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Susanna Griso: "El chavismo, el independentismo y los extremismos han orquestado campañas contra mí; tengo la piel de rinoceronte"

Susanna Griso: "El chavismo, el independentismo y los extremismos han orquestado campañas contra mí; tengo la piel de rinoceronte"
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"Las bambalinas de la política son como las del teatro; hay mucha escenificación e incluso exageración" / "Anoche cené con un expresidente del Gobierno y eso no es un problema para que al día siguiente tenga que hablar de algo que a él le afecta". Más información: Juanjo Artero: "Tengo un grupo de WhatsApp con mi pandilla de 'Verano Azul'; no lo podíamos imaginar con 14 o 15 años".

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Susanna Griso: "El chavismo, el independentismo y los extremismos han orquestado campañas contra mí; tengo la piel de rinoceronte"

"Las bambalinas de la política son como las del teatro; hay mucha escenificación e incluso exageración" / "Anoche cené con un expresidente del Gobierno y eso no es un problema para que al día siguiente tenga que hablar de algo que a él le afecta".

Más información: Juanjo Artero: "Tengo un grupo de WhatsApp con mi pandilla de 'Verano Azul'; no lo podíamos imaginar con 14 o 15 años".

Susanna Griso, presentadora de Espejo Público, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández E. E.

Publicada 20 diciembre 2025 14:48h

Susanna Griso recuerda un poco a aquel título memorable de El Barco de Vapor: Renata toca el piano, estudia inglés y etcétera, etcétera. En su caso, presenta las cinco horas de directo de Espejo Público, hace deporte, proviene de una familia extensísima y muy artista con los que se reúne a menudo para cantarle a la vida, ha formado la suya propia (y qué mestiza, y qué ejemplar: dos hijos biológicos, una adoptada nacida en Costa de Marfil y un prohijado ghanés), cuida de sus amistades y se escapa de viaje a la que puede con ellas, y aún tiene tiempo para cenar con expresidentes del Gobierno a los que luego dará caña, si toca, en el programa.

Le digo que su infancia mediterránea me recuerda a la atmósfera de las novelas de Milena Busquets y me dice que le encanta, que tuvo en su Whatsapp como mantra el También esto pasará de la autora catalana. Fue durante el procés, quizá el hito que más la ha zarandeado en su larga trayectoria, en la que ha aprendido a ponerse la piel de un rinoceronte por recomendación de un periodista veterano de Colorado al que entrevistó cuando ella era sólo una adolescente tentada por el periodismo.

Ahora, dice, ya no hay invectivas que la tumben. Y eso que ha tenido campañas orquestadas desde todos los flancos, pero a ella plim, intenta descansar sin desvelos porque su exigente trabajo lo demanda.

La periodista Susanna Griso, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández E. E.

Hoy justo no ha dormido mucho porque anoche cenó con un expresidente de Gobierno, y la velada se puso interesante. Entre bocados le confesó que cada semana comentaba con el que terminó siendo su sucesor cuál iba a ser el orden que iba a llevar al Consejo de Ministros.

Sacamos la lupa de Poirot: ¿Ese era Zapatero con Rajoy? "No, pues no lo es, pero no te puedo contar más porque si no ya atarías los cabos". Susanna Griso protege sus fuentes con celo. Pero de sí misma no ha tenido problema en hablar en esta entrevista que recorre la espina dorsal de su vida, tan intensa.

PREGUNTA.- Es usted de las caras más conocidas de este país, pero, al contrario que otra mucha gente, no lo buscó.

RESPUESTA.- Precisamente lo que menos busqué, en el mundo del periodismo cuando empecé la carrera, era la notoriedad. Yo creo que tenía algún compañero o compañera a los que les preguntaba el profesor de televisión a qué se querían dedicar y contestaban 'yo quiero ser presentador de noticias'. Y yo decía 'uy, qué horror, qué horror, aparta de mí ese cáliz'. Yo quería ser corresponsal, y siempre pensé en prensa, jamás en radio o televisión. Pero no me canso de decir que esta profesión te lleva por derroteros que nunca sabes. Empecé trabajando en radio, continué en la televisión, y me he movido siempre en estos dos formatos.

P.- ¿Y cómo lleva tanta fama? Le vi un día por la plaza de Santa Ana con su familia. Era un viernes o un sábado por la tarde noche. Me gustó ver que podía hacerlo, que no renuncia a salidas así.

R.- No, jamás. No renuncio a nada. Yo intento llevar la vida lo más normal posible, y lo suelo hacer, ¿eh? A veces te pasa que pillas un colegio de cuarenta niños y todos quieren hacerse una foto y puedes estar media hora ahí parada, pero lo habitual es que la gente sea muy amable, y no tengo ningún inconveniente en hacerme fotos o atender a las personas que me paran. Yo, que soy bastante tímida, aunque la gente no se lo crea (de pequeña era tímida patológica) al principio lo llevaba fatal, pero ahora me he ido acostumbrando y creo que tengo una gran capacidad de abstraerme cuando oigo que la gente está hablando de mí: momentáneamente tengo cierta sordera.

Lo que pasa es que mi nombre tiene muchas eses y eso es lo que acaba delatando, por el serpenteo ese de Susanna Griso (alarga mucho las eses mientras lo dice y ríe). Pero lo llevo bien, y cuando haces un programa de televisión como es el mío, durante cinco horas diarias en los últimos veinte años de mi vida, lo que tienes es que estar muy agradecida de que la gente te vea.

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P.- ¿Y cómo empieza todo? ¿Lo de estudiar Periodismo lo tuvo siempre claro?

R.- Tuve mis dudas. Hay un momento cuando eres adolescente en el que tienes que decir qué quieres hacer, y no tienes mucha posibilidad de darle vueltas porque con 17 años tienes que tomar una decisión. Yo ese último año había estado estudiando en EE.UU. y se me daban muy bien las Humanidades. Estuve a punto de quedarme en Colorado, dudé muchísimo. Pero mi madre me convenció para volver a España porque tuvo la sensación de que, si estudiaba la carrera en EE.UU., me quedaría a trabajar allí y no volvería jamás. Y eso que mi madre tenía siete hijos y yo siempre le decía que qué más le daba que desapareciera una, pero bueno, yo era la pequeña. Así que volví y ya entré en la rueda de matricularme en España.

Estuve dudando entre la Psicología y el Periodismo, porque lo que yo tenía muy claro que se me daba muy bien era escuchar. Me gusta mucho escuchar, siempre tengo mucha curiosidad y hago entrevistas allá donde voy. Este verano que he estado en Argentina a los taxistas los tenía fritos, les interrogaba, les preguntaba por Milei, por la situación económica del país... Siempre me ha interesado mucho más lo que me puedan contar que lo que diga yo. Pero también había estado entrevistando a periodistas en EE.UU., e incluso a un presentador de un programa muy parecido a lo que es Espejo, y me gustaba ese ambiente de redacción. Siempre me ha gustado leer prensa, he sido una rata de biblioteca desde muy pequeña. Y pensé que desde el periodismo tenía la oportunidad de ser corresponsal, que era lo que quería, de hacer crónicas desde una gran ciudad.

P.- Creo que es muy común ese vínculo entre el periodismo y la psicología. Muchos lo ponemos de segunda opción.

R.- Fíjate, pues igual que yo.

P.- Quizás es por la empatía.

R.- Sí, y el periodismo está muy vinculado a la psicología. Una entrevista tiene mucho de factor psicológico, en la estrategia que tienes que emplear para abordarla. Y yo, desde muy pequeña, siempre quise ser espía, que también está muy vinculado. ¡Pero ahí no me pude matricular! Si no lo hubiese puesto de segunda o tercera opción...

La periodista Susanna Griso, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández E. E.

P.- Es usted la pequeña de siete hermanos. Le habrán dicho muchas veces eso de que es 'la mimada', pero en realidad ser la pequeña no es ningún chollo. ¿Cómo fue para usted?

R.- En mi caso tiene una parte buena, y otra que no lo es tanto. Mi reinado duró muy poco porque tengo una sobrina que es nueve meses más pequeña que yo, y viene a ser un poco como mi hermana pequeña, e inmediatamente después vinieron 15 sobrinos más. Yo estoy a caballo entre la generación de mis hermanos y la de mis sobrinos, entonces he sido un poco la mujer puente. Y tengo mucha relación con mis sobrinas más mayores, que son casi de mi edad, y evidentemente también con mis hermanos y hermanas mayores.

P.- ¿Entonces no tuvo tanto esto de la protección? Porque a su vez tenía que proteger a sus sobrinos...

R.- Claro, yo recuerdo haber tenido un poquito de protección relativa. Pero, si hablaras con mi cuñada, ella siempre cuenta que de pequeña a mí me daban muchísima caña en casa. Al ser la pequeña, tenía a seis hermanos dispuestos a educarme a todas horas. Mis padres habían criado a muchos hijos y a mí ya no se me esperaba (yo soy la séptima, pero me llevo nueve años con la sexta), así que igual eran menos exigentes de lo que fueron con los mayores, pero lo compensaban seis hermanos a los que siempre les parecía que tardaba en levantarme de la mesa para recoger, que no había hecho bien la cama, que no estaba ayudando a poner bien los platos... Es decir, que tenía muchos tutores.

P.- Lévenos a su infancia, a algún recuerdo que tenga con sus padres, hermanos.

R.- Yo recuerdo mucho el mar, porque mi padre siempre fue un entusiasta del mar y de todo lo que implicaba. Desde muy joven tuvo un barco de vela y se pasaba, cuando podía, anclado en una cala todo el verano. Y me contaba que salía a pescar y entablaba amistad con todos los pescadores de la zona y se alimentaba de lo que pescaba. Su verano era esa sensación de libertad. Pienso que él nos ha transmitido esa pasión por el mar y la navegación. Nos pasábamos horas en la playa de Pals, en la Costa Brava, que tenía muchas dunas y unas torres de comunicación de los americanos Radio Liberty, que utilizaban para transmitir mensajes, la propaganda a los países del este, y era una zona militar que estaba vallada y apenas tenía edificios. Y allí estábamos siempre, en esa playa, buscando coquinas entre la arena. A mí me divertía muchísimo estar con él buscándolas. Luego nos llevábamos el cubo lleno a casa, las hervíamos y ese era el aperitivo. Ahora he vuelto a esa playa, he buscado coquinas y no he encontrado ni una. ¡Probablemente las esquilmamos! Y también recuerdo de esa época salir con una menorquina que compartíamos con unos primos, nos tirábamos al agua y cogíamos ostras.

P.- ¡Ostras!

R.- Había que hacer un poco de submarinismo, pero a pulmón libre, y eso ahora sería imposible. No las encontrarías.

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P.- He oído que sus hermanos son muy artistas, cantan y bailan… ¿Susanna Griso tiene algún talento artístico además de la capacidad comunicadora?

R.- Sí, pero el arte para cantar y bailar se lo han quedado mis hermanos. Todos mis primos son músicos (tengo una que es flauta travesera en el Liceo de Barcelona; otra, violinista; otra que es chelo; una soprano y un director de orquesta) y en su casa, desde muy pequeños se escuchaba siempre Mozart, Wagner… Todos sacaron mucho provecho también de la afición que tenía mi padre por la música clásica. Y, de mis hermanos, varios tocan la guitarra. Y todavía en los encuentros familiares en Navidad…

P.- Hacen buenas jams.

R.- Sí, todos cantamos. Empezamos con los villancicos, pero luego siempre nos vamos a un repertorio que va desde Serrat, Raimon, Llach, Bob Dylan, Los Beatles…

P.- ¡Mucho cantautor por ahí!

R.- Mucho cantautor, ¡que al final tampoco nos puedes pedir que cantemos como una orquesta! Pero vamos, se les da bien y yo les hago coros, ahí me sumo. También tengo una hermana, por ejemplo, que baila muy bien flamenco, mientras que yo soy un poquito más tímida.

P.- ¿Y qué tiene todavía de su padre y de su madre?

R.- Sí… Pues yo me reconozco en muchas cosas de mis padres. Posiblemente mi carácter es más parecido al de mi madre. Mi madre era una persona a la que yo admiraba mucho, y también mis hermanas y hermanos, y la familia y amigos en general, porque era muy tolerante, muy cariñosa a pesar de que había vivido unas circunstancias muy difíciles, como todas las personas de esa generación. Nació, fíjate, en el año 23, bajo el golpe de Estado de Primo de Rivera. Y evidentemente vivió la guerra y la posguerra. Tuvo un padre muy duro al que perdió con quince años, y tuvo que criar a su hermano pequeño porque su madre había muerto en el parto. Pero ella, a pesar de la dureza de su experiencia vital, era sumamente carismática y muy culta. Y a veces me reconozco en esa parte que tenía ella de ser muy empática, de intentar no juzgar a las personas, de escuchar más que buscar el protagonismo.

La periodista Susanna Griso, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández E. E.

P.- ¿Y su padre?

R.- Eran el yin y el yang, porque mi padre, en cambio, era una persona con un carácter muy fuerte: mucho más explosivo, muy pasional. Creo que a mi madre le gustó siempre el carácter de mi padre porque ella era más retraída, más germana incluso, te diría, en cuanto a sus sentimientos, en su pudor, en sus vergüenzas. Mi padre me recordaba que se compró un descapotable rojo y que la sedujo por ahí. A él le encantaba bailar, le encantaba cantar, viajar y, en la medida de sus posibilidades, comer bien. Disfrutar de la vida en general. Y yo creo que a mi madre eso la sedujo mucho. En sus últimos años de vida tuvimos mucha oportunidad de hablar, añoraba muchísimo a mi padre, y me decía que él le había hecho ver una perspectiva muy distinta a la que ella había vivido en su casa, con una educación muy rígida. Me contaba incluso que, fíjate lo que era esa época, cuando murió su madre, su padre les prohibió llorar en el funeral.

P.- Uf. A una niña tan pequeña.

R.- Y que fue vestida de luto durante más de un año. Era una generación educada en eso, en la contención, en una frialdad tremenda. Y eso a ella durante muchos años la incapacitó en parte para mostrar abiertamente sus sentimientos.

R.- Si no es por el amor, muchas veces no se llega a ver otras realidades. ¿Estuvieron enamorados hasta el final?

P.- Mucho, mucho. Cuando hacemos estos encuentros familiares que te contaba, cantamos la canción de Serrat de Els Vells Amants (Los viejos amantes) porque ese es el retrato de mis padres: mi padre regalándole una rosa a mi madre en Sant Jordi, y ella comprando un libro. Escuchándose mucho, ¡y también peleándose a veces por las tazas de arroz de las paellas! Mi padre invitaba a un regimiento siempre y solía decir que no hay nada que no se arregle en esta vida con una taza más de arroz. Pero mi madre le contestaba que el fumet da para lo que da, ¡y que llega un momento en que no tienes caldo para tanta taza!

P.- Bueno, que todo en la vida fueran discusiones por las proporciones para el arroz.

R.- Sí, esas son las discusiones que yo les recuerdo, podían batallar, pero por este tipo de cosas muy cotidianas. Luego la vida les dio algún palo grande y siempre estuvieron apoyándose mutuamente y queriéndose muchísimo.

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P.- Su madre estuvo ligada a la enología, a las bodegas. ¿Ese camino no le llamó?

R.- No, a mí me gusta el cava, y lo bebo y lo disfruto cada vez más. Pero no. Sí me recuerdo de pequeña corriendo por las bodegas familiares, y mi abuelo que era muy estricto y muy patriarca, siempre quería que estuviera todo el mundo muy puntual en esas comidas, que eran casi un ritual. Luego jugábamos los primos en las bodegas. Estos son mis recuerdos de infancia, pero luego hubo una bronca familiar y entonces nos distanciamos parte de la familia y dejé atrás ese pasado. Lo he recuperado años después.

P.- Ha formado también su propia familia, compuesta por dos hijos biológicos, una adoptada y un prohijado también. ¿Cómo se llevan?

R.- Se quieren mucho. Mira, los hermanos mayores de mi prohijado y de mi hija adoptada siempre han sido muy cariñosos con ellos. Mis hijos siempre han acogido a Dorcette en casa con muchísimo cariño, y le han dado esa fuerza que necesitaba, porque ella vino de un orfanato, y llegó a España, a un país que a priori parece hostil si eres la única niña afro en un entorno blanco y con un idioma que no es el tuyo. Además, al principio yo pensé que iba a ser un problema que hubiese tanta diferencia de edad, porque eran ocho años los que tuve que esperar para poderla adoptar, y ya para entonces mis hijos mayores eran adolescentes, pero creo que eso fue bueno porque eran mucho más maduros y estaban más conscientes. Además, para su padre y para mí era muy importante que nos acompañasen a Costa de Marfil y fuimos todos.

P.- Menuda experiencia vital.

P.- Sí, esa acogida en ese orfanato… Para ellos también fue muy importante. Yo me alegro mucho de que no se lo hayan perdido. Y luego cuando Koudous (su prohijado) salió del centro de menores tenía la edad de mi hijo mayor, 16 años, y pensé que para él y para Mireia iba a ser muy bueno conocer otra realidad de un niño que tenía exactamente su misma edad, pero con una vida durísima porque había perdido a sus padres, le había criado su abuela, se había tenido que cruzar prácticamente media África para trabajar y para tener una oportunidad de cruzar el Estrecho y venirse a España. Ahora con Koudous coincidimos mucho en las fiestas familiares, pero él ya tiene su vida hecha y está viviendo en Barcelona, emancipado. Creo que también ha sido una influencia buenísima para ellos.

P.- ¿Qué es la amistad para Susanna Griso?

R.- Es importantísima. Yo me siento muy amparada porque tengo un grupo de amigas -que no son de mi profesión, cada una somos de profesiones distintas- que nos ayudamos mucho mutuamente. Tenemos un chat y nos escribimos a todas horas, y siempre que podemos coincidimos. Y eso que estamos un poco desperdigadas porque algunas viven en Barcelona, otras en Girona, y otras en Madrid. Pero siempre que podemos hacemos alguna escapada, nos vamos a Marruecos o nos vemos en la Costa Brava… O en mi casa, muchas veces vienen a mi casa, y yo les planteo planes de fin de semana. Y luego también tengo muy buenos amigos en Madrid a los que me siento muy ligada. A veces pienso que me gustaría verles más, pero justo ayer me recordaban una frase de Borges que dice que el amor necesita frecuencia, pero la amistad no. Y es bastante cierta: el amor lo tienes que abonar mucho, y la amistad, aunque no la abones tanto, siempre está ahí. Hay personas a las que veo menos de lo que querría, pero cuando nos vemos siempre tengo la sensación de que no ha pasado el tiempo, de que estamos todos en la casilla de salida.

La periodista Susanna Griso, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández E. E.

P.- Manuel Vicent me dijo que, para él, la amistad es un sentimiento azul. Y es verdad, quizá por oposición al rojo demandante del amor, de la pasión.

R.- Totalmente, estoy de acuerdo.

P.- ¿Y el periodismo? ¿Cómo lo ve a día de hoy? ¿Cuál sería nuestra peor falla?

R.- La precariedad, ¿no? Hemos tenido que lidiar con la precariedad también, pero si comparas los sueldos de cuando nosotras empezamos a los que tienen ahora muchos de los reporteros, es evidente que es una profesión que cada vez se está precarizando más. Y con la llegada de Internet, la aparición de los medios digitales, la caída de la publicidad… Se está convirtiendo cada vez en una profesión más heroica. Pero eso no le quita una pizca de pasión. Y pienso que es tan importante además el periodismo, y más en estos momentos donde toca más que nunca fiscalizar al poder y ser independiente, valiente y objetivo (a pesar de que la objetividad en esta profesión siempre es complicada, ¿no?). Por eso igual cambiaría de adjetivo: objetividad por honestidad. Creo que ahora más que nunca hay que dejar la trinchera de lado e intentar ser lo más honesto posible para que no nos coloquen esas etiquetas que estamos viendo en este clima de polarización.

P.- ¿Y con el clickbait, cómo lo llevas?

R.- No me perturba mucho. He tenido épocas, sobre todo cuando empezó Internet, las redes sociales, en que me sorprendía que ese clickbait fuera tan forzado… Veías una frase muy descontextualizada, y en un programa como el mío de cinco horas diarias puedes acabar siendo trending topic por los motivos más insospechados. Ahora no me ocurre tanto, y cuando lo he sido últimamente es más por una cuestión personal que me ha sorprendido porque ¿qué interés pueden suscitar mis circunstancias personales? ¿El hecho de que me case o me deje de casar? Pero bueno, a estas alturas he aprendido a torear y no le doy mayor importancia.

La última vez que hubo un clickbait fue por una pamela que llevé en la boda de Cayetano. ¡Corrió esa fotografía hasta extremos insospechados! Pero hay que tomárselo un poco a broma. Cuando te hablaba de mis orígenes en el periodismo, le pregunté a este periodista de Colorado cuál tendría que ser la principal cualidad de un periodista, y él me dijo que debía tener piel de rinoceronte. Y yo pensé que aquello era imposible, que me tenía que dedicar a otra cosa, pero al final he conseguido endurecerme mucho, sobre todo porque he tenido campañas orquestadas desde el chavismo al independentismo, desde la extrema derecha o la extrema izquierda. Y eso ayuda mucho a navegar en un mar revuelto. Ahora las tormentas me preocupan muy poquito, y eso me hace muchísimo más fuerte.

P.- Creo que ha cenado con todos los presidentes del Gobierno.

R.- O comido.

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P.- La confianza que haya podido ganar, ¿es óbice para darles caña, cuando toca?

R.- No. Ahora ya tengo ciertos anticuerpos. Mira, anoche cené con un expresidente, y eso no es un problema para que al día siguiente tenga que hablar de algo que a él le afecta. Lo que sí procuro siempre es que, cuando hay una información, si tengo vía directa con ese expresidente, les haya llamado y les haya pedido que me contaran su versión. Y luego muchas veces utilizas esa coletilla tan válida del entorno o fuentes próximas a. Pero porque lo importante aquí siempre es conocer la otra versión, sobre todo cuando es de algo que les afecta a ellos directamente.

P.- Al tratarlos, supongo que es más fácil darse cuenta de lo que ha llamado "la trastienda de la política" la puesta en escena. Parece que en política la distancia entre persona y personaje aumenta. ¿Por qué ? ¿Es marketing político? ¿O porque es necesario endurecerse por ese grado de exposición tan alto?

R.- A ver, las bambalinas de la política, y las de la televisión, son a veces muy parecidas a las del teatro: siempre hay una escenificación, e incluso una exageración. La puesta en escena no siempre se corresponde con la relación que pueden tener esos mismos políticos fuera del plató o fuera del parlamento. Ahora sí que estamos perdiendo un poquito este punto que había años atrás de fair play, pero sí que hay momentos que me han sorprendido de ellos porque ves que pueden ser muy duros en sus planteamientos públicos, pero que luego en privado tienen una muy buena relación de amistad, incluso estando en partidos distintos.

Ayer me contaba un presidente que, durante muchos años, estuvo viéndose todas las semanas con el líder de la oposición, que luego le sustituyó. Y me dijo que durante muchos años todas las semanas hablaban de lo que llevaba al Consejo de Ministros al día siguiente, y le informaba porque en muchos casos él no se lo había leído.

P.- ¿Y dónde se veían, allí en el Congreso?

R.- La reunión no sé dónde se producía, si en el Congreso o en la propia Moncloa. Pero yo pensaba en lo buenísimo de que hubiese ese nivel de relación tan estrecha entre presidentes llamados a sucederse, como ocurrió durante la Transición. Eso propició grandes acuerdos entre fuerzas aparentemente opuestas, y que además venían de haber estado en trincheras distintas en la Guerra Civil. Qué pena que se haya perdido esto. A veces incluso las disidencias se pactaron abiertamente.

La periodista Susanna Griso, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Sara Fernández E. E.

Yo quiero pensar que esto en algún momento se recuperará, pero tengo la sensación de que cada vez más la política está polarizada, y el comportamiento de los votantes es muy emocional. Tiene mucho que ver con las pasiones, las buenas y las bajas, y eso además acaba determinando. El voto se decide en las últimas 72 horas, incluso en las últimas 48 antes de unas elecciones. Por eso las campañas tienen muchísimo más peso específico que años atrás y los mensajes en muchos casos son muy emocionales, pero dentro de unas ideologías que son cáscaras de nuez, porque luego no hay un proyecto de convivencia, no hay un programa de gobierno muy diferenciado por parte de un partido político. Echo en falta la voluntad de servicio político. Siempre estamos hablando de estrategias políticas, de la demoscopia, de determinadas actuaciones que hacen los políticos con el objetivo de que salga un tema o de que se trate otro, de que haya una cortina de humo.

P.- Sabe que ahora ya no paro de pensar con qué expresidente cenó, y a quién le dio el relevo. En mi cabeza es Zapatero hacia Rajoy.

R.- (Susanna ríe). No, pues no lo es, no lo es. No te puedo contar más, porque si no ya atarías los cabos, que eres buena periodista.

R.- Llevo un rato disociada: medio escuchándole medio haciendo elucubraciones.

P.- (Ríe). No, no, no, si algún día me autoriza contaré esto.

P.- En cualquier caso, ojalá cundiera el ejemplo.

R.- Sí, sí, sí. Durante años me dijo que hablaban, ¿eh? Y que comentaban lo que iban a llevar al día siguiente al Consejo de Ministros. Llamativo. Esto sería imposible hoy, que se viesen Feijóo y Sánchez y comentasen los temas del Consejo de Ministros, y le dijese Feijóo a Sánchez, ¿pero cómo lleváis este tema? ¿Cómo se te ocurre? Y que el otro llamase a sus ministros y les preguntara si tenían claro probar tal proyecto de ley mañana, o si mejor lo retiraban de la agenda del Consejo de Ministros porque no estuviera suficientemente atado.

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P.- Suena utópico, sí. Susanna Griso madruga muchísimo, hoy también has madrugado un montón, y si encima tuviste cena ayer, estarás agotada.

R- Sí, acabé tarde, pero es que hay cenas que merecen incluso que una vaya a trabajar con cuatro horas de sueño, y es el caso de la de anoche. Pero ahora caeré, porque esta entrevista la realizamos cuando todavía estoy en la ola, que estoy saliendo del programa, y a partir de ahora ya comeré y hoy sí que voy a echarme una siesta, que luego tengo la presentación de un libro y voy a acabar tarde.

P.- Yo te voy a liberar ya enseguida, pero, por curiosidad: un día normal, ¿cuántas horas duermes? Porque es difícil dormir con los horarios que tenéis.

R.- Ya, pues entre seis y siete. Pero fíjate, duermo menos de lo que tenía que dormir, eso lo tengo claro, pero lo importante es la calidad del sueño, y últimamente estoy teniendo más. Ha habido rachas que he dormido poco y mal, y eso entonces me mata, porque de repente tienes lapsus, te falla la memoria, estás cansado, bostezas en los vídeos, y eso es algo que no me puedo permitir. A pesar de todo, todo el mundo me comenta, y te lo digo porque es el equipo de maquillaje, la redacción, mis amigos… que tengo una energía desbordante.

P.- Y mucha lucidez, eso está claro. Durante cinco horas de programa.

R.- Pues te lo agradezco. Son 20 años ya en Espejo, y lo que tengo es para dar y tomar energía, porque me gusta mucho lo que hago, entonces me levanto con muchas ganas y esa necesidad que tengo de leerme todos los periódicos y de llegar por lo menos a plató con la lección bien aprendida. Ahora que son, además, tantas tramas de corrupción las que nos tenemos que estudiar a diario, me gusta llegar con ese croquis en la cabeza bien organizado. Y a partir de ahí ya me da igual lo que venga, porque la escaleta a veces se te queda como hoy, que hemos dado prioridad a la comparecencia de Santos Cerdán, y ha habido 40 minutos de escaleta que han desaparecido. Pero si tienes los temas bien interiorizados, luego ya el examen lo apruebas.

P.- Y en forma se ve que estás. Siempre me pregunto cuál es tu rutina de brazos.

R.- No, pues como dice mi entrenador, soy una farsante, porque hago mucho menos de lo que cabría pensar. En esto debo de tener buena genética, e intento comer bastante bien. Hago un día por semana pilates desde hace 20 años, ahí sí que he sido muy disciplinada, e intento arrancar uno o dos días más para ir al gimnasio, hacer rutina de máquinas, o yoga. O si no siempre me queda la opción de pasear a los perros o correr…

P.- Para cerrar: ¿qué le pides a los años venideros?

R.- Pues… Estoy en un momento de mucha plenitud, me siento muy feliz. En un momento muy dulce en todo lo personal, con mi pareja, con mis hijos, con mis amigos. Y en esa parte sólo me queda seguir abonando. Y en la parte profesional está siendo un año muy apasionante, pero a la vez muy, muy, muy cansado… No sé durante cuánto más tiempo vamos a poder mantener esa sensación de vértigo. Pero mientras tenga la oportunidad de seguir contándolo desde esta atalaya que son los mañanas de Antena3, me siento sumamente privilegiada.

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