Sábado, 20 de diciembre 2025, 01:00
... personas que hace mucho no se ven, familias separadas e incluso los que se ven todos los días se unen todos para desearse todos felices fiestas y un próspero año nuevo. Pero desde hace unos años ha irrumpido un invitado que al principio se acogió con el afecto típico de esta época, pero que ahora se ha convertido, sin duda, en un invitado innecesario y para muchos indeseable e incluso molesto. Hay gestos cotidianos que, sin darnos cuenta, definen quiénes somos. Sentarse a la mesa es uno de ellos. No es sólo comer, sino compartir. En una época en la que lo inmediato manda, reunirse a comer o cenar en Navidad se ha convertido casi en un acto de resistencia. El diálogo empieza mucho antes de que pronunciemos una palabra. Comienza en cómo nos sentamos, en si esperamos a los demás, en si damos las gracias, en si pedimos las cosas con educación. Los buenos modales en la mesa no son una cuestión de etiqueta ni de clases sociales; son, sencillamente, una forma de respeto. Y el respeto es la base de cualquier convivencia sana.Hablar durante una comida no es perder el tiempo. Es ganarlo. Es aprender a escuchar opiniones distintas, a discrepar sin levantar la voz, a contar cómo ha ido el día, a interesarse por el otro. Es simplemene tener una mínima educación, transmitida sin manuales ni discursos grandilocuentes.
Esta Navidad puede ser una buena ocasión para recuperar hábitos que nunca debimos perder. Apagar el móvil durante la comida. Expulsarlo de la mesa. Sentarnos sin prisas. Compartir pan, palabras y silencios. Volver a la mesa como espacio de encuentro y no de huida. Porque, al final, no hay tecnología que sustituya una conversación sincera ni pantalla que iguale el calor de una mesa compartida. Y si podemos, cantar villancicos como antes y no que lo cante el puñetero móvil, mejor. ¡Feliz Navidad!
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