Alfonso Goizueta peina ya algunas canas. Pocas, eso sí, pero se entrevén en su densa melena cuidadosamente peinada, nada que ver con los looks a lo futbolista moderno que lucen muchos adolescentes. Alfonso tiene 26 años recién estrenados, de ahí, que esos cabellos blancos despisten. Llega a la redacción de 20minutos con su nueva novela, El sueño de Troya (Planeta), la primera que publica tras quedar finalista, en 2023, del premio Planeta con La sangre del padre, una epopeya sobre Alejandro Magno que firmó con 24 noviembres y que lo convirtió en el ganador más joven de la historia del galardón.

Aunque solo han pasado dos años entre el premio y este libro, el escritor confiesa que su vida ha dado un giro brutal. "Me ha cambiado radicalmente, no me voy a andar con tapujos", dice. "El premio supuso un gran espaldarazo y me ha permitido poder dedicarme por entero a la escritura sin tener que trabajar en una oficina por la mañana o o tener otro trabajo que me permitiera escribir por las tardes o los fines de semana. Ha convertido la escritura en mi elemento central".

"Escribir sé que voy a escribir siempre, pero claro, de aquí a toda la vida... me pides una ejercicio de futurismo que no sé si soy capaz de hacer hoy", añade cauteloso cuando se le interroga por sus planes.

Producto de ese afán y de esa inquietud que ha profesionalizado por méritos propios es El sueño de Troya, una novela de bella factura que relata la expedición arqueológica de un joven griego en la colina de Hisarlik, donde un millonario y su mujer dicen haber encontrado las ruinas de la ciudad de Troya. Lo que empieza como una aventura se convierte en una obsesión y en un reto a la cordura.

El protagonista del libro, Yannikis, no es él, Alfonso, dice, aunque no oculta que la novela tiene muchos tintes biográficos. "Yo estaba escribiendo de un arqueólogo que no acababa de encontrar la ciudad que iba buscando, que Troya se le escapaba entre los dedos, al mismo tiempo que a mí esta novela, que es muy laboriosa y muy difícil de escribir, se me iba escapando también entre los dedos. Entonces, casi ha habido un paralelismo entre la obsesión de los personajes y y la mía propia, por eso digo que ha sido 'autobiográfica'".

Porque para Alfonso, este nuevo trabajo no ha sido un trayecto sencillo, si acaso, lo contrario. "Durante mucho tiempo temí que no fuera a salir. La novela ha tenido muchas versiones, ha habido muchos momentos en los que pensé en abandonarla, porque pensé que la historia no estaba encajando de la manera que yo quería, que los personajes no estaban saliendo y que yo no estaba sabiendo transmitir el mensaje, ni si era correcto. Este trabajo me me ha obligado a hacerme grandes preguntas".

Eso fue la primera versión que estaba en la cabeza del autor, hasta que surgió el principal actor, Nicholas Yannikis. "Él tiene esos ojos ajenos, un narrador testigo a través del cual el lector pudiera acercarse a esta figura demoníaca del millonario Schliemann (otro de los protagonistas). Para ello, he tenido dos grandísimas inspiraciones. Una ha sido ha la narración de Moby Dick (de Herman Melville) y la locura del capitán Ahab".

"También me impactó muchísimo leer el El impostor, de Javier Cercas, porque hubo un momento donde el autor escribe que él tiene miedo de si escribe esta novela, que la gente piense que está legitimando a Enrique Marco (el impostor) y en el fondo tiene miedo de ser como Enrique Marco. Y yo creo que a mí me ha pasado lo mismo con Schliemann".

¿Le ha costado más escribir esta novela que la premiada La sangre del padre? "Han sido han sido procesos distintos, la anterior era una novela que no tenía ningún tipo de presión ambiental, por así decirlo, ni circunstancial. La escribí durante más tiempo y era el experimento de un joven tratando de aproximarse a la literatura, luego pasó lo que pasó. En cambio -subraya- esta ha sido una novela mucho más precisa en su construcción, en su estructura, en la forja de lo que es una obra narrativa".

En cuanto al proceso narrativo, Goizueta ha sido un tanto 'insumiso'. Sus editores han esperado al último momento para ver la conclusión del mismo. "Para ellos, ha sido muy arduo porque yo no no entregaba nada, yo solo he entregado cuando ya ha estado absolutamente terminada, no he ido compartiendo el proceso. Soy un escritor muy solitario y no me gusta que las novelas se conviertan en una tormenta de ideas entre mucha gente".

Admite que entre sus inseguridades estaba ver la reacción de los editores, acostumbrados a escritores más ortodoxos. "Yo tenía tal confusión de ideas en la cabeza, tantas versiones que funcionaban a la vez que se iban combinando... La novela es en sí un yacimiento arqueológico porque tiene cosas de la primera versión, de la segunda, la tercera, la cuarta, o sea, todo se ha combinado en una composición de estratos literarios".

A pesar de la minuciosidad con que describe la vieja Troya, los restos arqueológicos y las ruinas, Alfonso Goizueta nunca ha estado en ese escenario. "No he estado ahí y y durante un durante un momento me dije, 'Igual tengo que ir a verlo'. Pero me parecía que aparte de que no tenía la oportunidad por temas de tiempo, pensé que también tenía esa gracia de visitar una Troya imaginaria como la que pudieron visitar ellos. Y el Hissarlik que describo en esta novela, tiene ese viso como de un lugar mítico y casi fantástico".

Desde la ficción, Goizueta apuesta por revisitar la historia. "Parece que Troya la tenemos asociada a las películas, a Brad Pitt. Por eso, me parece que es otra forma de llegar a también a la historia. Eso es una reinvención del mito, he vuelto mucho sobre La Ilíada".

La novela no solo no olvida sino que privilegia el papel de la mujer en esos tiempos antiguos pero no tanto, a través del personaje de Sofía, la mujer de Shliemann. "Sofía tiene este sino de tener que vivir en mi ficción lo que su marido no le dejó vivir en la realidad, algo que me parecía cruelísimo, tristísimo. Porque ella hubiera querido estar ahí, ella hubiera querido participar en ese descubrimiento y su marido no la dejó, sino que la obligó a pasarse el resto de su vida teniendo que escuchar a la gente ella no había estado allí".

Y ¿el sueño de Troya es parecido al sueño de Goizueta? "Estoy viviendo un sueño. Pero ya es un sueño que se va estabilizando hasta tal punto que me puedo convencer de que igual es parte de la realidad", concluye animoso.