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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EPAlberto Surio
Domingo, 14 de diciembre 2025, 00:12
... una situación tal de convulsión que el manual de resistencia de Pedro Sánchez empieza a verse desbordado por completo. La decepción es enorme y abona el campo para el descrédito del sistema. El perfecto combustible para que carbure el motor de la extrema derecha. A la vez, el PP se frota las manos porque intuye que ha encontrado la piedra filosofal para desalojar a Sánchez del poder. Afloran sucesivas denuncias de supuestas actuaciones machistas de cargos del PSOE, que es pura dinamita en el voto progresista de las mujeres.Las elecciones extremeñas del próximo domingo serán un punto de inflexión. Se da por descontado el desacalabro socialista en una región que en su día fue feudo de la izquierda. El candidato del PSOE, José Miguel Gallardo, lleva el lastre del procesamiento por la contratación del hermano de Sánchez, un asunto que ha complicado su campaña, y el escenario español es la puntilla a sus intereses por salvar al menos los muebles. Pero el PP también puede verse sorprendido si el crecimiento de Vox, previsible, rompe todos los pronósticos. La marea ascendente de la ultraderecha erosiona las expectativas del PP de afianzarse como alternativa de poder creíble en España. El descrédito del sistema beneficia directamente a la extrema derecha. Una hemorragia no sería capitalizado por el PP, que aspira legítimamente a revelar a Sánchez, sino por Vox.
En este contexto, la apuesta por resistir, e incluso, por la resiliencia, se convierte en una jugada para minar al rival directo y generar un marco ideológico favorable. A Sánchez le interesa competir con Vox para aglutinar todo el voto contrario a la ultraderecha, retener a la izquierda y atraer a los nacionalistas periféricos a los que les asusta la ola liderada por Abascal. La capacidad real para llegar a 2027 es bien limitada. La aritmética parlamentaria es inestable, los socios presionan con agendas propias y la oposición hace del bloqueo una táctica. Sin embargo, pese a todo, Sánchez cree tener incentivos para estirar el calendario al máximo.
El presidente necesita más tiempo aunque, a este paso, la pretensión de ganar tiempo pueda servir para aumentar la erosión. Sánchez es perfectamente consciente de sus dificultades, pero cree que el PP está atrapado. El pulso de los populares con Vox abre un abanico imprevisible. Incluso en unas hipotéticas elecciones generales adelantadas, si Vox diera el sorpasso y superase por poco al PP, podría permitir al PSOE mantenerse como primera fuerza política. El puzle se antoja complejísimo, porque surgirían voces a favor de una gran coalición entre socialistas y populares, y eso traería enormes tensiones en ambos partidos. Incluso Europa podría jugar a favor de esa opción, hoy inimaginable. Si esa ventana se abre, solo lo hará si el PSOE llega arriba en votos. Por eso Sánchez necesita tiempo.
Convocar elecciones prematuramente podría dejar a Sánchez expuesto a un cambio de ciclo institucional sin capacidad de controlar el relato ni el marco legal. Retrasar las elecciones, por tanto, no es solo táctica electoral: es también una forma de reducir riesgos personales y políticos mantener el control del Consejo de Ministros y gestionar desde dentro un ecosistema que le es cada vez más beligerante y hostil.
Sánchez muy difícilmente llegará al final natural de la legislatura, pero intentará acercarse lo máximo posible. No por fortaleza, sino por necesidad. Esperar el desgaste de la derecha y protegerse del frente judicial son incentivos demasiado grandes como para adelantar el reloj político. El Gobierno de coalición no se prolongará porque pueda sino porque no puede permitirse caer antes.
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