Juanfran Pérez Llorca sabe que cruzó la puerta del Palau de la Generalitat atado primero a Vox y, luego, a Carlos Mazón. Fueron los de Abascal los que le entregaron la llave de la sede del Gobierno valenciano una vez se consumó la dimisión de Mazón. De ahí que Llorca quisiera establecer una mínima distancia de seguridad con Vox negándose a poner su firma en un pacto por escrito, porque lo que no podía evitar era un discurso de investidura calcado a la doctrina de su socio. Desde entonces, ni un solo guiño a Vox en sus primeros pasos como presidente de la Generalitat.
Tampoco a Mazón, porque el siguiente objetivo de Llorca ha sido contrarrestar el mensaje de la izquierda de que es un mero «testaferro» del ex presidente. La herencia de Mazón está ahí y Llorca no ha renunciado a ella: sus consejeros son los de Mazón y los ejes de su programa de gobierno son los de Mazón. El PP ha permitido incluso que el ex presidente sea portavoz de una comisión en las Cortes Valencianas para cobrar un plus de 634 euros mensuales que Llorca defiende.
Pero esto no significa que la primera semana de Llorca como presidente de la Generalitat no haya estado salpicada de gestos que, si algo demuestran, es su voluntad de sacudirse de encima la etiqueta de mero recambio de Mazón. El nuevo jefe del Consell, que a ojos de Génova aspira a consolidarse como futuro candidato del PP a la Generalitat, ha querido dejar claro que él no es Mazón. Así que se ha dedicado a hacer lo que nunca hubiese hecho el ex presidente.
En primer lugar, y una vez prometido el cargo de presidente, Llorca se ha desentendido de los temas a los que más minutos dedicó en su discurso de investidura, esto es, los del agrado de Vox. Ni una sola referencia a la política migratoria o al pacto verde europeo en sus primeros actos o palabras como presidente de la Generalitat.
Fuentes de su entorno deslizan ahora que ni siquiera la aprobación de unos nuevos presupuestos para 2026 se considera una cuestión urgente. Las actuales cuentas de 2025 están formalmente prorrogadas y desde la Generalitat se insiste en que echaron a andar en junio. Lo cierto es que en el Gobierno valenciano son conscientes de que el ciclo electoral que ahora arranca en Extremadura no facilitará el entendimiento con Vox en los próximos meses.
La segunda gran diferencia con Mazón tiene que ver obviamente con la relación con las víctimas de la dana. El primer anuncio de Llorca -antes incluso de ser investido presidente- fue el de que pediría perdón a los familiares de los 230 fallecidos. Mazón nunca lo hizo y Llorca lo hizo en su primer discurso como presidente. El perdón lo enmarcó en la necesidad de iniciar una nueva etapa para la que ha creado, además, una Dirección General de Atención a las Víctimas y los Afectados de la Dana.
Y si el ex presidente tardó meses en llamar personalmente a las principales asociaciones, Llorca descolgó el teléfono para hacerlo el primer día. El esfuerzo por encauzar esta relación -está por ver aún cómo responderán las víctimas- ha ido en paralelo a otro cambio no menor en la agenda pública.
Porque el tercer gesto de Llorca para alejarse de Mazón ha sido pisar la zona cero de la dana. El ex presidente, que apenas podía pisar la calle sin que lo abuchearan, apenas lo hizo. Llorca, por su parte, ha estado en Picanya esta semana y ha hecho la autocrítica que nunca acabó de concretar Mazón: en la Generalitat «faltó previsión» el 29 de octubre de 2024.
En cuarto lugar, Llorca aprovechó la primera reunión del pleno del Consell para aprobar el cese del núcleo duro de Mazón en Presidencia de la Generalitat. El Gobierno valenciano entró de lleno el jueves en la reorganización del segundo escalón del organigrama, del que se han caído altos cargos muy vinculados a Mazón.
En concreto, Llorca destituyó a dos secretarios autonómicos que formaban parte del círculo más cercano a Mazón: el responsable de Transparencia, Santiago Lumbreras, y el que fuera jefe de gabinete del ex presidente, José Manuel Cuenca. El cese de este último se produjo precisamente un día antes de desvelarse los mensajes que cruzó con la ex consejera imputada, Salomé Pradas, para dictarle órdenes en los minutos previos al envío del ES-Alert el día de la dana.
La quinta diferencia que ha querido marcar Llorca tiene una importante carga política para el PP, pues tiene que ver con la lengua. El nuevo jefe del Consell ha decidido situar por primera vez en el área de Presidencia la política lingüística y la promoción del valenciano. Llorca, valencianohablante a diferencia de Mazón, enmienda así la cruzada que emprendió el ex presidente -en compañía de Vox- contra la Academia Valenciana de la Lengua. Todo un abismo entre ambos que se resume en las cuatro filas que ahora les separan en las Cortes Valencianas.