“El cerebro se debe tratar como un santuario”. Así de contundente es Rafael Yuste, el científico español que está liderando en el mundo la cruzada para que la humanidad vea protegidos sus datos mentales. No es un mensaje nuevo: hace algo más de un año ya habló para 20bits sobre su libro ‘El cerebro, el teatro del mundo’ y Yuste basaba su argumentación en este mismo pilar.
La ciencia y la tecnología avanzan rápido y todo aquello que hace poco nos parecía imposible, muy ‘Black Mirror’ como decimos los millennials, hoy está llamando a nuestra puerta: “Imagínate escribir a máquina mentalmente, pedir un Uber, entrar en una cafetería y pedir un café... todo sin abrir la boca”, comenta Yuste en la entrevista. Todavía no hemos llegado ahí comercialmente, pero la investigación y los dispositivos tecnológicos que tenemos actualmente van en ese camino. Y la explosión de inteligencia artificial generativa y modelos de lenguaje que ha habido en los últimos tres años todavía allanan más el camino.
Pero apenas existen leyes que regulen “el nuevo petróleo” de esta economía basada en la mente.
Médico y neurobiólogo de formación, Yuste es catedrático de Ciencias Biológicas y director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia. Su laboratorio estudia los circuitos neuronales en la corteza cerebral de los mamíferos y en los cnidarios. Fue el impulsor de la iniciativa BRAIN, un proyecto que financió la administración de Barack Obama y que intenta desvelar los misterios del cerebro fabricando nuevas herramientas de neurotecnología. También es el presidente de la Fundación Neuroderechos (NeuroRights), que lucha por proteger la actividad cerebral de las personas como un nuevo derecho humano. Y este es precisamente el motivo de su último libro, ‘Neuroderechos, un viaje hacia la protección que nos hace humanos’.
Yuste explica algunos de los secretos de nuestra mente y, sobre todo, cómo podemos lograr que nuestro más profundo ser, nuestros pensamientos, sigan siendo nuestros y no de un puñado de macrocompañías tecnológicas.
Los cinco neuroderechos que defiende la Fundación Neuroderechos (NeuroRights) son: derecho a la privacidad mental, que el contenido de la actividad cerebral no pueda ser descifrado sin el consentimiento explícito del ciudadano; derecho a la identidad mental, que a una persona no se le cambie su propia personalidad; derecho al libre albedrío, que no se modifique la capacidad de tomar decisiones propias; derecho al acceso justo y equitativo a la neuroaumentación, a las neurotecnologías que permitan mejorar la mente, y derecho a la protección de sesgos.
Queremos que el cerebro se considere un santuario: el santuario de la mente.
Con la neuroaumentación se podría empezar a corregir la ‘lotería de la vida’.
“Los neurodatos serán el nuevo petróleo”.
Yuste, a pesar de todo, se muestra optimista. Su libro cierra con un mensaje que lo refleja:
«La ciencia no va a parar, porque está impulsada por una red de personas apasionadas. También conseguiremos conquistar el cerebro. ¿Por qué no? Es otra parte más del cuerpo, la única que se nos ha resistido. Por ello, entenderlo es quizá el gran desafío de la biología moderna. Pero estamos en camino. Muchos de nosotros creemos que, cuando miremos atrás al siglo XXI, estaremos orgullosos y lo consideremos el siglo de la neurociencia, cuando por fin se entendió el cerebro, cuando los científicos conquistamos la desafiante montaña y pusimos la bandera de la humanidad en la cima».
La ciencia y la tecnología avanzan rápido y todo aquello que hace poco nos parecía imposible, muy ‘Black Mirror’ como decimos los millennials, hoy está llamando a nuestra puerta: “Imagínate escribir a máquina mentalmente, pedir un Uber, entrar en una cafetería y pedir un café... todo sin abrir la boca”, comenta Yuste en la entrevista. Todavía no hemos llegado ahí comercialmente, pero la investigación y los dispositivos tecnológicos que tenemos actualmente van en ese camino. Y la explosión de inteligencia artificial generativa y modelos de lenguaje que ha habido en los últimos tres años todavía allanan más el camino.
Pero apenas existen leyes que regulen “el nuevo petróleo” de esta economía basada en la mente.
Médico y neurobiólogo de formación, Yuste es catedrático de Ciencias Biológicas y director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia. Su laboratorio estudia los circuitos neuronales en la corteza cerebral de los mamíferos y en los cnidarios. Fue el impulsor de la iniciativa BRAIN, un proyecto que financió la administración de Barack Obama y que intenta desvelar los misterios del cerebro fabricando nuevas herramientas de neurotecnología. También es el presidente de la Fundación Neuroderechos (NeuroRights), que lucha por proteger la actividad cerebral de las personas como un nuevo derecho humano. Y este es precisamente el motivo de su último libro, ‘Neuroderechos, un viaje hacia la protección que nos hace humanos’.
Yuste explica algunos de los secretos de nuestra mente y, sobre todo, cómo podemos lograr que nuestro más profundo ser, nuestros pensamientos, sigan siendo nuestros y no de un puñado de macrocompañías tecnológicas.
Los cinco neuroderechos que defiende la Fundación Neuroderechos (NeuroRights) son: derecho a la privacidad mental, que el contenido de la actividad cerebral no pueda ser descifrado sin el consentimiento explícito del ciudadano; derecho a la identidad mental, que a una persona no se le cambie su propia personalidad; derecho al libre albedrío, que no se modifique la capacidad de tomar decisiones propias; derecho al acceso justo y equitativo a la neuroaumentación, a las neurotecnologías que permitan mejorar la mente, y derecho a la protección de sesgos.
Queremos que el cerebro se considere un santuario: el santuario de la mente.
Con la neuroaumentación se podría empezar a corregir la ‘lotería de la vida’.
“Los neurodatos serán el nuevo petróleo”.
Yuste, a pesar de todo, se muestra optimista. Su libro cierra con un mensaje que lo refleja:
«La ciencia no va a parar, porque está impulsada por una red de personas apasionadas. También conseguiremos conquistar el cerebro. ¿Por qué no? Es otra parte más del cuerpo, la única que se nos ha resistido. Por ello, entenderlo es quizá el gran desafío de la biología moderna. Pero estamos en camino. Muchos de nosotros creemos que, cuando miremos atrás al siglo XXI, estaremos orgullosos y lo consideremos el siglo de la neurociencia, cuando por fin se entendió el cerebro, cuando los científicos conquistamos la desafiante montaña y pusimos la bandera de la humanidad en la cima».