Desde los 17 años, la vida de Fernando del Pozo (Barcelona, 1944) ha estado ligada a las Fuerzas Armadas. Alcanzó uno de los más altos empleos en la Armada -almirante- tras una carrera con codiciados destinos de mar y tierra. Estuvo al mando de la Sección de Planes Estratégicos del Estado Mayor de la Armada (1993-97), la Fuerza Permanente del Mediterráneo de la OTAN (97-98) y el Estado Mayor Internacional (2004-07), conservando aún el honor de ser el único oficial español en lograrlo. Retirado de la vida activa, es analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria.
Pregunta. Han pasado casi 20 años desde que abandonó la dirección del Estado Mayor Internacional de la OTAN. ¿Cómo era la concepción de España dentro de la Alianza?
Respuesta. Ya inmediatamente antes de tomar el puesto de Director del IMS, en 2004, estuve 7 años en diversos puestos de la OTAN, así que puedo comparar la situación antes y después de 2004. Hubo un contraste con el cambio de gobierno de Aznar a Zapatero. Antes éramos un Estado absolutamente comprometido y respetado, y nos esforzábamos. Pero en 2004 todo cambia. No sólo por la espantada de Irak -que no era una misión OTAN como muchos creen, aunque varios de los principales participantes eran aliados- sino, sobre todo, por la retirada del Cuartel General de Bétera del turno de Cuarteles Generales en Afganistán -misión de la OTAN y amparada por la Resolución de las Naciones Unidas, y que ocurrió algún tiempo después- de graves consecuencias porque ningún aliado estaba preparado para reemplazarlo, excepto Estados Unidos que acabó fundiendo el mando de la OTAN en Afganistán con el suyo propio, hasta entonces independiente, recayendo el mando de la ISAF en EEUU hasta la finalización, sin rotar como hasta entonces era la regla. A partir de ese 2004 nuestro papel, prestigio y envergadura disminuyeron drásticamente y se nos dejó de percibir como un aliado comprometido.
P. ¿Y ahora?
R. Diría, según lo que se lee en la prensa, que ha debido de empeorar aún más. Nunca había visto nada semejante como que un aliado se niegue abiertamente a seguir las reglas acordadas por consenso, como es la del gasto en Defensa. Lo más parecido, a considerable distancia, puede que sean las discrepancias entre Grecia y los aliados durante la guerra de Kosovo en 1999, por la afinidad de los griegos con los serbios. Pero permanecían callados, sin participar pero tampoco entorpecer las decisiones aliadas.
P. ¿No es artificial esa percepción? Agitamos el avispero por el gasto en Defensa cuando la OTAN nos valoraba, sobre todo, en formación militar.
R. Es complicado de explicar. Llevamos años oyendo a los gobiernos de turno decir que como país contribuimos mucho en las misiones, pero en la práctica es diferente. Participamos, sí, pero mandamos unidades muy modestas. Las cifras son importantes y, en el caso de la inversión en Defensa, las cifras utilizadas -comunes para todos, por discutibles que sean- permiten una comparación con los demás. Lo que ocurre es que en España, a mi juicio, se invierte menos de lo que se debería y contribuimos, de igual modo, mandando calderilla.
P. ¿Tiene sentido pertenecer a ella cuando unos pocos marcan la agenda?
R. No es cierto que la OTAN defienda solo los intereses de algunos. En mi opinión, no hay nación hoy en día que se pueda defender a sí misma, ni siquiera Estados Unidos. La OTAN es exclusivamente defensiva y no es eso «de morir por los intereses de los demás». ¿Cuál va a ser el motivo de no querer pertenecer a ella? Por ejemplo, si Rusia invade Ucrania, nos amenaza a todos porque, con la invasión pretende crear una esfera de influencia para dictar la política exterior e interior de las naciones incluidas. Una vez establecida la esfera se agranda para incorporar a las que están más allá, y así sucesivamente. Por eso, defender Ucrania es defendernos a nosotros.
P. Pero, por ejemplo, dentro de ella hay un país (Estados Unidos) con buena relación con otro que amenaza nuestra seguridad: Marruecos.
R. Puede parecer un poco chocante, pero hace años que tienen esa relación. A nosotros no nos tiene que importar, incluso puede ser beneficioso tener como aliado a un amigo de Marruecos, porque podría paliar posibles problemas. Estar fuera de la OTAN y tener enfrente a un Marruecos defendido por Estados Unidos sería catastrófico. No entiendo los argumentos sobre estar fuera de la OTAN, como tampoco entendí los de los años 80. Quizás sea porque, desde dentro, presencié cosas que fuera se ven diferentes.
P. ¿Cómo valora las palabras de Trump sobre expulsar a España de la Alianza?
R. La OTAN no puede expulsar a ningún aliado. No existe cláusula que lo permita. Sus palabras no tienen ningún valor más allá de ser un merecido reproche a uno de sus aliados menores.
P. ¿Tendría sentido una estructura europea no dependiente de Estados Unidos para la defensa mutua?
R. Dentro de la Unión Europea, existe y su fundamento está recogido en el Artículo 42.7 del Tratado de la Unión Europea. En Bruselas están el Comité Militar y el Estado Mayor Internacional de la Unión Europea, pero ésta nunca ha creado la necesaria estructura militar. Las bases teóricas y legales las tienen, pero lo que hace falta es una estructura de mando, con sus cuarteles generales a distintos niveles, dotación de personal, etc.
P. ¿Habría que apresurarse?
R. Creo que sí. Por ejemplo, para una misión Petersberg[estabilización, prevención y mantenimiento de paz] en el caso de un alto el fuego en Ucrania, ya que EEUU ha dejado claro que no participará en el proceso de paz. Eso sí, las operaciones Petersberg ejecutadas por la OTAN y la UE -10 y 11 en este siglo- han sido muy modestas comparadas con lo que nos esperaría, con la excepción de la de Afganistán, y ésta era de un formato muy diferente.
P. Pasando a la labor en las misiones de Naciones Unidas, ¿hasta qué punto está comprometido un Gobierno en la defensa de los suyos por las relaciones diplomáticas? Un ejemplo es el silencio ante la muerte del cabo Soria en 2015 por un mortero israelí.
R. En las misiones humanitarias hay riesgo para los participantes y para el prestigio de la nación que la lleva a cabo. Todas las guerras terminan con negociaciones y un proceso de paz, (excepto en Corea) y todos esos procesos traen sus riesgos. Para proteger esos acuerdos hay que poner fuerzas armadas capaces, al menos, de resistir elementos descontrolados de alguno de los bandos que podrían arruinar el proceso. Cualquier nación que participa en un proceso de paz pone sus fuerzas en riesgo, lo contrario sería de un cinismo enorme. Me viene a la cabeza la masacre de Srebrenica en presencia de una fuerza europea actuando en nombre de la ONU. Fue algo horrible ver cómo el crimen que estaban allí para prevenir, se cometía prácticamente delante de ellos. Con ello quiero decir que los que están en operaciones de paz arriesgan vidas y prestigio. En España tuvimos un caso también muy comprometido en Bosnia y lo impidió un suboficial de Infantería de Marina con unos pocos soldados. Se arriesgó y le salió muy bien.