del presidente Mao’ (1971), primer título de una trilogía completada con ‘Sombras chinescas’ (1974) e ‘Imágenes rotas’ (1976). El club de fans del comunismo lo vilipendiaba y Leys desplegaba su paraguas: Mao era un criminal más «efectivo» que Stalin. Pero los datos nada podían ante una izquierda seducida por los Guardias Rojos: «La peregrinación a la tierra santa de Mao fue durante cierto tiempo una de las variantes de un género sumamente apreciado por muchos intelectuales occidentales: la ‘epopeya político-literaria encantada'», ironiza Boncenne.Noticia Relacionada Mil amantes y 70 millones de muertos de Mao: lo que China ocultará en su 75 aniversario Israel Viana Las calles del gigante comunista están engalanadas para conmemorar al régimen creado por Mao Tse Tung en 1949, que desató el caos, las persecuciones políticas, la esquizofrenia colectiva, la muerte y la destrucción «en tiempos de paz»Tras la denuncia de los crímenes del estalinismo por Kruschev, China y Cuba eran las balas en la recámara de las utopías todavía disponibles. Sartre justificaba que un régimen revolucionario «debe desembarazarse de cierto número de individuos que lo amenazan» y lamentaba que el Comité de Salud Pública de 1793 no matara lo suficiente . En cuanto a Simone de Beauvoir, todo lo que vio en su periplo chino con su compañero —turismo supervisado por el régimen— le parecía fascinante. La uniformidad indumentaria, según ella a juego con las luces y sombras, daba «la impresión de estar caminando dentro de un cuadro de Cézanne». En los parques todo el mundo parecía «tener un don para la felicidad» y la prohibición del derecho de huelga no empañaba su ferviente adhesión: «El pueblo quiere lo que el régimen quiere en la medida en que el régimen quiere lo que el pueblo quiere». El fanatismo maoísta lo suscribió François Mitterrand al afirmar que Mao «no era un dictador» sino «un humanista»El fanatismo maoísta no se limitó a la extraña pareja: lo suscribió François Mitterrand al afirmar que Mao «no era un dictador» sino «un humanista». Philipe Sollers , director de 'Tel Quel', consideraba que el maoísmo «abría un vasto campo» en el materialismo dialéctico. Incluso los 'nuevos filósofos' como Glucksmann o Henry-Levy , apóstatas del totalitarismo comunista, pecaron de indulgencia hacia la mitología maoísta. «Lo que glorificaban los turiferarios del maoísmo en su necio entusiasmo fue la destrucción de una antigua civilización y el desmoronamiento de sus principios morales, culturales y educativos», señala Boncenne. La instauración por parte de Mao del «todos contra todos» para conservar el poder involucró a cien millones de chinos en el despliegue del terror . «Cada cual se convertía en el policía de su vecino, su familia, y, finalmente, de sí mismo», apunta Boncenne. 'El paraguas de Simon Leys' simboliza el pensamiento libre deudor de Orwell, Koestler o Revel: «Lo que las personas creen es esencialmente lo que ‘desean’ creer», decía. De la Revolución Cultural a la plaza de Tiananmén, memoria incómoda para un Occidente que no quiere problemas con la China potencia emergente.

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La vida del sinólogo Pierre Ryckmans (Amberes, 1935-Camberra, 2014) dio un vuelco en 1966 con la Revolución Cultural. En Francia, donde este ensayista desarrollaba su labor docente antes de emigrar a Australia, la izquierda estaba locamente enamorada del Gran Timonel.

Aquel Mayo ... del 68 con pósteres de Mao Ryckmans pasó a llamarse Simon Leys: «Salió de su reserva natural para luchar contra la Revolución Cultural maoísta y denunciar la mentecatez culpable de numerosos intelectuales ante ese horror», explica Pierre Boncenne en ‘El paraguas de Simon Leys’.

La primera andanada contra la estupidez fue ‘Los trajes nuevos del presidente Mao’ (1971), primer título de una trilogía completada con ‘Sombras chinescas’ (1974) e ‘Imágenes rotas’ (1976). El club de fans del comunismo lo vilipendiaba y Leys desplegaba su paraguas: Mao era un criminal más «efectivo» que Stalin.

Pero los datos nada podían ante una izquierda seducida por los Guardias Rojos: «La peregrinación a la tierra santa de Mao fue durante cierto tiempo una de las variantes de un género sumamente apreciado por muchos intelectuales occidentales: la ‘epopeya político-literaria encantada'», ironiza Boncenne.

Tras la denuncia de los crímenes del estalinismo por Kruschev, China y Cuba eran las balas en la recámara de las utopías todavía disponibles. Sartre justificaba que un régimen revolucionario «debe desembarazarse de cierto número de individuos que lo amenazan» y lamentaba que el Comité de Salud Pública de 1793 no matara lo suficiente. En cuanto a Simone de Beauvoir, todo lo que vio en su periplo chino con su compañero —turismo supervisado por el régimen— le parecía fascinante.

La uniformidad indumentaria, según ella a juego con las luces y sombras, daba «la impresión de estar caminando dentro de un cuadro de Cézanne». En los parques todo el mundo parecía «tener un don para la felicidad» y la prohibición del derecho de huelga no empañaba su ferviente adhesión: «El pueblo quiere lo que el régimen quiere en la medida en que el régimen quiere lo que el pueblo quiere».

El fanatismo maoísta lo suscribió François Mitterrand al afirmar que Mao «no era un dictador» sino «un humanista»

El fanatismo maoísta no se limitó a la extraña pareja: lo suscribió François Mitterrand al afirmar que Mao «no era un dictador» sino «un humanista». Philipe Sollers, director de 'Tel Quel', consideraba que el maoísmo «abría un vasto campo» en el materialismo dialéctico. Incluso los 'nuevos filósofos' como Glucksmann o Henry-Levy, apóstatas del totalitarismo comunista, pecaron de indulgencia hacia la mitología maoísta.

«Lo que glorificaban los turiferarios del maoísmo en su necio entusiasmo fue la destrucción de una antigua civilización y el desmoronamiento de sus principios morales, culturales y educativos», señala Boncenne. La instauración por parte de Mao del «todos contra todos» para conservar el poder involucró a cien millones de chinos en el despliegue del terror. «Cada cual se convertía en el policía de su vecino, su familia, y, finalmente, de sí mismo», apunta Boncenne.

'El paraguas de Simon Leys' simboliza el pensamiento libre deudor de Orwell, Koestler o Revel: «Lo que las personas creen es esencialmente lo que ‘desean’ creer», decía. De la Revolución Cultural a la plaza de Tiananmén, memoria incómoda para un Occidente que no quiere problemas con la China potencia emergente.

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Fuente original: Leer en ABC - Cultura
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