Cada vez que toco la palabra "feminismo" o "igualdad", cuando hablo de sexualidad, en seguida me salen detractores, que ya estoy politizando, que busco una guerra de sexos, que qué tendrá que ver una cosa con la otra... Pues más de lo que piensan, eso seguro.

Ante esos argumentos, trato de explicar que la sexualidad no es algo que ocurra en un compartimento estanco de nuestra vida ni que caiga, inmaculada, llovida del cielo. Es una esfera de nuestra vida que se ve atravesada por nuestra cultura y la educación que hemos recibido, lo que influye en determinar los roles acerca de cómo debe ser una mujer y un hombre y cómo relacionarnos entre nosotros.

Basta ver las series o películas más populares de cada generación para entender cómo la sexualidad se ha construido desde un centro: el placer de los hombres. Ellos, hombres rudos y de acción, con cierta tendencia al peligro, seducen a la atractiva protagonista más joven, que se ve salvada por su enamorado al que admira profundamente.

El culmen es la noche de pasión: un encuentro sexual donde siempre se da la penetración, todo lo demás queda en segundo plano. Así que además de limitar el abanico de prácticas íntimas a una sola -la que casualidad o no, proporciona más placer a los hombres- ha llevado también a esa desigualdad de poder en las relaciones y, de paso, invisibiliza la diversidad de cuerpos, deseos, etc.

Si reivindico, y además me considero, sexóloga con perspectiva de género, feminista a fin de cuentas, es porque cuestionar esos mandatos es necesario. Si no rebatimos los mitos que hemos recibido, seguiremos pensando que solo hay una manera correcta de sentir placer. Una urgencia que, viendo como semana tras semana, mis clientas siguen trayendo las mismas dudas a consulta, trabajo en mis sesiones para que haya una sexualidad más libre, equitativa y humanamente real, no pornográficamente real.

De hecho, de esa necesidad de poner la sexualidad bajo el foco, desmontarla y colocar bajo la luz las 'piezas' más conflictivas para eliminarlas de la estructura y crear un puzzle nuevo, nace mi último proyecto con la sexóloga Sara Izquierdo. Un espacio entre taller y show, dirigido a un público adulto que ha tenido poca o ninguna educación sexual, donde sacaremos la lupa de la perspectiva de género para que, quienes participen, salgan de ahí con una idea de la sexualidad menos sesgada.

Aunque como decía al principio, nunca pueden faltar los ofendidos. Es este caso es un usuario que, por privado me acusa de querer politizar el sexo. Que nadie se preocupe, que el feminismo no politiza la sexualidad: ya estaba politizada de antes. Pero al hablar abiertamente de ello, el objetivo es dar a cada persona que asista la posibilidad de construir una vida sexual más consciente, más justa y más placentera; sin culpas ni guiones impuestos.

Necesitamos puntos de vista críticos porque, sin esa mirada, las desigualdades seguirán afectando al deseo, al consentimiento, al placer y a la autonomía. Desde la presión estética sobre las mujeres a la idea del rendimiento sexual sobre los hombres. Desde los tabúes sobre la diversidad sexual a la falta de educación emocional y afectiva. Una serie de problemas que, nos guste o no, son imposibles de abordar sin analizar el género. Ahora nos toca hacerlo.