Fernando del Amo se mudó a Benamira, una pedanía de Medinaceli, con tan solo 22 años. Había aceptado una oferta de trabajo a pocos kilómetros de este pueblo de Soria, del que era natural su familia paterna, y decidió instalarse en la casa de sus abuelos para ahorrarse el alquiler. "Vine para cuatro meses, pero ya llevo 16 años", reconoce a 20minutos. Lo que no se esperaba es que, en este tiempo, se convertiría en el único habitante de esta pequeña aldea.
La despoblación sigue siendo uno de los grandes desafíos del país. La falta de servicios y oportunidades, el aislamiento y el envejecimiento han provocado que muchas localidades se queden sin gente. Algunas acaban derrumbándose, pero otras sobreviven gracias a aquellos que se niegan a abandonarlas. Unos 1.800 núcleos poblaciones en España cuentan con un solo habitante, según el Padrón Continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Benamira lleva sufriendo esto en las últimas décadas. Cuando Fernando se mudó al pueblo, solamente había un habitante. Se trataba de Pedro, un anciano que llevaba toda la vida viviendo en la pedanía. Sin embargo, con el paso de los años murió y Del Amo se quedó completamente solo. Aun así, reconoce que no sintió (ni siente) miedo de la soledad, sino "rabia y pena". "Cuando cruzo la plaza y no veo a nadie, pienso en que todo lo levantaron nuestros abuelos y que ahora se ha quedado en nada", explica.
Sin servicios básicos
Uno de los grandes problemas de Benamira es la falta de servicios. "Lo más cercano es Medinaceli, a unos 10 kilómetros", asegura Del Amo, que tiene que desplazarse hasta allí para ir a una tienda o a la farmacia. Y si quiere comprar en un supermercado o al hospital, no le queda otra que conducir hasta Almazán, Sigüenza o Soria capital, a unos 90 kilómetros. "También pido por Internet, que te lo traen a la puerta de casa", explica, pero reconoce que prefiere consumir en los comercios locales. "Si se mueren estas tiendas, se acaba el pueblo", añade.
Sin embargo, no todo es malo. Vivir en esta aldea le ha permitido hacer cosas que en una ciudad no podría o no haría con tanta frecuencia. "Tengo un huerto, corro por el monte y salgo a recoger setas", cuenta. También organiza actividades con vecinos de otras localidades cercanas. Hace unos meses celebraron la primera carrera de montaña de Benamira, con 180 inscritos. Y a eso se suman concursos de croquetas, comidas populares... Todo para no dejar morir un pueblo que revive únicamente en verano, cuando hijos y nietos de antiguos residentes van de vacaciones.
Fernando ya tiene 38 años y no se arrepiente de haber tomado la decisión de mudarse a Benamira. "Desde fuera parece que estar solo es horrible, pero una vez que lo pruebas ves que es todo más sencillo, y se vive de las cosas sencillas", asegura. Agradece esa tranquilidad, aunque también anima a que otras personas a que se muden al pueblo. "Lo ideal sería que estuviésemos aquí 15 o 20 vecinos fijos", reconoce.
La despoblación sigue siendo uno de los grandes desafíos del país. La falta de servicios y oportunidades, el aislamiento y el envejecimiento han provocado que muchas localidades se queden sin gente. Algunas acaban derrumbándose, pero otras sobreviven gracias a aquellos que se niegan a abandonarlas. Unos 1.800 núcleos poblaciones en España cuentan con un solo habitante, según el Padrón Continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Benamira lleva sufriendo esto en las últimas décadas. Cuando Fernando se mudó al pueblo, solamente había un habitante. Se trataba de Pedro, un anciano que llevaba toda la vida viviendo en la pedanía. Sin embargo, con el paso de los años murió y Del Amo se quedó completamente solo. Aun así, reconoce que no sintió (ni siente) miedo de la soledad, sino "rabia y pena". "Cuando cruzo la plaza y no veo a nadie, pienso en que todo lo levantaron nuestros abuelos y que ahora se ha quedado en nada", explica.
Sin servicios básicos
Uno de los grandes problemas de Benamira es la falta de servicios. "Lo más cercano es Medinaceli, a unos 10 kilómetros", asegura Del Amo, que tiene que desplazarse hasta allí para ir a una tienda o a la farmacia. Y si quiere comprar en un supermercado o al hospital, no le queda otra que conducir hasta Almazán, Sigüenza o Soria capital, a unos 90 kilómetros. "También pido por Internet, que te lo traen a la puerta de casa", explica, pero reconoce que prefiere consumir en los comercios locales. "Si se mueren estas tiendas, se acaba el pueblo", añade.
Sin embargo, no todo es malo. Vivir en esta aldea le ha permitido hacer cosas que en una ciudad no podría o no haría con tanta frecuencia. "Tengo un huerto, corro por el monte y salgo a recoger setas", cuenta. También organiza actividades con vecinos de otras localidades cercanas. Hace unos meses celebraron la primera carrera de montaña de Benamira, con 180 inscritos. Y a eso se suman concursos de croquetas, comidas populares... Todo para no dejar morir un pueblo que revive únicamente en verano, cuando hijos y nietos de antiguos residentes van de vacaciones.
Fernando ya tiene 38 años y no se arrepiente de haber tomado la decisión de mudarse a Benamira. "Desde fuera parece que estar solo es horrible, pero una vez que lo pruebas ves que es todo más sencillo, y se vive de las cosas sencillas", asegura. Agradece esa tranquilidad, aunque también anima a que otras personas a que se muden al pueblo. "Lo ideal sería que estuviésemos aquí 15 o 20 vecinos fijos", reconoce.