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Cuadro de Max Ernst, junto a obras de Julio González. Salvador Salas Entre los sueños, las nubes y la imaginación: El MUCAC se cuela en la mente de Pérez EstradaUna exposición celebra su espíritu indómito e inclasificable a través de las obras de más de 70 artistas de diferentes generaciones cuando se cumplen 25 años de su fallecimiento
Jueves, 18 de diciembre 2025, 18:28
... zorro. Aquí no manda la lógica, al menos no esa que obliga a encasillar los géneros y a reproducir tal cual la realidad. En la mente de Rafael Pérez Estrada (Málaga, 1934-2000) todo era posible. El creador malagueño siempre buscó 'Cómo batir la imaginación para que no se corte', y en el MUCAC La Coracha el ingenio y la fantasía vuelan alto con 266 obras de 76 creadores diferentes, de distintas épocas y disciplinas. Ampliar Maqueta en terracota de la 'Paloma Quiromántica' realizada en bronce por Seguiri a partir de un dibujo de Pérez Estrada. Salvador Salas'Cómo batir la imaginación para que no se corte. Constelaciones en torno a Rafael Pérez Estrada' celebra hasta el 15 de marzo el espíritu indómito e inclasificable del poeta, escritor, artista plástico y maestro del aforismo en el vigésimo quinto aniversario de su fallecimiento. Las comisarias Lidia Bravo y Carmen Juliá han seguido las pistas que fue dejando en sus escritos, en sus lecturas y en sus obras para componer una sucesión de «conexiones, resonancias y encuentros» que persiguen «encender relaciones inesperadas».
Algunas son evidentes. Como esa sorprendente pieza de vidrio del argentino Leandro Erlich que consigue encerrar una nube, expuesta junto al aforismo de Pérez Estrada: «Incineran al poeta para que sea nube». O el cuadro de su amigo Rafael Alberti con pájaros revoloteando ('Joselito en su gloria', prestado por el Museo Reina Sofía) junto a los ángeles-pájaros de Pérez Estrada. 'Obeliscos' es el libro en el que el poeta presenta por primera vez su concepto del ángel, y justo en ese punto un obelisco de madera de Soledad Sevilla se levanta sobre un pedestal. En la pared de enfrente, están los personajes alados de Pérez Estrada. En la de atrás, sus dibujos eróticos, con el símbolo fálico tan erecto como el obelisco.
Otras conexiones están sugeridas. Ahí se encuentran el 'Retrato de Marcel Duchamp' de Concha Jerez, un cristal en el que está escrito el nombre del artista francés para así evocar su imagen; o 'Mutació' de Joan Brossa, un sillón tapizado que termina en una cola de zorro. «Es ese gesto de coger un objeto y darle la vuelta, y entonces es otra cosa. Es lo que Pérez Estrada hace con la palabra, darle la vuelta a las cosas, llevarlas más allá», señalan las comisarias.
Dibujos de Pérez Estrada, junto a obras de Carmen Calvo y Pilar Albarracín. Salvador SalasCinco aforismos dan título a cada apartado de esta exposición, que se reparte por dos plantas de La Coracha: «Incineran al poeta para que sea nube»; «El ángel, el cómplice»; «Se reparan sueños»; «La palabra mar se compone de olas» e «Imaginación: las rutas». Y dentro de cada uno de ellos conviven pinturas, dibujos, grabados, esculturas, instalaciones, poesía, documentación, vídeo y cine, configurando un itinerario tan transversal como el creador que hace de hilo conductor. Antes, el visitante entra en situación con un viaje a la pintura naif de su madre Mari Pepa Estrada y a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, un referente para el poeta y su primer acercamiento a las vanguardias, de las que nunca se separó.
De hecho, Pérez Estrada fue un gran admirador del postismo, un movimiento que reivindicaba el poder de la imaginación por encima de la razón, «una rareza» en plena posguerra española. A esa corriente dedica un espacio la muestra, junto con portadas de la revista de humor 'La Codorniz', que firmaba Enrique Herreros. Eso en la planta de arriba. En la de abajo, la mirada se va inevitablemente hacia una de las joyas de la sala: 'Treinta y tres muchachas salen a cazar la mariposa blanca', de Max Ernst, cedido por el Thyssen-Bornemisza de Madrid. Y, aunque no lo parezca, aquí también hay un vínculo inesperado. Como cuentan las comisarias, se da la circunstancia de que Herreros y muchos artistas de su tiempo se habían quedado impactados años atrás de los 'collages' que Max Ernst había expuesto en Madrid antes de la guerra. Una influencia que afloraría años después.
Recorrido libre
El recorrido por la exposición es absolutamente libre, como el pensamiento de Pérez Estrada. José Seguiri recrea en terracota su gran escultura pública 'Paloma Quiromántica' (en la calle Bolsa) realizada en bronce a partir de un dibujo de Pérez Estrada. Destacan dos piezas de Carmen Calvo que hacen volar la imaginación: en una de ellas, una peluca envuelve la bola del mundo. Llama la atención el cuadro de Zush de 1972, con un mundo propio de fantasía y surrealismo que, sin tener ninguna relación, se alinea con esa «conspiración contra la realidad» de Pérez Estrada. Sorprende la modernidad de Giacomo Balla con su 'Fiore futurista' de madera de los años 30. Se descubre una interesante obra de Chema Cobo nunca expuesta: 'Form and Content'. Y no deja indiferente el 'Espejito' de Pilar Albarracín, que se ríe y habla a quien se refleja en él. «El espejo acaba por obligarnos a parecernos a nosotros mismos», decía Pérez Estrada.
La exposición también reserva un lugar para el «taller de la imaginación» que supuso para los poetas la Imprenta Sur y su revista 'Litoral'. Se le rinde homenaje en la zona dedicada a su amor por el mar, que aquí se representa con unas jábegas pintadas por Delhy Tejero, con arena real de la playa de Fuengirola. También con una réplica del Efebo de Antequera, un guiño al golpe de clasicismo que significó su aparición fortuita en la década de los 50.
El proyecto ha contado con decenas de prestadores, entre otros, el Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza de Madrid, Museo de Málaga, el Museo ABC, la Fundación Federico García Lorca, la Fundación Carlos Edmundo de Ory, la Colección de Arte Contemporáneo Fundación 'la Caixa', la Colección Suñol Soler, el Ateneo de Málaga y el Colegio Oficial de Arquitectos de Málaga. Siempre con la colaboración de la Fundación Rafael Pérez Estrada.
El MUCAC se convierte así, como decían las comisarias, en la sede del museo de lo milagroso y lo curioso de Évora que Pérez Estrada evocaba en su 'Tratado de las nubes', Allí, entre otras maravillas, se exponía «un tarro de vidrio que guardaba prisionera la rareza de una nube diminuta».
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