Cuando el Rey Felipe VI y el presidente chino, Xi Jinping, rubricaron en noviembre varios acuerdos para reforzar los intercambios lingüísticos y la colaboración científica, lo que se escenificó durante aquel momento de la visita de Estado a Pekín fue algo más que un gesto protocolario dentro de la diplomacia bilateral. Condensaba un movimiento de mayor calado: España consolidaba una fase sin precedentes de colaboración académica con China.
En noviembre, la Universidad Complutense de Madrid inauguró un instituto tecnológico en la ciudad china de Wuhan y la Universidad de Huelva firmó varios acuerdos de investigación con centros universitarios de las provincias chinas de Henan, Hubei y Shaanxi. El mismo mes, la Universidad de León suscribió un convenio de colaboración con la Universidad Farmacéutica de China, ubicada en Nanjing.
Cerca de allí, en la moderna Shanghai, la Universidad de Salamanca firmó recientemente otros acuerdos para impulsar programas de movilidad de docentes, investigadores y estudiantes con el Instituto de Tecnología, uno de los más destacados de la capital financiera. La misma universidad española ha cerrado otros acuerdos similares con centros de la provincia de Shandong y de Pekín.
En octubre, en Hangzhou, cuna de las empresas chinas más punteras en inteligencia artificial y robótica, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, inauguró el primer centro universitario español en suelo chino: el Beihang Valencia Polytechnic Institute (BVPI), fruto de la alianza entre la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y las autoridades locales.
La peregrinación de rectores españoles a China ha sido constante desde el primer viaje oficial del presidente Pedro Sánchez a Pekín, en marzo de 2023, cuando selló junto a Xi Jinping un plan de cooperación educativa hasta 2026. Sin embargo, estas visitas académicas se han intensificado especialmente desde hace un año, tras un encuentro entre la ministra de Ciencia, Diana Morant, y su homólogo chino, Huai Jinpeng. Aquella reunión fue en Madrid y ambos se comprometieron a profundizar la cooperación en educación superior.
Un informe publicado este año por el Central European Institute of Asian Studies (CEIAS), un think tank europeo, puso cifras a esta relación creciente de España con el gigante asiático: 48 de las 50 universidades públicas españolas mantienen o han mantenido vínculos formales con instituciones chinas. En total, 1.173 acuerdos, desde intercambios estudiantiles hasta programas de investigación avanzada. Según el estudio, la Universidad de Zaragoza lidera la lista con 130 acuerdos, seguida por la Rey Juan Carlos (73) y la Complutense de Madrid (54).
Pero estos datos esconden un matiz importante: el 24,6% de los pactos involucran a entidades vinculadas al ejército chino. Es decir, universidades con programas que están ligados al desarrollo militar de China. Además, el informe señala que, aunque la legislación española obliga a las universidades públicas a publicar los convenios que firman, solo el 29,4% lo hace de forma completa y transparente. En muchos acuerdos revisados, estos se formulan en términos genéricos, sin especificar áreas ni objetivos concretos.
El CEIAS señala particularmente a la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) como la institución española con mayor exposición a entidades chinas consideradas de alto riesgo, dadas sus alianzas con la Universidad de Pekín, el Instituto de Tecnología de Pekín y el Instituto de Tecnología de Harbin, todos ellos estrechamente vinculados a la investigación militar. A ello se suma que tanto la UPC como la Universidad de las Islas Baleares mantienen convenios con la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa, principal academia del ejército chino.
Mientras la barra libre de convenios académicos se amplía, algunos diplomáticos españoles han comentado sus dudas sobre hasta qué punto las universidades españolas cuentan con sistemas de verificación o auditorías independientes sobre estos acuerdos. Un asunto que desde la Unión Europea sí han tratado en el marco de la estrategia de endurecer las políticas tecnológicas ante los riesgos de espionaje y transferencia de información sensible.
La red de Institutos Confucio, financiada por el Gobierno chino para promover la enseñanza del mandarín y la difusión de su milenaria cultura por todo el mundo, también se ha ampliado cada vez más en España, con una decena de estos centros vinculados principalmente a universidades españolas. Algunas organizaciones internacionales, como Human Rights Watch, han alertado en alguna ocasión que estas instituciones operan bajo la censura de Pekín, lo que limita su libertad académica. Ha habido polémicas abiertas (en Portugal y Estados Unidos) con presiones a las universidades para que eviten discusiones o eventos relacionados con temas políticamente sensibles para Pekín.
La movilidad entre estudiantes chinos y españoles también ha aumentado en los últimos años, pero con una asimetría bastante evidente: mientras que alrededor de 13.000 estudiantes chinos cursan estudios en universidades españolas, convirtiéndose en el segundo mayor grupo extranjero en la educación superior pública, en China sólo hay alrededor de 700 estudiantes españoles.