La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.
Editorial EL RUGIDO DE EL ESPAÑOL El teatro de las amenazas: Sumar finge presionar y el PSOE finge escuchar Publicada 20 diciembre 2025 02:55hEl desenlace de la reunión celebrada este viernes 19 de diciembre entre el PSOE y Sumar no sorprendió a nadie que no llegara sorprendido de casa.
La reunión concluyó "sin avances", Sumar advirtió que "el acuerdo de investidura está en riesgo" y la prensa especuló sobre una hipotética ruptura. Es la primera vez que Sumar se expresa con tanta claridad, pero también la enésima que amenaza a Sánchez sin voluntad real de ruptura.
Hoy sábado, ambos partidos siguen gobernando juntos.
La reunión ha sido, por tanto, una representación teatral de obligada ejecución. El PSOE sabe perfectamente que Sumar no romperá; Sumar sabe que el PSOE lo sabe; y ambos necesitan que sus votantes crean que sucede algo importante.
La razón última de esta farsa controlada es estructural. La mayoría de los ministros de Sumar se quedarían sin sueldo en caso de una ruptura del gobierno.
De los cinco ministros que integran la cuota de Sumar en el Gobierno, sólo Yolanda Díaz tiene acta de diputada. Los otros cuatro (Mónica García, Ernest Urtasun, Pablo Bustinduy y Sira Rego) renunciaron a sus escaños al aceptar el cargo.
Si la coalición se rompiera mañana, estos cuatro ministros desaparecerían de la primera línea institucional. Perderían sus plataformas mediáticas, sus presupuestos ejecutivos y su relevancia política. Es razonable pensar también que su carrera política llegaría a su fin.
En política, a esto se lo denomina "jaula de oro".
Pero la vulnerabilidad estructural de Sumar va mucho más allá de los sueldos de cuatro ministros. Sus previsiones electorales son devastadoras.
Según el CIS de diciembre de 2025, que tanto barre hacia la izquierda, Sumar alcanza apenas el 7,8% de intención de voto, comparado con el 31,4% del PSOE.
Más preocupante aún. Sólo el 44% de los votantes de Sumar votaría de nuevo por la formación de Yolanda Díaz.
El resto se lanza a una diáspora que cabe calificar de "espantada": 30% hacia Podemos, 10% hacia el PSOE y el 16% restante hacia la abstención o la indecisión.
Si Sumar se lanza ahora a unas elecciones anticipadas tras romper con el PSOE, probablemente se desintegrará. Y en este escenario, el PSOE juega con ventaja.
Sánchez sabe que puede permitirse ignorar los ultimátum porque sus socios minoritarios no tienen alternativa. Ello explica por qué las reuniones de "crisis" son ejercicios de simulacro.
1. El PSOE acepta escuchar sin comprometerse a nada sustancial.
2. Sumar grita lo suficientemente fuerte para que su electorado vea que "lucha".
3. Ambos salen del Consejo de Ministros con un comunicado que reclama "seguir negociando".
4. Y la legislatura sobrevive una jornada más.
Sin embargo, lo que Sánchez y Sumar no perciben (o no quieren percibir) es que este teatro controlado cuesta un precio existencial a la izquierda española. Cada vez que Sumar anuncia una amenaza sin capacidad de ejecución, pierde credibilidad entre sus votantes.
Cada vez que el PSOE ignora esa amenaza, demuestra que la coalición es asimétrica. El socio grande gobierna como quiere, y el socio pequeño juega a fingir que influye.
Este modelo es insostenible a largo plazo. La confianza política es como el crédito. Cuando se agota, no hay reunión que la restablezca.
Los datos sugieren que esta dinámica está liquidando a Sumar. La candidatura unificada de Sumar-Podemos consiguió 31 escaños en 2023. Hoy, divididos y debilitados, rondarían entre 13 y 16, apenas la mitad. Es la disipación de un espacio político entero.
Porque el "voto útil" no funciona cuando el partido "útil" es visto como un satélite decrépito del PSOE. Y Sumar no puede pedir a sus votantes que sacrifiquen sus preferencias electorales en aras de la estabilidad cuando el único beneficiario es un PSOE que se hunde en escándalos de corrupción, nepotismo y abusos sexuales.
En breve. Sumar está condenado a una contradicción insalvable. Romper el Gobierno hoy les destruiría mañana en las urnas. Pero seguir en el Gobierno fingiendo que tiene capacidad de presión también la está destruyendo, sólo que más lentamente.
El problema es que cuando Sumar por fin se percate de esta trampa, será demasiado tarde. Los votos que se fueron no regresan, y la izquierda alternativa española habrá quedado invalidada. No por los votos de la derecha, sino por la incapacidad de sus líderes de ver que el precio de salvar el Gobierno a corto plazo es el suicidio político a largo plazo.
Esto, probablemente, es lo que el PSOE ha sabido desde el principio. Y es también lo que Sumar empieza a intuir demasiado tarde.