Solo en el último año tres menores han sido detenidos en la Costa del Sol por asuntos relacionados con el crimen organizado: uno llegó a asesinar a un hombre. Pero no es algo habitual. Las alarmas ya han saltado en la Unidad de Delincuencia contra el Crimen Organizado (Udyco), que está atenta a este cambio de tendencia en el crimen organizado. La peculiaridad reside en los autores, conocidos como baby sicarios. Tienen un perfil muy marcado: menos de 18 años, procedentes de países de Europa, captados a través de redes... Y matan por un puñado de miles de euros.

El crimen organizado ha encontrado una nueva forma de expandirse. Captan a adolescentes con problemas, adictos, con una familia desestructurada o simplemente desesperados, para que hagan el trabajo sucio. Les pagan 4.000 o 5.000 euros para apretar el gatillo aprovechándose de que son impunes, explica el jefe de la Udyco a Málaga Hoy.

Una deuda y facilidad para conseguir armas

El sistema utilizado habitualmente es contactar con ellos a través de redes como Telegram. Un trampolín para captar a los más inocentes, en muchos casos desde fuera de España. Tal y como aclara el experto, gran parte de estos episodios responde a órdenes emitidas desde el extranjero: "Los problemas de allí nos los traemos aquí".

Algunos vienen de Suecia, Bélgica o Países Bajos, lugares donde operan importantes organizaciones como la conocida Mocromafia, una de las redes más temidas de todo el continente. Los autores intelectuales viven a miles de kilómetros de donde tienen lugar los hechos. No se manchan las manos, destacan desde la Udyco.

El modus operandi de estas bandas es muy claro. Generan una deuda en los chicos fiándoles droga y, a cambio, les ofrecen saldarlas con un encargo. "Su forma de pagarles es hacer un trabajo", explica el jefe de la Udyco al mismo medio, y detalla que esto supone una relación fatal: "Esto crea una dependencia y ya no los sueltan". Una vigilancia, un tiro, una cuchillada. Cada trabajo abre la puerta al siguiente y sigue alimentando la relación.

Fuentes policiales aseguran a El Español que, no obstante, lo que predomina sigue siendo el sicariato procedente de Sudamérica: "Lo que encontramos comúnmente son colombianos que llegan a España con este tipo de encargos".

El contexto del mercado de armas tampoco ayuda, apunta. Y es que la Costa del Sol se ha convertido en un lugar donde las pistolas y los revólveres van y vienen cada vez con más facilidad, según reconoce el de la unidad policial: "Han aumentado y, si tienes los contactos adecuados, se consiguen con facilidad".

Captados a través de redes sociales

Una de las claves son las redes sociales, concretamente Telegram. Un portal que oferta trabajos sanguinarios y violentos para todos aquellos que no tienen miedo a posibles consecuencias ni condenas. Este experto detalla a dicho medio que se trata de una canal que permite moverse con discreción. Tan solo hace falta abrir una cuenta, sin revelar la verdadera identidad y desaparecer si las cosas no van bien.

Estos factores, junto a la dificultad para rastrear y controlar ciertos contenidos, hacen de esta red social la plataforma perfecta para que criminales hagan y deshagan a su antojo. El espacio ideal para desarrollar negocios turbios sin el importuno de las autoridades.

Casos en los últimos meses

Uno de los casos más sonados tuvo lugar el 7 de diciembre de 2024. Un hombre de 25 años, nacido en Países Bajos, fue asesinado en Fuengirola. Trabajaba en un club de cannabis del municipio malagueño. Se encontraba en el interior del inmueble, pero cuando se marchó el último cliente, un menor belga ya le estaba esperando fuera.

Fusil de asalto en mano (arma de guerra), no se lo pensó dos veces. Cuando su víctima se asomó a la puerta apretó el gatillo y disparó en varios ocasiones. Las autoridades apuntan a que todo podría tratarse de un ajuste de cuentas relacionado con el crimen organizado neerlandés. El presunto autor material había sido contratado en Países Bajos.

El chico no perdió el tiempo. Cambió su apariencia y huyó a territorio holandés con uno de los cómplices con quien había colaborado. A pesar de intentar no dejar rastro, finalmente fue arrestado, no sin antes revolverse contra los agentes: sin ningún pudor disparó contras las autoridades e hirió de gravedad a un agente y a una mujer ajena a los hechos. Tuvo que ser abatido.

Algo similar ocurrió con un joven sueco, de 17 años, a mitad de 2024. Desde Estocolmo dieron la voz de alarma. Se dirigía hacia la Costa del Sol para acabar con la vida de un centroeuropeo. Después viajó en VTC hasta Riviera del Sol, donde esperaba a su objetivo, que entrenaba en un gimnasio. Al día siguiente compró guantes, mascarillas, sudadera, zapatillas y bolsa de deporte, todo de color negro, según explica El Español. Se tiñó el pelo, cambió de hotel, hacía pagos en efectivo... Toda una labor de despiste.

Tras una orden internacional emitida por Suecia, los agentes intervinieron y se abalanzaron sobre el chico en Benalmádena. En su habitación de hotel encontraron anotaciones y, horas después, llegó la confirmación: iba a recibir un AK-47. El pago previsto era de 40.000 euros. Alegó que estaba de vacaciones.