Un grupo de migrantes en el puerto de Los Cristianos en Tenerife. EFE
Editorial EL RUGIDO DE EL ESPAÑOL La Constitución abierta y sus enemigos: reemplazo no, integración sí Publicada 6 diciembre 2025 02:31hCuando Donald Trump advierte que Europa se enfrenta a un "borrado civilizatorio" por la inmigración masiva, no sólo revive una teoría conspiranoica marginal: la eleva a doctrina de seguridad nacional.
La retórica del "Gran Reemplazo" (la idea de que Occidente está siendo sustituido deliberadamente) representa hoy una amenaza real para la democracia.
Pero no porque sea cierta, sino porque moviliza el resentimiento entre el electorado.
España, en este contexto, debe fijar bien sus ojos en los datos para rechazar el pánico conspiranoico, pero también sin negar los problemas reales.
Los números son elocuentes. Desde que Pedro Sánchez llegó a la presidencia en 2018, España ha crecido en 2,7 millones de habitantes.
Pero aquí reside la paradoja inquietante: todo ese crecimiento proviene de la inmigración.
Los españoles nacidos en España de padres españoles han disminuido en 261.546 habitantes. Y hoy, casi uno de cada cinco residentes (19,8%) ha nacido fuera de nuestras fronteras.
Aquí no hay plan secreto. Hay simple matemática demográfica: natalidad nacional desplomada, hueco demográfico llenado por flujos migratorios.
La inmigración en España es, considerada en su conjunto, un fenómeno económicamente inevitable y culturalmente enriquecedor.
Pero la honradez intelectual exige también reconocer que una integración acelerada de 2,7 millones de personas en siete años genera fricciones.
La presión sobre la vivienda es feroz. Ciertos barrios se están guetificando. Y en materia de delincuencia y violencia de género, la sobrerrepresentación de extranjeros en las estadísticas no es propaganda, sino una realidad que avergüenza a esa inmensa mayoría de migrantes honrados.
Nuestra Constitución de 1978 define una democracia abierta y no militante, de acuerdo a la doctrina del Tribunal Constitucional.
Es decir, que no se cierra sobre sí misma, sino que tiene fe en su capacidad integradora.
Pero la apertura tiene límites naturales. Las democracias que desbordan su capacidad de integración facilitando la autoguetificación, la práctica de valores incompatibles con la Constitución (como la subordinación de la mujer) o el rechazo explícito a los valores cívicos comunes terminan siendo democracias que ceden territorio a sus enemigos internos.
Es la paradoja de Popper: "La tolerancia ilimitada lleva finalmente a la desaparición de la tolerancia".
España está teniendo dificultades reales para integrar las primeras generaciones de inmigrantes de ciertos orígenes (particularmente de áreas donde el islam es la matriz cultural dominante), y este fracaso hipoteca la integración de sus hijos.
Y cuando los menores llegan a la edad adulta sin haber asimilado valores democráticos básicos, el problema se multiplica.
No, no existe el "Gran Reemplazo" que describe Trump. Pero sí existe el riesgo de un pequeño reemplazo poblacional si las tendencias continúan: cada generación, los españoles nativos decrecen mientras la población extranjera crece.
Esto no es conspiracionismo. Es simple proyección matemática.
La Constitución española enfrenta hoy múltiples amenazas. La de los independentistas, que niegan su legitimidad. La de los separadores, que erosionan su capacidad integradora. La de los extremistas de todo signo que la explotan. Y la de un pequeño porcentaje de inmigrantes que desean la prosperidad material que ofrece el Estado del bienestar en España, pero que rechazan los valores que lo han hecho posible.
A esto se suma el debilitamiento institucional provocado por un presidente que ha ocupado las instituciones, erosionado la separación de poderes y atacado al Poder Judicial, la prensa y la Corona.
Pero la Historia también nos enseña que las democracias tienen capacidad regenerativa. La Constitución ha sobrevivido a amenazas más severas. Si la clase política tiene el coraje de defender la integración sin ingenuidad, la inmigración con control y los límites del pluralismo constitucional, España puede preservar su carácter abierto sin ceder ante sus enemigos internos o externos.
La democracia no es irreversible, como todos tendemos a creer en época de bonanza económica y paz social. Requiere una defensa constante frente a todos sus enemigos. Conviene recordarlo siempre.