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A Edu Casanova

A Edu Casanova
Artículo Completo 1,028 palabras
Te escribo desde la admiración: hacer pública en voz alta tu condición de persona con VIH es un acto liberador de grandísima valentía

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Efe

Javi Gines

Director de 'Yo, adicto', la serie basada en su propia lucha personal contra las drogas y el alcohol, premiada en los Emmy Internacionales

Miércoles, 24 de diciembre 2025, 00:11

... año), del Emmy Internacional que ganó Oriol Pla, de cómo siento la necesidad de pararme a pensar y descansar porque tengo la sensación de llegar consumido a las fiestas. Era una carta algo anárquica en la que coexistían una sucesión de temas que, supongo, nos preocupan a muchos: la sensación de vivir en un momento asfixiante en el que todo ocurre a la vez y todo exige una reacción inmediata; el avance de la ultraderecha y los fanatismos; el genocidio de Gaza; la crisis de la vivienda y la falta de perspectiva para varias generaciones; la demonización de la duda como una manera de posicionarse ante la realidad; la desconexión social y soledad que sufrimos en silencio, etc.

Querido Eduardo:

Te escribo esta carta en Navidad con amor y con respeto. Nos conocemos desde hace muchos años y, aunque no somos íntimos amigos, sé que nos tenemos mucho cariño y que nos admiramos desde la distancia. Te escribo desde un lugar humilde: el de alguien que ha sentido una profunda admiración al ver el tráiler del documental en el que haces pública tu condición de persona con VIH. Admiración porque nombrar algo así en voz alta en España todavía cuesta mucho y es un acto político liberador de grandísima altura y valentía. Porque cuando alguien lo hace sin dramatizar y sin esconderse, algo se hace mejor para todos. Como si una corriente de oxígeno penetrase en un lugar en el que hace ya demasiado tiempo que mucha gente se ahoga.

Hoy muchísima gente en España respira mejor gracias a ti.

Decir en público que vives con VIH hoy no debería ser un gesto extraordinario, pero la realidad objetiva y comprobable es que lo es. No por el virus, sino por todo lo que lo rodea. Por la repugnante estigmatización y condena social. Por las creencias falsas que lamentablemente siguen vivas, por la incultura orgullosa, por las miradas reprobatorias y silencios que pesan más de lo que deberían. Por la deshumanización de aquellos que se atreven a decir su verdad en voz alta.

Has puesto tu cuerpo y tu corazón para abrir camino y eso tiene un valor incalculable. No como confesión, sino como acto de cuidado hacia ti y hacia todos. Has dado un golpe en la mesa, con toda la contundencia y libertad que siempre te han caracterizado, y, al hacerlo, nos has hecho a todos mejores.

Muchas personas viven con VIH en España y, sin embargo, la mayoría lo hace en secreto. Se calcula que cerca del 80% no lo dice o solo se lo cuenta a alguien muy concreto. No porque no quieran compartir su vida, sino porque saben que decirlo puede cambiar la forma en que el mundo los mira. Ese silencio no es timidez, es protección, es supervivencia. Y que siga siendo necesario hablar de ello dice mucho de nosotros como sociedad y de lo equivocados que estamos.

También dice mucho que, a pesar de los avances médicos, todavía haya tanta desinformación. Hoy sabemos algo fundamental: cuando una persona con VIH se diagnostica, está en tratamiento y mantiene la carga viral indetectable, no transmite el virus. Indetectable es intransmisible. Esa realidad debería habernos traído tranquilidad, pero no ha sido suficiente para borrar el estigma. El miedo y la serofobia y la repulsa van más lentos que la ciencia y suelen resistirse a marcharse.

Por eso tu forma de decirlo importa tanto. No te colocas por encima de nadie. No das lecciones. No conviertes tu vida en ejemplo. Simplemente hablas. Y al hacerlo, derribas prejuicios y haces que otros y otras no se sientan solos. El miedo, gracias a ti, pierde fuerza y deja de ocuparlo todo.

Tu trabajo artístico siempre ha tenido algo de eso: no tener miedo, ser libre, mirar donde cuesta mirar, hablar de lo que incomoda sin perder ternura ni humanidad. Ahora has hecho lo mismo contigo. Has dicho tu verdad sin pedir permiso ni perdón. Y eso es la valentía. La mayor que existe. Es cansarse de esconderse. Es querer vivir sin cargar con una vergüenza que nunca fue tuya.

Ojalá que lo que has compartido no se quede solo en una noticia que pasa. Ojalá sea el comienzo de algo, de un cambio real, de la presencia de más abrazos y menos juicios. Ojalá sirva para que aprendamos más, para que cuidemos mejor. Para que dejemos de insultar y hacer preguntas que hieren y empecemos a hacer gestos que acompañan. Para que nadie tenga que demostrar que una vida con VIH es una vida plena, digna y deseable, porque lo es.

En Navidad se habla mucho de luz, pero la luz de verdad aparece cuando alguien se nombra sin esconderse. Cuando alguien dice «esto soy» y sigue adelante. Y cuando un gesto individual transforma todo haciéndolo colectivo. Has derribado puertas y ventanas a mazazos, Edu. Tú has iluminado la oscuridad. Que no se te olvide nunca.

Gracias por eso. Gracias por tu honestidad y por recordarnos que vivir con autenticidad, incluso cuando da pavor, sigue siendo una de las formas más bonitas y más necesarias de estar hoy en el mundo.

Gracias, Edu. Te adoro muy fuerte.

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Fuente original: Leer en Diario Sur - Ultima hora
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