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La música chirriante que Sánchez toca en Extremadura

La música chirriante que Sánchez toca en Extremadura
Artículo Completo 753 palabras
La música que toca Sánchez molesta a los españoles razonables porque la disonancia entre su discurso y la realidad resulta ensordecedora.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este viernes en Villanueva de la Serena. EFE

Editorial EL RUGIDO DE EL ESPAÑOL La música chirriante que Sánchez toca en Extremadura Publicada 20 diciembre 2025 02:53h

En el cierre de campaña del PSOE en Villanueva de la Serena, Pedro Sánchezvolvió a demostrar que domina el arte de la contradicción.

El presidente arremetió ayer viernes contra María Guardiola por sus supuestos escándalos de corrupción y acoso. Pero desde una posición que, cuando menos, roza lo insostenible.

Porque el presidente viaja por Extremadura arropando a un candidato procesado por haber creado un puesto de trabajo para el hermano del propio Sánchez, en una práctica que cualquier código ético político mínimo consideraría inaceptable, independientemente de cuál sea su calificación penal.

La música que toca Sánchez es en definitiva chirriante, porque la disonancia entre su discurso y la realidad resulta ensordecedora.

Sánchez, que ha vuelto a ser sancionado por la Junta Electoral, criticó con sorna a Guardiola por "expandir bulos" sobre el voto por correo y por "tapar el machismo", refiriéndose al caso del chófer condenado por violencia de género.

Son críticas que, en abstracto, podrían tener cierto peso… en boca de cualquier otra persona.

Pero pierden toda credibilidad cuando quien las formula es un presidente cuya esposa está bajo investigación judicial por presuntos delitos de tráfico de influencias.

Cuyo hermano fue contratado de forma irregular en una plaza creada ad hoc en la Diputación de Badajoz.

Cuyo exministro está en prisión por el 'caso Koldo'.

Cuya estructura de poder está envuelta en al menos cinco investigaciones por presunto acoso sexual.

Y cuyo exsecretario de Organización enfrenta acusaciones de corrupción sistemática.

La hipocresía adquiere nuevas dimensiones cuando el presidente, con la seguridad de quien se siente legitimado, acusa a otros de los mismos males que le rodean.

Que Guardiola sea esa incompetente de la que habla Sánchez está todavía por demostrar, dado que el presidente no ha dado una sola prueba que lo demuestre.

Pero lo que es irrefutable es que Sánchez no está en condiciones morales de lanzar piedras desde la Moncloa o en un mitin cualquiera.

Es muy dudoso, de hecho, que el propio presidente no sea consciente de su nula autoridad moral.

Y por eso su discurso en Extremadura fue tan breve (apenas dieciséis minutos), tan evasivo, tan lleno de ataques a terceros, tan relleno de clichés huecos y tan vacío de respuestas sobre su propia situación.

El resultado de las elecciones de este domingo en Extremadura es previsible. Los sondeos apuntan a una victoria clara de Guardiola, con el PP bordeando la mayoría absoluta con treinta o treinta y un escaños.

El PSOE, por el contrario, sufriría una debacle histórica que lo llevaría de veintiocho a apenas veintidós escaños.

Estos números son despiadados. La ciudadanía extremeña, lejos de comprar el discurso de Sánchez, podría castigar a un PSOE que ha perdido credibilidad y que ofrece como candidato a un hombre en el banquillo de los acusados.

Extremadura merecía una campaña electoral que no fuera un ejercicio de cinismo. Merecía candidatos sin manchas judiciales y un presidente que no tuviera que ocultar sus argumentos bajo ataques a rivales. Merecía una política que recuperara el sendero de la sensatez, la responsabilidad y la decencia.

Porque lo que está en juego no es sólo quién gobierna una comunidad autónoma, sino qué tipo de país queremos.

La música que Sánchez toca en Extremadura no es la de la esperanza ni la de la defensa de principios. Es la música tensa de quien sabe que su tiempo se agota, que sus escándalos lo rodean y que sus argumentos, por muy bien ensayados que estén, suenan falsos.

Los extremeños han tenido la oportunidad de escuchar esa música. Lo más probable es que, este domingo, decidan seguir sin sintonizar la emisora tóxica del sanchismo.

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