Saturday, 06 de December de 2025
Política

El feminismo ante Salazar y Soto Ivars

El feminismo ante Salazar y Soto Ivars
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"Lo indignante no es que un acosador se colara en Moncloa, sino que Moncloa lo protegiera" Leer

Es una lástima que las novedades sobre el caso Paco Salazar hayan sorprendido al feminismo oficial boicoteando el libro de Juan Soto Ivars. Estos días, en que hemos conocido detalles tan poco edificantes sobre la conducta del señor Salazar, desde sus paseos con la cremallera bajada a la simulación de felaciones, a uno le habría gustado que el feminismo más combatiente acampara a las puertas de Ferraz en gesto de protesta. No tanto por haber dado autoridad a un gorrín, sino por haberlo encubierto. Porque lo indignante no es que un acosador se colara en Moncloa, sino que Moncloa lo protegiera. Claro que es más fácil señalar a un escritor con melena que al consigliere del presidente del Gobierno, pero algunos pensábamos que incluso quienes creen que publicar un libro es un acto de violencia simbólica se indignarían más ante un caso de violencia real.

Esto ha sucedido en el núcleo de un partido que ha hecho del feminismo casi una música ambiental. Puedo imaginar a los portavoces del PSOE diciendo que España sería una tierra de machismo y barbarie si no fuera por Pedro Sánchez, cuando los hechos han revelado que los hombres del presidente no eran precisamente ejemplos de masculinidad renovada. Tampoco los protocolos del partido que gobierna con mano de hierro parecen propios de la organización moderna y feminista que dice liderar. La secuencia del caso Salazar es un manual de cómo no gestionar el acoso sexual: las denuncias desaparecen, se silencia a las víctimas, se promociona al denunciado y se apuesta por las soluciones internas sobre las judiciales. Las comparaciones con los casos de ocultamiento de los abusos sexuales en la Iglesia son sugerentes, pero serían injustas... para la Iglesia, que tiene la coartada de la jerarquía divina. El PSOE -suponemos- reconoce la justicia civil, aunque cada vez haya más pruebas de que vive arrodillado ante su propio dios.

El movimiento #MeToo, cuyos lemas se repiten mucho y se comprenden poco, no apelaba a las mujeres que se ofendían porque les servían la Fanta que había pedido su marido, sino a quienes habían sido víctimas de hombres poderosos y de las instituciones que se doblegaban para protegerlos. Si existiera un test para evaluar el cumplimiento del protocolo #MeToo, el PSOE y el equipo de Moncloa suspenderían de manera estrepitosa.

El feminismo oficialista no organizó paros, sentadas ni boicots cuando se publicaron los execrables audios de Ábalos y Koldo, ni planean hacerlo ahora que sabemos que desde Moncloa y Ferraz se dio cobertura a un acosador. Es difícil denunciar a un partido, mucho más que señalar a un escritor que no tiene mano en adjudicaciones ni presupuestos. Exigir dimisiones en Moncloa sería alterar un sistema circulatorio de influencia que nadie quiere poner en peligro. Mucho mejor descargar la furia en una librería.

Ahora, cuando se pregunten por qué los jóvenes reniegan del feminismo, uno de los movimientos políticos más admirables de los últimos dos siglos, recuerden semanas como esta. Los movimientos se debilitan cuando confunden el activismo con el teatro. Cuando el feminismo se convierte en un brazo acrítico de un partido, deja de ser movimiento social y se transforma en aparato. Y un aparato -por definición- protege al poder, no a las víctimas.

Fuente original: Leer en El Mundo - España
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