La mala suerte de Costis llegó hasta a la portada de The New York Times: «In Spanish Village, Everyone's a Winner, Almost» -«en un pueblo español, todos son ganadores, casi»-, titulaba el diario más influyente del mundo junto a la imagen de un grupo de jubilados jugando a las cartas.
La afortunada localidad era Sodeto (Huesca) y el «casi» iba por él, por Costis. Se acababa de celebrar el sorteo de Navidad de 2011 y parte de El Gordo -«una auténtica obsesión nacional», explicaba el NYT a sus lectores la peculiaridad de nuestra lotería- se lo habían repartido los 227 vecinos de esta pequeña localidad compuesta por 75 casas.
La Asociación de Amas de Casa de Sodeto había vendido puerta a puerta 1.200 papeletas de cinco euros cada una del número 58.268 -cuatro se jugaban; uno para la asociación-, lo que suponía 96 millones de euros en premios. Si se hace la división, salen a una media de 1,28 millones por vivienda. En todas, todas, todas las casas había tocado algo. En todas salvo en la de Costis.
Costis era el apelativo con el que conocían a Konstantinos Mitsonakis, de 56 años hoy. El griego, ingeniero de sonido y fotógrafo, había llegado a Sodeto siguiendo a una paisana de la que se había enamorado. La relación se rompió pero él se quedó. Se compró una finca de ocho hectáreas en las afueras y se instaló en su granero, desde el que tenía -y tiene- privilegiadas vistas a los torrellones, unas impresionantes formaciónes geológicas con forma de chimeneas.
Sobre las 10.00 horas de aquel 22 de diciembre de 2011, mientras la alcaldesa agarraba un megáfono y gritaba la mejor noticia que nunca había dado -«Sodeto, felicidades, nos ha tocado la lotería»-, a Costis lo llamaba un amigo desde el Ave. Le decía que no sabía que había pasado en Sodeto, pero que debía de ser algo gordo porque en el tren la gente no dejaba de mencionar el nombre del pueblo al teléfono.
Costis no entendía muy bien las escenas que presenció cuando se acercó a la plaza pero regresó a por su cámara para grabarlas . «Brincapan, gritaban, lloraban. Me parecían unas reacciones exageradas. Los escuchaba decir: 'Yo, una papeleta; yo, cuatro; yo, ocho...'. Pero yo no entendía qué significaba exactamente. Cuando me dijeron que cada papeleta eran 100.000 euros...».
Costis nos contaba esto cuando lo visitamos en su casa de Sodeto en diciembre de 2012, un año después. «Yo creo que voy a sacar más de la lotería que mis vecinos, porque tengo el guión perfecto», se las prometía él también felices. Se refería el griego a al rédito que, aventuraba, le iba documental que estaba preparando.
Titulado Cuando tocó, partía de las imágenes de aquella felicidad pura que el grabó en los primeros momentos para ahondar luego con decenas de horas de entrevistas en las historias humanas de los nuevos millonarios y cómo les había cambiado el Gordo la vida, de haberlo hecho. Anunció Costis que se estrenaría en 2015, luego un par de años después, más tarde dijo que sería en el 2019.
-¿Qué ha sido del documental? -le preguntamos ahora.
-Sigue en marcha, sé que suena absurdo pero sigue en marcha. Hemos tenido que parar unos tres años por varias razones y vamos a aprovechar para registrar los cambios que ha habido en este tiempo, para contar qué supone tanta pasta para una población tan pequeña y cómo afecta a su futuro. Estoy seguro que hay mucha gente que piensa en el pueblo que no hay documental, pero sí que lo hay, paciencia, -responde convencido de que lo terminará en 2026.
A los agraciados, anticipa, no les ha cambiado mucho la vida. El pueblo de agricultores, que había invertido en la conversión de sus tierras al regadío, saldó deudas, compró mejor maquinaria, arregló las casas. «Han ganado en tranquilidad», resume Costis, quien sigue sin ser fan de la lotería. «Yo no compro, me la compran varios, como las amas de casa, que me dicen: 'Te hemos guardado una papeleta', pero yo no compro».
-¿Te la regalan?
-No, no, la pago. Eso lo he aprendido, que hay que pagarla.