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La Navidad se ha convertido en el gran negocio de la felicidad, y eso convierte la tristeza en algo revolucionario

La Navidad se ha convertido en el gran negocio de la felicidad, y eso convierte la tristeza en algo revolucionario
Artículo Completo 866 palabras
"El segundo hecho más importante sobre la Navidad es que es una de las épocas del año en las que aumenta la tasa de suicidios". Así empieza un texto de Alasdair MacIntyre, uno de los filósofos morales más importante del siglo XX, que circula por internet cada Navidad.  Sabemos que el dato no es cierto (no se suicida más gente en estas fechas) y, de hecho, ni siquiera estamos seguros de que ese texto lo escribiera MacIntyre (aunque la referencia aparezca también en su principal obra): sin embargo, es algo que se sigue repitiendo una y otra vez. Será porque, pese a las luces y las fanfarrias, hay mucha gente que se acerca a las 'felices fiestas' como algo profundamente triste. La gran disonancia navideña. Hay muchas formas de ver la Navidad, pero en casi todas ellas hay algo de gran celebración social de la felicidad. Es la época del compartir, de encontrarse con los seres queridos, de la reconciliación, de aprovechar el tiempo como si tras el yermo invierno no fuera a venir otra primavera.  Pero, ¿y si no queremos/necesitamos/podemos sentirnos así? Es decir, ¿y si en mitad de ese coro de mensajes, carteles y canciones que nos dicen que deberíamos estar bien lo que sentimos es que, sencillamente, "no lo estamos"? Habitualmente, cuando la norma implícita es "sentirse agradecido, generoso y alegre", todo lo que se salga de ahí es percibido con una mezcla de vergüenza y autocrítica; se pone "buena cara" (actuación emocional) y se va acumulando cansancio, irritabilidad y te acabas quemando.  En Xataka En España hay miles de familias preparándose para una bomba de relojería: las Navidades de la gran polarización Y todo lo que nos falta. "La Navidad es también un recuento", decía el escritor Gonzalo Torné. "Es el día que de niños nos enseñaron cuál era nuestro paisaje familiar, las personas que estaban interesadas en nosotros y con las que podíamos contar. Y el día que ausencia a ausencia constatamos la fragilidad de lo que de niños aprendimos como algo estable".  Los duelos. Es un texto bastante preciso: durante este tipo de fiestas se activan, además, todos los duelos que llevamos a las espaldas. No se trata de solo "nostalgia", se trata de todo un ritual del recuerdo de las ausencias sobre las que hemos edificado nuestra vida.  Igual que la idea que MacIntyre mencionaba al principio no se ajusta a los datos, lo cierto es que, entre la población atendida en urgencias psiquiátricas en Navidad, los "estresores que más se repiten" son la soledad y el estar-sin-familia. Una "olla a presión". Porque, reconozcámoslos, el año pasado hasta el 20% de los españoles vivieron broncas políticas en alguna cena familiar. Seis de cada diez, de hecho, evitan hablar de temas polémicos para no discutir: la gran "polarización" está convirtiendo todo en un problema (que se suma al estrés material y a la desigualdad de cargas). Muchas razones, solo un por qué. Decía MacIntyre que, buena parte de todo esto, se debe a que "hemos perdido cualquier capacidad de comprender nuestras vidas como algo que encarna una estructura narrativa —por no hablar de narrativas en las que hay esperanza de un final feliz". No hace falta ir tan lejos. Todo parece señalar que es algo más sencillo: la Navidad corre riesgo de convertirse en algo triste cuando se vuelve una obligación emocional. Ese es el gran problema de diseño de estas fiestas que estando hechas para "sentirse acompañado", por contraste, visibilizan pérdidas, desigualdades y fracturas. Necesitamos reivindicar la tristeza... también en Navidad. En los últimos años, y cada vez con más fuerza, se ha puesto de moda el pensamiento positivo. Ideas como "Tienes que ser optimista", "No te rindas" o "Siempre positivo, nunca negativo" se han convertido en auténticos mantras de nuestra época. Pero como dice el profesor Jose César Perales, de la Universidad de Granada, el pensamiento positivo tiene problemas serios que por su aspecto simpático y adorable dejamos pasar por alto. Nuestra cultura cada vez más llena de personajes va alejándonos poco a poco de una sencilla verdad: que "sufrimos, odiamos o tenemos envidia porque son la forma en que vivimos la realidad. Negarla, abrazarnos a un positivismo irracional y sin sentido, es la forma contemporánea de negarnos a nosotros mismos".  ¿No es la Navidad un buen momento para aceptarnos? Imagen | Bryan Heng En Xataka | Toledo se las prometía felices con sus mega Navidades de 49 días. Hasta que los vecinos dijeron 'no tan rápido' - La noticia La Navidad se ha convertido en el gran negocio de la felicidad, y eso convierte la tristeza en algo revolucionario fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
La Navidad se ha convertido en el gran negocio de la felicidad, y eso convierte la tristeza en algo revolucionario

Es hora de asumir que el ser humano es un animal poliédrico y lleno de contradicciones. Y que eso está bien

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Javier Jiménez

Editor Senior - Ciencia

Javier Jiménez

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"El segundo hecho más importante sobre la Navidad es que es una de las épocas del año en las que aumenta la tasa de suicidios". Así empieza un texto de Alasdair MacIntyre, uno de los filósofos morales más importante del siglo XX, que circula por internet cada Navidad

Sabemos que el dato no es cierto (no se suicida más gente en estas fechas) y, de hecho, ni siquiera estamos seguros de que ese texto lo escribiera MacIntyre (aunque la referencia aparezca también en su principal obra): sin embargo, es algo que se sigue repitiendo una y otra vez.

Será porque, pese a las luces y las fanfarrias, hay mucha gente que se acerca a las 'felices fiestas' como algo profundamente triste.

La gran disonancia navideña. Hay muchas formas de ver la Navidad, pero en casi todas ellas hay algo de gran celebración social de la felicidad. Es la época del compartir, de encontrarse con los seres queridos, de la reconciliación, de aprovechar el tiempo como si tras el yermo invierno no fuera a venir otra primavera. 

Pero, ¿y si no queremos/necesitamos/podemos sentirnos así? Es decir, ¿y si en mitad de ese coro de mensajes, carteles y canciones que nos dicen que deberíamos estar bien lo que sentimos es que, sencillamente, "no lo estamos"? Habitualmente, cuando la norma implícita es "sentirse agradecido, generoso y alegre", todo lo que se salga de ahí es percibido con una mezcla de vergüenza y autocrítica; se pone "buena cara" (actuación emocional) y se va acumulando cansancio, irritabilidad y te acabas quemando

En XatakaEn España hay miles de familias preparándose para una bomba de relojería: las Navidades de la gran polarización

Y todo lo que nos falta. "La Navidad es también un recuento", decía el escritor Gonzalo Torné. "Es el día que de niños nos enseñaron cuál era nuestro paisaje familiar, las personas que estaban interesadas en nosotros y con las que podíamos contar. Y el día que ausencia a ausencia constatamos la fragilidad de lo que de niños aprendimos como algo estable". 

Los duelos. Es un texto bastante preciso: durante este tipo de fiestas se activan, además, todos los duelos que llevamos a las espaldas. No se trata de solo "nostalgia", se trata de todo un ritual del recuerdo de las ausencias sobre las que hemos edificado nuestra vida.  Igual que la idea que MacIntyre mencionaba al principio no se ajusta a los datos, lo cierto es que, entre la población atendida en urgencias psiquiátricas en Navidad, los "estresores que más se repiten" son la soledad y el estar-sin-familia.

Una "olla a presión". Porque, reconozcámoslos, el año pasado hasta el 20% de los españoles vivieron broncas políticas en alguna cena familiar. Seis de cada diez, de hecho, evitan hablar de temas polémicos para no discutir: la gran "polarización" está convirtiendo todo en un problema (que se suma al estrés material y a la desigualdad de cargas).

Muchas razones, solo un por qué.Decía MacIntyre que, buena parte de todo esto, se debe a que "hemos perdido cualquier capacidad de comprender nuestras vidas como algo que encarna una estructura narrativa —por no hablar de narrativas en las que hay esperanza de un final feliz". No hace falta ir tan lejos.

Todo parece señalar que es algo más sencillo: la Navidad corre riesgo de convertirse en algo triste cuando se vuelve una obligación emocional. Ese es el gran problema de diseño de estas fiestas que estando hechas para "sentirse acompañado", por contraste, visibilizan pérdidas, desigualdades y fracturas.

Necesitamos reivindicar la tristeza... también en Navidad. En los últimos años, y cada vez con más fuerza, se ha puesto de moda el pensamiento positivo. Ideas como "Tienes que ser optimista", "No te rindas" o "Siempre positivo, nunca negativo" se han convertido en auténticos mantras de nuestra época. Pero como dice el profesor Jose César Perales, de la Universidad de Granada, el pensamiento positivo tiene problemas serios que por su aspecto simpático y adorable dejamos pasar por alto.

Nuestra cultura cada vez más llena de personajes va alejándonos poco a poco de una sencilla verdad: que "sufrimos, odiamos o tenemos envidia porque son la forma en que vivimos la realidad. Negarla, abrazarnos a un positivismo irracional y sin sentido, es la forma contemporánea de negarnos a nosotros mismos". 

¿No es la Navidad un buen momento para aceptarnos?

Imagen | Bryan Heng

En Xataka | Toledo se las prometía felices con sus mega Navidades de 49 días. Hasta que los vecinos dijeron 'no tan rápido'

Fuente original: Leer en Xataka
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