Aunque la gripe aviar lleva años avanzando por Europa, cada nuevo ‘brote’ reactiva la sensación de que algo se nos escapa en las ciudades. Lo que antes se asociaba a granjas o explotaciones avícolas empezó hace tiempo a mezclarse con la vida cotidiana, con patos en los ríos o palomas en una plaza presentando signos que obligan a activar protocolos estrictos de vigilancia.

Ese es justo el escenario que ha llevado a que suenen las alarmas en Luarca, Asturias, donde varios patos criollos y un cormorán aparecieron muertos o con síntomas graves en el cauce del río Negro. El naturalista Luis Laria, presidente de la Coordinadora para el estudio y protección de las especies marinas (CEPESMA) y director del Parque de la vida, no dudó en lanzar una alerta a través de las redes sociales tras recoger a algunos ejemplares aún vivos. No se trata solo de aves silvestres o domésticas en apuros, sino del cuidado que debe tener la ciudadanía para evitar la propagación de virus tremendamente contagiosos y, en algunos casos, con capacidad zoonótica.

En medio de esa preocupación, conviene aclarar algo que suele generar confusión. Encontrar un ave enferma no implica un riesgo inmediato para nuestra salud o la de nuestros animales de familia, pero sí exige responsabilidad. Como recuerda Luis Laria, “si veis algún ave en mal estado, con la pluma erizada, temblando, con espasmos y movimientos incontrolables, no los toquéis con las manos, siempre guantes por si puede ser transmisor de la gripe aviar”. La prudencia, en estos casos, no es un gesto excepcional, sino parte del compromiso con la salud pública y con la propia conservación de las especies.

Los síntomas que encienden las alertas

La aparición de varios patos enfermos y de ejemplares muertos en la misma zona llevó a activar el protocolo veterinario del Principado, que recogerá los animales en el Parque de la vida para mantenerlos en cuarentena. Según Luis Laria, lo que más preocupa sobre el terreno es un conjunto de signos que pueden ser compatibles con virus como la gripe aviar o la enfermedad de Newcastle: “cuando el ejemplar está con las plumas erizadas, tiene temperaturas altas, tiembla, expectora, estornuda y tiene flemas por el pico o secreciones fluidas por los ojos”.

Ambas enfermedades presentan cuadros clínicos que pueden confundirse, sobre todo en fases tempranas. La gripe aviar altamente patógena suele avanzar con rapidez, genera un edema muy visible en cabeza y cresta y deja mortalidades fulminantes. La enfermedad de Newcastle, en cambio, suele destacar por los signos neurológicos, desde temblores hasta una tortícolis evidente. El presidente de CEPESMA lo resume con una guía útil para quien se encuentre un ave sin saber qué está viendo: “si los signos neurológicos son muy marcados, es más probable que sea Newcastle, mientras si hay un edema de cabeza y cresta acompañado de mortalidad muy rápida y elevada, lo más probable es gripe aviar”.

La confirmación definitiva, recuerda, “siempre debe hacerse en laboratorio”, pero sobre el terreno estos patrones permiten formar una sospecha razonable para activar la respuesta adecuada.

Cómo actuar si nos encontramos un ave enferma

La primera recomendación es inequívoca y se debe evitar el contacto directo. No por pánico, sino porque los virus se transmiten por secreciones respiratorias, excrementos, plumas contaminadas y superficies donde el animal haya estado. Por eso los especialistas insisten en guantes, mascarilla y distancia.

Luis Laria incide especialmente en ese punto: “Debe evitarse siempre el manejo directo si vemos los síntomas descritos anteriormente”. Y matiza algo importante para no caer en falsos alarmismos, y es que “en muchas ocasiones puede ser mera accidentalidad o situaciones habituales sin que sea afección viral, pero reitero… siempre máxima precaución”.

Si el ave es doméstica, como un pato de un estanque urbano, una paloma que convive entre personas o una gallina en una pequeña propiedad familiar, debe aislarse en un espacio seguro, sin contacto con otras aves ni con personas, y siempre utilizando protección. Después, acudir a un profesional veterinario.

Si es un ave silvestre, debe darse aviso inmediato al 112 o a las autoridades competentes. En caso de que no puedan recogerla y la ciudadanía decida actuar por su cuenta, hay que extremar medidas.

• Evitar cualquier contacto directo.
• Usar protección adecuada.
• Garantizar que no exista contacto con otros animales, incluidos perros y gatos que puedan acercarse a curiosear.Cuando se trata de un ave muerta, Luis Laria explica que “lo idóneo para la destrucción del cadáver es incinerarlo”.

Riesgos para perros y gatos

La preocupación más obvia es si estas enfermedades pueden transmitirse a los animales de compañía. La gripe aviar es zoonótica, es decir, puede infectar a las personas, y también puede afectar a algunos mamíferos, incluidos perros y gatos, aunque esto ocurre en situaciones muy concretas, normalmente asociadas a contacto directo con un ave enferma o muerta. La enfermedad de Newcastle también se considera zoonótica, pero sus efectos en humanos suelen limitarse a una conjuntivitis leve.

La clave, por tanto, está en el nivel de exposición. Un perro olfateando o mordiendo un ave enferma supone un riesgo innecesario. De ahí la insistencia de Luis Laria de no permitir contacto alguno entre nuestras mascotas y los animales potencialmente infectados.

En entornos donde la presencia de aves es habitual, como paseos fluviales, rías urbanas, estanques de parques públicos o zonas con acumulación de plumas y excrementos, conviene extremar aún más la vigilancia con los perros. Muchos perros, por curiosidad, se acercan a oler el suelo o a inspeccionar un ave inmóvil que no reacciona. Ese escenario, tan cotidiano en los paseos diarios, es precisamente el que debemos evitar, porque el contacto directo con plumas o heces contaminadas, aunque no haya contacto directo con el animal, puede ser suficiente para facilitar la transmisión.

Una respuesta que depende de toda la ciudadanía

Los episodios de gripe aviar o de la enfermedad de Newcastle nos recuerdan hasta qué punto la salud humana, la salud animal y la salud del entorno están entrelazadas. Es el principio del enfoque One Health (Una sola salud), respaldado por la Organización Mundial de la Salud, y que propone mirar cada caso no como un incidente aislado, sino como parte de un sistema compartido en el que una sola especie no puede gestionarse al margen de las demás.

En la práctica, significa que cada ciudadano puede tener un papel crucial para identificar comportamientos anómalos en aves, evitar el contacto directo, proteger a los animales de familia en los paseos y trasladar cualquier sospecha a las autoridades competentes. No se trata de alarmar, sino de asumir que la convivencia con la fauna urbana requiere una mínima cultura preventiva, tan simple como usar guantes, mantener distancias prudentes o avisar al 112 cuando algo no nos encaja.

Y en este punto, Luis Laria recalca algo que conviene no olvidar: “debemos seguir ayudando a cualquier animal, nos necesitan, pero con seguridad y con precaución siempre”.