Durante siglos, los Países Bajos han sido un país de agua, canales y humedales que exigían ingenio para la caza local. De ese paisaje nació un perro pequeño, ágil y alegre, capaz de atraer patos con el simple movimiento de su cola. Así se ganaron su nombre, su fama y, más tarde, su desaparición casi total. Porque el Kooikerhondje, o spaniel holandés, es una de esas razas que estuvieron a punto de quedar relegadas a los cuadros del siglo XVII, donde se les puede ver acompañando escenas domésticas y familiares en obras de pintores como Jan Steen. En esas telas se reconoce sin dificultad la silueta del perro rojiblanco que se movía con soltura entre los estanques artificiales, diseñados para capturar las aves acuáticas antes de que existiera la pólvora.
El declive de esos estanques trampa, que durante la Edad Moderna podían medir entre tres y diez hectáreas y funcionaban como un sistema sofisticado de caza selectiva, fue también el declive del perro que trabajaba en ellos. El Kooiker no perseguía ni cazaba directamente, sino que era un señuelo viviente, un especialista en tentar la curiosidad del pato. Su cola, larga y muy plumosa, entraba y salía de la vegetación en un movimiento calmado que guiaba a los ánades salvajes hacia el ‘tubo’ del señuelo, una estructura que desembocaba en una trampa. Ese trabajo se realizaba en silencio absoluto, motivo por el que la raza nunca desarrolló un temperamento ruidoso, y motivo también por el que desapareció cuando los métodos de caza cambiaron. Tras la Primera Guerra Mundial, con la popularización de las armas de fuego, mantener estos estanques trampa dejó de ser rentable y la raza canina tan estrechamente vinculada con el método se extinguió en la práctica.
Sin embargo, el spaniel holandés sobrevivió gracias a un gesto deliberado y casi clandestino durante la ocupación nazi. A finales de 1939, la baronesa Van Hardenbroek van Ammerstol decidió recrear la raza como forma de resistencia. Cedía a los vendedores ambulantes que pasaban por su propiedad un pequeño retrato en blanco y negro de esta raza local y un mechón de pelo, confiando en que reconocieran a un descendiente auténtico. Uno de ellos lo consiguió. En una granja de la provincia de Frisia encontró a la que hoy se recuerda como Tommy, la hembra fundadora de los spaniel holandeses modernos. Con ella, la baronesa comenzó un proyecto de cría sistemático, que durante décadas trató de recuperar no solo la apariencia del apreciado perro autóctono, sino su carácter equilibrado, su agilidad y su gusto por el trabajo en exteriores. Con 52 camadas criadas bajo el afijo Walhalla entre 1942 y 1976, la baronesa garantizó que el linaje no se perdiera.
En 1966, el Raad van Beheer, el organismo cinológico holandés, autorizó la crianza provisional, y en 1971 la raza fue reconocida oficialmente. Desde entonces, el Kooiker ha pasado de ser un perro estrictamente utilitario a una raza familiar apreciada en toda Europa, pese a que su presencia sigue siendo minoritaria. Pero eso ha permitido que conserve muchos de los rasgos que lo caracterizaron durante siglos, como la elegancia de sus movimientos, la mirada alerta y amistosa y un equilibrio muy holandés entre la energía y la calma.
Del arte a salvar una vida real
Hay razas que deben su fama a sus hazañas, y el spaniel holandés tiene una historia que los neerlandeses no han olvidado. Se cuenta que uno de estos perros, llamado Kuntz, fue el responsable de alertar al príncipe Guillermo de Orange de un intento de asesinato, salvándole la vida. Esa asociación con la casa de Orange colocó a la raza en los retratos familiares de los siglos XVII y XVIII, donde su silueta aparece en escenas domésticas que hoy permiten identificar a sus antepasados sin apenas margen de duda.
Otra curiosidad fácilmente reconocible son los llamados aretes, pequeños mechones negros en las puntas de las orejas, un sello distintivo desde que la baronesa los fijó como parte del estándar.
Sociable, adaptable y abiertamente afectuoso
El spaniel holandés es un perro alegre, atento y seguro de sí mismo, seleccionado para tomar decisiones en entornos complejos sin perder la calma. Ese origen se refleja en un temperamento muy equilibrado. Es enérgico y trabajador al aire libre, pero tranquilo y fácil de manejar en la convivencia en interior. Tiene la energía suficiente para disfrutar de largos paseos, juegos y deportes caninos de bajo impacto, pero sin la impulsividad que caracteriza a otros perros del grupo spaniel. Suelen ser muy leales, algo sensibles y con una notable capacidad para vincularse con una sola persona dentro del núcleo familiar.
Con desconocidos adoptan una actitud sociable y abierta, y su nivel de adaptabilidad es alto, siempre que dispongan de actividad regular. En familia, destacan por ser afectuosos y por aprender con rapidez. Disfrutan de tareas que impliquen búsqueda, detección y pequeños retos mentales.
Por su tamaño manejable, su carácter y su gusto por participar en la vida diaria, resultan adecuados para hogares activos que valoren un perro sociable, poco vocales, atento y con ganas de trabajar. La clave está en ver al spaniel holandés como lo que es, un perro pequeño con espíritu deportivo y profundamente vinculado a su historia.
Para ampliar información sobre el spaniel holandés, se puede contactar con la Federación Cinológica Internacional (FCI) o bien con la asociación holandesa del Kooikerhondje.
El declive de esos estanques trampa, que durante la Edad Moderna podían medir entre tres y diez hectáreas y funcionaban como un sistema sofisticado de caza selectiva, fue también el declive del perro que trabajaba en ellos. El Kooiker no perseguía ni cazaba directamente, sino que era un señuelo viviente, un especialista en tentar la curiosidad del pato. Su cola, larga y muy plumosa, entraba y salía de la vegetación en un movimiento calmado que guiaba a los ánades salvajes hacia el ‘tubo’ del señuelo, una estructura que desembocaba en una trampa. Ese trabajo se realizaba en silencio absoluto, motivo por el que la raza nunca desarrolló un temperamento ruidoso, y motivo también por el que desapareció cuando los métodos de caza cambiaron. Tras la Primera Guerra Mundial, con la popularización de las armas de fuego, mantener estos estanques trampa dejó de ser rentable y la raza canina tan estrechamente vinculada con el método se extinguió en la práctica.
Sin embargo, el spaniel holandés sobrevivió gracias a un gesto deliberado y casi clandestino durante la ocupación nazi. A finales de 1939, la baronesa Van Hardenbroek van Ammerstol decidió recrear la raza como forma de resistencia. Cedía a los vendedores ambulantes que pasaban por su propiedad un pequeño retrato en blanco y negro de esta raza local y un mechón de pelo, confiando en que reconocieran a un descendiente auténtico. Uno de ellos lo consiguió. En una granja de la provincia de Frisia encontró a la que hoy se recuerda como Tommy, la hembra fundadora de los spaniel holandeses modernos. Con ella, la baronesa comenzó un proyecto de cría sistemático, que durante décadas trató de recuperar no solo la apariencia del apreciado perro autóctono, sino su carácter equilibrado, su agilidad y su gusto por el trabajo en exteriores. Con 52 camadas criadas bajo el afijo Walhalla entre 1942 y 1976, la baronesa garantizó que el linaje no se perdiera.
En 1966, el Raad van Beheer, el organismo cinológico holandés, autorizó la crianza provisional, y en 1971 la raza fue reconocida oficialmente. Desde entonces, el Kooiker ha pasado de ser un perro estrictamente utilitario a una raza familiar apreciada en toda Europa, pese a que su presencia sigue siendo minoritaria. Pero eso ha permitido que conserve muchos de los rasgos que lo caracterizaron durante siglos, como la elegancia de sus movimientos, la mirada alerta y amistosa y un equilibrio muy holandés entre la energía y la calma.
Del arte a salvar una vida real
Hay razas que deben su fama a sus hazañas, y el spaniel holandés tiene una historia que los neerlandeses no han olvidado. Se cuenta que uno de estos perros, llamado Kuntz, fue el responsable de alertar al príncipe Guillermo de Orange de un intento de asesinato, salvándole la vida. Esa asociación con la casa de Orange colocó a la raza en los retratos familiares de los siglos XVII y XVIII, donde su silueta aparece en escenas domésticas que hoy permiten identificar a sus antepasados sin apenas margen de duda.
Otra curiosidad fácilmente reconocible son los llamados aretes, pequeños mechones negros en las puntas de las orejas, un sello distintivo desde que la baronesa los fijó como parte del estándar.
Sociable, adaptable y abiertamente afectuoso
El spaniel holandés es un perro alegre, atento y seguro de sí mismo, seleccionado para tomar decisiones en entornos complejos sin perder la calma. Ese origen se refleja en un temperamento muy equilibrado. Es enérgico y trabajador al aire libre, pero tranquilo y fácil de manejar en la convivencia en interior. Tiene la energía suficiente para disfrutar de largos paseos, juegos y deportes caninos de bajo impacto, pero sin la impulsividad que caracteriza a otros perros del grupo spaniel. Suelen ser muy leales, algo sensibles y con una notable capacidad para vincularse con una sola persona dentro del núcleo familiar.
Con desconocidos adoptan una actitud sociable y abierta, y su nivel de adaptabilidad es alto, siempre que dispongan de actividad regular. En familia, destacan por ser afectuosos y por aprender con rapidez. Disfrutan de tareas que impliquen búsqueda, detección y pequeños retos mentales.
Por su tamaño manejable, su carácter y su gusto por participar en la vida diaria, resultan adecuados para hogares activos que valoren un perro sociable, poco vocales, atento y con ganas de trabajar. La clave está en ver al spaniel holandés como lo que es, un perro pequeño con espíritu deportivo y profundamente vinculado a su historia.
Para ampliar información sobre el spaniel holandés, se puede contactar con la Federación Cinológica Internacional (FCI) o bien con la asociación holandesa del Kooikerhondje.