Hawkins, Indiana. 6 de noviembre de 1983. Will Byers se desvanece en la oscuridad. Una desaparición que marcaría la historia de las series y, por supuesto, de los hermanos Duffer, creadores de Stranger Things. Una década después, la pareja de showrunners se enfrenta a otra desaparición aún más importante: la puerta que Will abrió al terrorífico Mundo del Revés se cierra definitivamente con la quinta y última temporada de la serie.
"Todavía estamos en negación, no sé cuánto podremos seguir en esta fase", comenta Ross Duffer. "Yo creo que va para largo", le responde su gemelo Matt. No es ningún misterio que a los Duffer les cuesta despegarse del pasado. La nostalgia ochentera por su infancia es, de hecho, el pilar sobre el que han erigido esta descomunal catedral a la cinefilia que lleva años batiendo récords de Netflix.
Las expectativas para el final son altas, pero ellos apuntan aún más alto: quieren llevar al extremo su habitual juego de referencias. Empezaron como dos aficionados que se morían por homenajear a Spielberg o Stephen King, pero los Duffer se han ganado un lugar en la mesa de los mayores y ahora se atreven incluso a citarse a sí mismos. En esta temporada la fatalidad llega, de nuevo, un 6 de noviembre, esta vez de 1987.
Vecna ha desaparecido y la pandilla protagonista intenta darle caza cuando la hermana pequeña de Mike (Finn Wolfhard) desaparece como en su día hizo Will (Noah Schnapp). Un giro que desencadena la batalla final y promete desvelar las incógnitas que la serie lleva años escondiendo. "Queríamos cerrar el círculo, recuperar la esencia de la primera temporada pero con una escala mucho mayor. Estamos al final de un gigantesco coming of age, así que teníamos que volver a cómo empezaron los personajes para entender cómo acaban", confirma Ross.
Porque en Hawkins existe un villano aún más aterrador que Vecna: la madurez. Y ese viaje de crecimiento empieza mucho antes de Will, Mike y los demás. Empieza con Tristan. Tristan no aparece en la serie, pero este universo no existiría sin él.
"Tristan era nuestro único amigo, nuestro vecino. Con él pasábamos horas jugando a Dragones y Mazmorras. Durante la infancia vivimos nuestros mejores años, fue casi mágico. Pero el grupo duró solo unos años, luego pasamos a estar completamente solos en el instituto. Por eso la historia se ha ido volviendo más oscura a medida que los personajes crecen y entran en el instituto", recuerda Matt.
"Si la serie gusta en todo el mundo es porque todo el mundo tiene una infancia. Aunque no siempre la recordemos con cariño, tiene algo liberador que todos echamos de menos", matiza su hermano. Ese recuerdo es el motor primigenio de la serie: retratar a un grupo de niños que, a base de combatir demogorgons, llevan diez años creciendo en nuestras pantallas y ahora están a punto de despedirse definitivamente de la infancia.
"Las bases de los personajes siguen siendo las mismas. Las construimos cuando teníamos 12 años porque solo sabíamos hacer de nosotros mismos. Los Duffer partieron de eso y desde entonces los han desarrollado mucho", aclara Finn Wolfhard que, como su personaje Mike, también ejerce de líder de los actores.
"Al principio éramos iguales, pero con el tiempo nos fuimos separando de nuestros papeles y se volvió más divertido porque aparecían muchos más retos", añade Gaten Matarazzo (Dustin). En lo que también coinciden es en destacar que esta temporada por fin les ha permitido convivir y trabajar a diario con todo el reparto.
Después de las aventuras por el desierto californiano o la estepa rusa, la amenaza de Vecna congrega al extensísimo elenco de vuelta en Hawkins. De allí salen tramas tan esperadas por los fans como la que surge de la amistad entre Robin (Maya Hawke) y Will.
Sacar a los monstruos del armario
En una de las escenas más emotivas de la serie, Robin ya confesó su amor por otra chica y esta temporada plantea un viaje similar con el pequeño de los Byers, que acude a ella en busca de consejo. "La representación queer es importantísima en una serie tan espectacular que ve todo el mundo. Yo mismo me habría sentido más entendido y menos solo si de pequeño hubiera tenido un referente como Will", defiende Schnapp.
Como Will con la aceptación de su sexualidad, el resto de la pandilla también se enfrenta a su último rito de madurez: Mike lidia con la descomposición de su familia, Dustin sigue sufriendo el bullying y los demonios que desató el Hellfire club, Lucas intenta recuperar a Max (Sadie Sink), en un coma, y Eleven (Millie Bobby Brown) tiene que salvar el mundo una vez más.
A su lado, apoyándolos como siempre y mezclados en todas las combinaciones posibles, están los adultos: Nancy (Natalia Dyer) y Jonathan (Charlie Heaton) luchan por su relación, Robin y Steve (Joe Keery) pasan a liderar una radio clandestina, Joyce (Winona Ryder) y Hopper (David Harbour) intentan mantenerlos a todos a salvo y el conspiranoico de Murray (Brett Gelman)… bueno, sigue siendo Murray.
Estas amistades inesperadas, oasis de calma en medio de la tormenta, son ya marca de la casa y, para los creadores, suponen uno de los mayores retos de la escritura. Como auténticos maestros de los juegos de rol, los Duffer colocan las fichas en el tablero y las mueven con distintas alineaciones en un equilibrio casi imposible.
"Hacer malabares con todos los personajes y conseguir que no se pierda el ritmo es lo más difícil de la serie. Hay veces que nos quedamos dormidos leyendo un guion, lo tiramos y volvemos a empezar porque no tiene el ritmo necesario", advierte Ross. Y ese ritmo es fundamental, porque, viajes de crecimiento aparte, la aventura sigue latiendo en cada escena y ahora se vuelve más bélica que nunca.
La gran evasión musical
Si el body horror del Azotamentes, al más puro estilo de La cosa, marcó el cambio al cuerpo adolescente de los niños y el terror de los sueños de Vecna, cual Freddy Krueger, la pérdida de su inocencia, esta temporada tiene claro que la última etapa de la madurez es toda una guerra. Hawkins está bajo un estricta cuarentena militar y la pandilla protagonista actúa en paralelo al ejército, que también se prepara para la batalla final contra Vecna.
"Definitivamente es la temporada con más secuencias de acción. Nos fijamos mucho en películas bélicas como La gran evasión o incluso Hijos de los hombres, aunque no sea exactamente sobre la guerra", analiza Ross. A las filas del ejército se suma, en el papel de la Dra. Kay, Linda Hamilton, eterna Sarah Connor de Terminator y experta en combatir enemigos indestructibles. En Hawkins, además, los tambores de guerra suenan a Kate Bush o The Clash. Como ya demostró Running Up That Hill, la música ochentera no es un adorno más, sino un herramienta imprescindible para acabar con Vecna.
"La música siempre te ayuda a salir de los lugares más oscuros", sentencia Ross. "Nosotros no sabemos mucho de música en general, pero nos encantan las bandas sonoras. No podríamos crear sin música. Mientras escribimos tenemos siempre música y en el set a veces nos ponemos los cascos mientras grabamos para conseguir un tono específico", remata Matt. Para el gran final prometen un nuevo momento musical que probablemente sacuda las listas de éxitos navideños. Cuando mencionan el final lo hacen con pena, pero con convicción.
"Es difícil encontrar series que acaben bien, la mayoría se cancelan antes o no saben cómo cerrar. Nosotros nos fijamos en Breaking Bad o A dos metros bajo tierra, son finales que no dan al público exactamente lo que quieren pero se sienten orgánicos. Hace siete años que sabíamos cómo acabaría la serie y desde allí hemos construido hacia atrás", comparte Ross. Los Duffer lo tenían tan claro porque originalmente concibieron la idea para una película que les rechazaron.
En su lugar, se han vengado filmando un equivalente a 30 películas. Sobre todo, contando los extensísimos episodios finales que se estrenarán los próximos 25 y 31 de diciembre. Con el año nuevo, cierran el viaje y empiezan una vida nueva. Cabe, por tanto, preguntarles: ¿han pasado ya la página de la infancia?
"Es gracioso, tengo 42 años pero aún me siento muy inmaduro. Acabo de tener un hijo y, aunque por edad esté muy lejos, ahora estoy reviviendo la infancia a través de sus ojos", zanja Matt. Por lo pronto, trabajan en un spin-off con nuevos personajes y una película independiente a Stranger Things. Aún nos queda nostalgia de los Duffer para rato.
"Todavía estamos en negación, no sé cuánto podremos seguir en esta fase", comenta Ross Duffer. "Yo creo que va para largo", le responde su gemelo Matt. No es ningún misterio que a los Duffer les cuesta despegarse del pasado. La nostalgia ochentera por su infancia es, de hecho, el pilar sobre el que han erigido esta descomunal catedral a la cinefilia que lleva años batiendo récords de Netflix.
Las expectativas para el final son altas, pero ellos apuntan aún más alto: quieren llevar al extremo su habitual juego de referencias. Empezaron como dos aficionados que se morían por homenajear a Spielberg o Stephen King, pero los Duffer se han ganado un lugar en la mesa de los mayores y ahora se atreven incluso a citarse a sí mismos. En esta temporada la fatalidad llega, de nuevo, un 6 de noviembre, esta vez de 1987.
Vecna ha desaparecido y la pandilla protagonista intenta darle caza cuando la hermana pequeña de Mike (Finn Wolfhard) desaparece como en su día hizo Will (Noah Schnapp). Un giro que desencadena la batalla final y promete desvelar las incógnitas que la serie lleva años escondiendo. "Queríamos cerrar el círculo, recuperar la esencia de la primera temporada pero con una escala mucho mayor. Estamos al final de un gigantesco coming of age, así que teníamos que volver a cómo empezaron los personajes para entender cómo acaban", confirma Ross.
Porque en Hawkins existe un villano aún más aterrador que Vecna: la madurez. Y ese viaje de crecimiento empieza mucho antes de Will, Mike y los demás. Empieza con Tristan. Tristan no aparece en la serie, pero este universo no existiría sin él.
"Tristan era nuestro único amigo, nuestro vecino. Con él pasábamos horas jugando a Dragones y Mazmorras. Durante la infancia vivimos nuestros mejores años, fue casi mágico. Pero el grupo duró solo unos años, luego pasamos a estar completamente solos en el instituto. Por eso la historia se ha ido volviendo más oscura a medida que los personajes crecen y entran en el instituto", recuerda Matt.
"Si la serie gusta en todo el mundo es porque todo el mundo tiene una infancia. Aunque no siempre la recordemos con cariño, tiene algo liberador que todos echamos de menos", matiza su hermano. Ese recuerdo es el motor primigenio de la serie: retratar a un grupo de niños que, a base de combatir demogorgons, llevan diez años creciendo en nuestras pantallas y ahora están a punto de despedirse definitivamente de la infancia.
"Las bases de los personajes siguen siendo las mismas. Las construimos cuando teníamos 12 años porque solo sabíamos hacer de nosotros mismos. Los Duffer partieron de eso y desde entonces los han desarrollado mucho", aclara Finn Wolfhard que, como su personaje Mike, también ejerce de líder de los actores.
"Al principio éramos iguales, pero con el tiempo nos fuimos separando de nuestros papeles y se volvió más divertido porque aparecían muchos más retos", añade Gaten Matarazzo (Dustin). En lo que también coinciden es en destacar que esta temporada por fin les ha permitido convivir y trabajar a diario con todo el reparto.
Después de las aventuras por el desierto californiano o la estepa rusa, la amenaza de Vecna congrega al extensísimo elenco de vuelta en Hawkins. De allí salen tramas tan esperadas por los fans como la que surge de la amistad entre Robin (Maya Hawke) y Will.
Sacar a los monstruos del armario
En una de las escenas más emotivas de la serie, Robin ya confesó su amor por otra chica y esta temporada plantea un viaje similar con el pequeño de los Byers, que acude a ella en busca de consejo. "La representación queer es importantísima en una serie tan espectacular que ve todo el mundo. Yo mismo me habría sentido más entendido y menos solo si de pequeño hubiera tenido un referente como Will", defiende Schnapp.
Como Will con la aceptación de su sexualidad, el resto de la pandilla también se enfrenta a su último rito de madurez: Mike lidia con la descomposición de su familia, Dustin sigue sufriendo el bullying y los demonios que desató el Hellfire club, Lucas intenta recuperar a Max (Sadie Sink), en un coma, y Eleven (Millie Bobby Brown) tiene que salvar el mundo una vez más.
A su lado, apoyándolos como siempre y mezclados en todas las combinaciones posibles, están los adultos: Nancy (Natalia Dyer) y Jonathan (Charlie Heaton) luchan por su relación, Robin y Steve (Joe Keery) pasan a liderar una radio clandestina, Joyce (Winona Ryder) y Hopper (David Harbour) intentan mantenerlos a todos a salvo y el conspiranoico de Murray (Brett Gelman)… bueno, sigue siendo Murray.
Estas amistades inesperadas, oasis de calma en medio de la tormenta, son ya marca de la casa y, para los creadores, suponen uno de los mayores retos de la escritura. Como auténticos maestros de los juegos de rol, los Duffer colocan las fichas en el tablero y las mueven con distintas alineaciones en un equilibrio casi imposible.
"Hacer malabares con todos los personajes y conseguir que no se pierda el ritmo es lo más difícil de la serie. Hay veces que nos quedamos dormidos leyendo un guion, lo tiramos y volvemos a empezar porque no tiene el ritmo necesario", advierte Ross. Y ese ritmo es fundamental, porque, viajes de crecimiento aparte, la aventura sigue latiendo en cada escena y ahora se vuelve más bélica que nunca.
La gran evasión musical
Si el body horror del Azotamentes, al más puro estilo de La cosa, marcó el cambio al cuerpo adolescente de los niños y el terror de los sueños de Vecna, cual Freddy Krueger, la pérdida de su inocencia, esta temporada tiene claro que la última etapa de la madurez es toda una guerra. Hawkins está bajo un estricta cuarentena militar y la pandilla protagonista actúa en paralelo al ejército, que también se prepara para la batalla final contra Vecna.
"Definitivamente es la temporada con más secuencias de acción. Nos fijamos mucho en películas bélicas como La gran evasión o incluso Hijos de los hombres, aunque no sea exactamente sobre la guerra", analiza Ross. A las filas del ejército se suma, en el papel de la Dra. Kay, Linda Hamilton, eterna Sarah Connor de Terminator y experta en combatir enemigos indestructibles. En Hawkins, además, los tambores de guerra suenan a Kate Bush o The Clash. Como ya demostró Running Up That Hill, la música ochentera no es un adorno más, sino un herramienta imprescindible para acabar con Vecna.
"La música siempre te ayuda a salir de los lugares más oscuros", sentencia Ross. "Nosotros no sabemos mucho de música en general, pero nos encantan las bandas sonoras. No podríamos crear sin música. Mientras escribimos tenemos siempre música y en el set a veces nos ponemos los cascos mientras grabamos para conseguir un tono específico", remata Matt. Para el gran final prometen un nuevo momento musical que probablemente sacuda las listas de éxitos navideños. Cuando mencionan el final lo hacen con pena, pero con convicción.
"Es difícil encontrar series que acaben bien, la mayoría se cancelan antes o no saben cómo cerrar. Nosotros nos fijamos en Breaking Bad o A dos metros bajo tierra, son finales que no dan al público exactamente lo que quieren pero se sienten orgánicos. Hace siete años que sabíamos cómo acabaría la serie y desde allí hemos construido hacia atrás", comparte Ross. Los Duffer lo tenían tan claro porque originalmente concibieron la idea para una película que les rechazaron.
En su lugar, se han vengado filmando un equivalente a 30 películas. Sobre todo, contando los extensísimos episodios finales que se estrenarán los próximos 25 y 31 de diciembre. Con el año nuevo, cierran el viaje y empiezan una vida nueva. Cabe, por tanto, preguntarles: ¿han pasado ya la página de la infancia?
"Es gracioso, tengo 42 años pero aún me siento muy inmaduro. Acabo de tener un hijo y, aunque por edad esté muy lejos, ahora estoy reviviendo la infancia a través de sus ojos", zanja Matt. Por lo pronto, trabajan en un spin-off con nuevos personajes y una película independiente a Stranger Things. Aún nos queda nostalgia de los Duffer para rato.