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Rocío Carrasco (i) y Anabel Dueñas, en una imagen promocional del programa de televisión RTVE Rocío Carrasco y Anabel Dueñas, dos amigas unidas 'Hasta el fin del mundo'Forman pareja en el concurso de aventuras de La 1, donde han tenido que recorrer ocho países de América Latina con pocos recursos
J. Moreno
Martes, 16 de diciembre 2025, 00:24
... móviles y rutinas, las concursantes del formato de La 1, que ofrece este miércoles, después del fútbol copero (Talavera-Real Madrid), una nueva entrega, vivieron una experiencia transformadora que, más allá de la supervivencia, les devolvió algo esencial: una liberación donde pudieron ser ellas mismas.Anabel Dueñas coincide en ese sentimiento de liberación, especialmente al hablar de la desconexión tecnológica. La retirada del teléfono móvil fue, para ella, uno de los grandes aprendizajes del programa. «Cuando me lo quitaron me sentí libre», confiesa. Sin la constante estimulación de la pantalla, regresaron los recuerdos, las ideas y una forma de relacionarse más directa y humana. La experiencia le recordó a momentos excepcionales, como el día del apagón, cuando la gente hablaba entre sí y los niños volvían a jugar en los parques. Durante dos meses, esa sensación se convirtió en rutina.
La hija de Rocío Jurado, por su parte, asegura que la ausencia del móvil no le supuso ningún esfuerzo. Su relación con la tecnología ya era distante antes del programa: lo utiliza para llamadas, mensajes puntuales y para mirar la hora. No tiene redes sociales y responde cuando le apetece. En ese sentido, 'Hasta el fin del mundo' no hizo más que confirmar una forma de vivir que ya sentía como propia.
Refuerzo de la amistad
El viaje televisivo también sirvió para reforzar una amistad que venía de lejos. Aunque se conocen desde hace mucho tiempo, convivir en condiciones extremas sacó a la luz nuevas facetas. Anabel no duda en definir a Rocío como una »heroína». «Si ya pensaba que era una luchadora y una guerrera por lo que le ha tocado vivir, después de esta experiencia es de Marvel», afirma con admiración. Carrasco también le devolvió el elogio con orgullo y cariño: «Nos han pasado cosas muy fuertes, entonces, yo siempre he estado orgullosa porque la quiero. Ahora lo estoy más».
Y es que el 'reality' de la cadena pública sirvió para Rocío Carrasco para demostrarse así misma que seguía siendo la misma persona. «Siempre he sido una persona muy disfrutona, que me he reído hasta de mi sombra. Hacía mucho tiempo que no era así, y estaba siéndolo otra vez, pero yo quería reafirmarme en que eso era real y que no era algo que yo estaba pensando porque sí». Antes de aceptar el reto dice que lo habló con Fidel, su marido, quien le planteó la pregunta clave: si estaba bien, si se sentía preparada emocionalmente y si realmente le apetecía.
Pero en 'Hasta el fin del mundo' no todo fue risa. También hubo espacio para el llanto, aunque no siempre por motivos tristes. «Hemos llorado por cosas bonitas y por numerología», apunta Rocío Carrasco, dejando el resto a la interpretación de los espectadores.
En cuanto a la supervivencia, ambas se remangaron sin excusas. Trabajaron como limpiadoras de hotel, con uniforme incluido. Anabel recuerda, entre risas, su casi intoxicación con Ajax en polvo, un producto que nunca había usado. «Le dejamos el hotel mejor de lo que lo dejaban ellos», comenta entre risas. Pero no fue lo único: ambas cocinaron y sirvieron en chiringuitos, trabajaron con animales en granjas y reservas naturales, cargaron carbón y hasta florearon llamas.
Con la experiencia reciente, descartan comparaciones fáciles con otros 'realities', como 'Supervivientes', en Telecinco. Para Rocío, 'Hasta el fin del mundo' es pureza, compañerismo y vivencias, un formato completísimo, en sus palabras. Anabel lo ve más duro que otros programas por el constante cambio de paisajes y países, una riqueza que lo hace diferente y más nutritivo a nivel vital.
Al final del camino, las emociones se mezclaron. Rocío vivió el cierre con sentimientos encontrados: no quería que terminara, pero también deseaba volver a casa, con su marido, a un baño y a una cama. Anabel, en cambio, se habría quedado. Pero, para ambas, este viaje no solo fue un reto televisivo, sino una vivencia que las marcó para siempre.
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