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Tengo algo que decir sobre el Adolfo Suárez de la denuncia

Tengo algo que decir sobre el Adolfo Suárez de la denuncia
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Es evidente que el PSOE está usando la denuncia contra Suárez para para tapar los escándalos de corrupción y de abusos sexuales que cercan a Pedro Sánchez, su gobierno y su familia.

El rey Juan Carlos I abraza a Adolfo Suárez. Adolfo Suárez Illana

Columnas Tengo algo que decir sobre el Adolfo Suárez de la denuncia

Es evidente que el PSOE está usando la denuncia contra Suárez para para tapar los escándalos de corrupción y de abusos sexuales que cercan a Pedro Sánchez, su gobierno y su familia.

Publicada 20 diciembre 2025 08:34h

Entre 1982 y 1985, un plazo de tiempo tan amplio que en él caben muchas biografías, Adolfo Suárez fue un ser humano destruido. Tanto política como personalmente.

1980 y 1981 fueron los años de la demolición de la UCD, una frágil coalición de familias que se odiaban entre sí (democristianos, socialdemócratas, liberales) y cuyo único pegamento fue el poder que ostentaron durante un muy breve plazo de tiempo.

En la España de 1981, el PSOE ya asomaba como fuerza socialmente hegemónica y en el ejército se odiaba casi más al centro de la época que a los comunistas del PCE.

Durante esos años, los barones de la UCD conspiraban contra Suárez. Le bloqueaban leyes en el Parlamento. Filtraban rumores a la prensa. Conspiraban en restaurantes para acabar con él.

En enero de 1981, Suárez, presionado por el rey y su propio partido, dimitió. Luego intentó recuperar el control de la UCD, pero Landelino Lavilla le ganó la partida.

Suárez fundó entonces el CDS como tabla de salvación personal.

Adolfo Suárez ante la mirada de Juan Carlos I y Torcuato Fernández Miranda.

En octubre de 1982, Suárez se estrelló en las urnas con su nuevo partido obteniendo un resultado humillante: dos diputados (él y Rodríguez Sahagún).

Felipe González consiguió en esas elecciones 202 diputados, la mayor victoria de la historia de la democracia española. Esos 202 diputados le concedieron a la izquierda un poder absoluto.

Antes de esa fecha, durante los años de la Transición, no hubo políticos alfa desde un punto de vista mediático, sino más bien una amalgama de protagonismos muy repartida.

Pero Felipe González inauguró la era de la nueva política convirtiéndose en un personaje omnímodo y omnipresente. Entre 1982 y 1985, sólo hubo un político en España, y ese fue Felipe. El resto eran secundarios y, en la mayoría de los casos, terciarios.

Incluidos los que sólo unos meses antes habían ostentado algún poder.

Suárez, por su parte, pasó en sólo unos meses de ser el presidente del Gobierno a sentarse en el Grupo Mixto, en el gallinero del Congreso de los Diputados.

Los años 1983, 1984 y 1985 fueron un calvario para Suárez. La prensa se reía de él y los más benevolentes de sus acólitos "sólo" le tenían lástima. Los artículos donde se le describía como un fracasado, como un "jarrón roto" o como un traidor al centro y la derecha española eran habituales.

La más mínima anécdota sobre él se utilizaba para enterrarlo unos pocos metros más hondo.

Su poder era nulo.

Una mujer denuncia a Adolfo Suárez por agresión sexual continuada entre 1982 y 1985 cuando ella era menor

Suárez ya no tenía el BOE, ni la policía (en manos de Barrionuevo) ni por supuesto RTVE, que fue okupada por el PSOE de una forma tan brutal que la garra sigue cerrada a día de hoy y ninguna victoria del PP, por contundente que sea, logrará aflojarla jamás, salvo cierre o demolición.

La principal preocupación de Suárez en aquellos años fue pagar las deudas de la campaña electoral del CDS (el ex presidente estuvo al borde de la quiebra) y evitar la desaparición de su liliputiense partido.

Entre 1982 y 1985, Suárez era un político acabado, cegado por la paranoia y obsesionado con las traiciones, fuertemente vigilado por los servicios de inteligencia del PSOE (el CESID de la época tenía tantos ojos sobre él como sobre ETA) y sin un círculo de confianza digno de tal nombre, puesto que todos habían huido de su lado y nadie quería siquiera rozarse con "un fracasado".

La rehabilitación histórica de Suárez llegó mucho, mucho después.

El primer paso fue el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia concedido en 1996. Con ese paso, el establishment de la época (con Aznar y Felipe González aplaudiendo) firmó la paz con él.

Desde ese día, Suárez pasó de ser "el político fracasado del CDS" a ser "el arquitecto de la democracia".

Esa fue su rehabilitación política dentro del pequeño círculo de los muy cafeteros de la Transición.

Su santificación popular y mediática llegó incluso más tarde. Concretamente el 31 de mayo de 2005, cuando su hijo, Adolfo Suárez Illana, reveló en La 1 que su padre tenía Alzheimer y que ya no recordaba haber sido presidente.

Esa noticia provocó una ola de empatía nacional instantánea (en España somos cainitas en vida, pero hipócritamente benevolentes en cuanto olemos la muerte ajena).

Álvaro Morte, el Adolfo Suárez de la serie: "Me parece alucinante el viaje que hizo del franquismo a la democracia"

El 18 de julio de 2008, el rey Juan Carlos I le entregó el Toisón de Oro en su casa. La famosa foto de ambos de espaldas paseando por el jardín (tomada por su hijo) se convirtió en un icono.

Esa imagen selló el estatus de Adolfo Suárez entre los transicionistas como "padre de la patria". Su recuerdo histórico quedó desde entonces ligado al del rey Juan Carlos I en la memoria colectiva.

Pero sólo entre los boomers. Para las generaciones posteriores, Suárez queda hoy tan lejos como los reyes visigodos.

La decisión de ponerle su nombre al aeropuerto de Madrid fue tomada el 26 de marzo de 2014, apenas tres días después de su muerte (el 23 de marzo de 2014).

Desde entonces han pasado casi doce años.

El aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas.

Como es obvio, desconozco si la denuncia de una mujer que en 1982 tenía 17 años y que describe una presunta agresión sexual continuada de Adolfo Suárez es cierta.

En las informaciones originales de los medios de extrema izquierda El Salto e InfoLibre no se da la más mínima prueba de su veracidad, más allá de la palabra de la denunciante y de detalles circunstanciales. Ambos medios se limitan a reproducir el relato de la denuncia.

Tampoco hay pruebas en los medios del PSOE que se sumaron luego a la noticia: El País, la Ser, RTVE, elDiario.es y la agencia EFE. Nada, cero. Nadie se ha molestado en investigar. 

Y tampoco ayuda en nada el hecho de que la denuncia se haya presentado cuarenta años después de los hechos y con el presunto agresor muerto desde hace doce y, por tanto, sin capacidad de defenderse.

O que la denuncia haya llegado cuando la lucrativa industria del feminismo institucional, un Estado paralelo financiado con dinero público por el PSOE y sus socios, empieza a ser socavado por la realidad, pero también por libros como Esto no existe, de Juan Soto Ivars.

Finalmente, es evidente que no hay mucho más en la reacción de Podemos y PSOE a la denuncia que el evidente intento de deslegitimar la Transición y el régimen constitucional surgido de ella para tapar los escándalos de corrupción que cercan a Pedro Sánchez, su gobierno y su familia.

La Constitución cumple 47 años: cinco protagonistas de la Transición advierten de que la democracia está amenazada

Porque a Pedro Sánchez lo sostienen dos pilares electorales: el voto catalán y el voto de las mujeres. Y esta denuncia podría aliviar, al menos en parte, la sangría generada en este último por los escándalos de abusos sexuales en la Moncloa y en el PSOE.

Cuando todos son agresores sexuales, nadie lo es. Ese es el cálculo.

Así que sobre si la denuncia es o no cierta, no tengo la más mínima idea y me abstengo de opinar.

Pero de algo sí estoy seguro.

Cuando la denunciante describe al Adolfo Suárez de 1982-1985 como un político arrollador, seductor, rodeado de una guardia pretoriana de acólitos y con un poder amenazador e intimidante, no parece estar hablando del Adolfo Suárez real, sino del interpretado por el actor Álvaro Morte en la serie de Movistar Plus+ Anatomía de un instante.

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    Fuente original: Leer en El Español
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