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Israel desatado

Israel desatado
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Desde el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, Oriente Próximo enfrenta su crisis más grave y trascendental en décadas. La atroz acción de Hamás demostró que no había dejado de ser una grave amenaza para la seguridad de Israel, y la reacción del Gobierno israelí activó una serie de conflictos que han sacudido la región. Leer
Pronósticos para 2026Israel desatado
  • VALI NASR
30 DIC. 2025 - 02:03Israel ha demostrado capacidad para hacer valer su superioridad militar al servicio de objetivos estratégicos.EFE

Desde el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, Oriente Próximo enfrenta su crisis más grave y trascendental en décadas. La atroz acción de Hamás demostró que no había dejado de ser una grave amenaza para la seguridad de Israel, y la reacción del Gobierno israelí activó una serie de conflictos que han sacudido la región.

La última guerra en Gaza produjo un profundo desastre humanitario, cuyo impacto se sentirá mucho después del fin de los combates. Además, el conflicto se convirtió enseguida en una guerra más amplia entre Israel y el Eje de la Resistencia centrado en Irán, con lo que el Líbano, Siria, Yemen, Irán e incluso Qatar se volvieron frentes de batalla. Israel se anotó importantes victorias en todos ellos: aplastó a Hamás, derrotó a Hezbolá (con la eliminación de sus altos mandos), redujo en gran medida la influencia de Irán en el Levante y causó importantes daños a la infraestructura militar y nuclear de la República Islámica.

Tras el ataque israelí contra objetivos de Hamás en Qatar en septiembre, Estados Unidos empezó a presionar por un alto el fuego en Gaza. Pero con o sin alto el fuego, Israel seguirá persiguiendo objetivos cada vez más amplios, y redibujará al hacerlo las fronteras en Cisjordania, el sur del Líbano y el suroeste de Siria, en formas que pueden aumentar la fragmentación de sus vecinos. A todos los efectos, el Eje de la Resistencia ha dejado de ser la grave amenaza que era. En su ausencia, el Levante se está convirtiendo en un maleable eje de minorías, donde facciones alauitas, drusas, maronitas, chiíes y suníes compiten entre sí dentro de una esfera de influencia israelí en expansión.

De modo que el equilibrio de poder regional anterior a 2023 está totalmente cambiado. La guerra no sólo empoderó a Israel y debilitó a Irán, sino que también redujo el papel de Estados Unidos y de los factores de poder árabes de la región. Aunque al final Estados Unidos y sus aliados lideraron una iniciativa para el cese de las hostilidades en Gaza, no está claro que el alto el fuego y el intercambio de prisioneros produzcan un acuerdo de paz viable, y en su defecto, cómo se restablecerá la estabilidad regional o qué aspecto tendrá un nuevo orden regional. Hasta donde alcanza la vista, Medio Oriente se dirige a un tiempo de conflicto prolongado y caos latente.

Israel primero

Las acciones bélicas de Israel no sirvieron a ningún objetivo político que pueda unir la región o fomentar alianzas. Su definición de estabilidad regional está vinculada a la propia supremacía militar. Pero es un error pensar que sus capacidades inigualadas constituirán una base viable para un orden regional. Es más probable que la búsqueda israelí de supremacía choque con nuevas y diferentes formas de resistencia que agravarán el conflicto en curso.

El involucramiento de Estados Unidos en Oriente Próximo desde el ataque de Hamás fue esporádico y en gran medida reactivo. Su visión para la región no se adaptó a los cambios en su dinámica. Durante la primera presidencia de Donald Trump, Estados Unidos creyó que la estabilidad regional podía basarse en las monarquías del Golfo, con su vasto potencial económico. Luego la administración Biden amplió esa visión, con el argumento de que si los Acuerdos de Abraham (que normalizaron las relaciones entre Israel y varios países árabes) se podían ampliar para incluir a Arabia Saudí y otros actores, sería posible una integración regional mediante el trazado de corredores comerciales entre Asia y Europa.

Los funcionarios estadounidenses siguen invocando esta visión, aunque fue una de las primeras víctimas de la guerra en Gaza. Israel no ve la interdependencia económica y la integración regional como garantías de seguridad, ni tiene mucha fe en la posibilidad de un acuerdo político negociado con otros actores regionales. Su objetivo es aprovecharse de sus ventajas militares para eliminar cualquier amenaza.

Como es comprensible, esta postura preocupa al resto de la región, temerosa de que si Estados Unidos no interviene, Israel siga buscando objetivos maximalistas. El principal podría ser una resolución unilateral de la vieja cuestión palestina, con la anexión de Cisjordania y Gaza y el exilio forzado de numerosos palestinos residentes en esos territorios. Ese movimiento pondría en peligro los tratados de paz de Israel con varios países árabes, además de aumentar la inestabilidad política en Egipto y Jordania, que por mucho tiempo han sido cruciales para la estrategia de seguridad israelí.

La relativa calma que hoy impera en gran parte del mundo árabe sería reemplazada por agitación social persistente, crisis políticas y violencia extremista. La supremacía militar de Israel no ofrecería una solución a estos problemas. Por el contrario, el uso del poder de fuego israelí sólo alentaría la indignación popular y debilitaría a los regímenes locales que tratan de contenerla.

Los acontecimientos en el Líbano y Siria sirven de muestra de la inestabilidad que acecha a la región en general. Desde la derrota de Hezbolá (Líbano) y la caída del régimen de Assad (Siria), los dos países están divididos en regiones minoritarias autonomistas, algunas de las cuales ahora están bajo ocupación (tal vez permanente) por parte de Israel (y Turquía, en el caso de Siria).

En Siria, los alauitas, los drusos y los kurdos se resisten a que se consolide el poder del nuevo gobierno. Con recuerdos aún frescos de la barbarie de Estado Islámico, estas comunidades minoritarias temen que los otrora rebeldes que ahora gobiernan en Damasco sigan siendo yihadistas suníes fanáticos que en cuanto afiancen su control volverán a las andadas. Un temor que incluso está presente en la política de Irak, donde milicias chiíes que antes lucharon contra Estado Islámico ahora están en alerta máxima frente al ascenso suní en Siria. Las mismas preocupaciones también informan los cálculos de Hezbolá.

De modo que el Levante enfrenta una nueva ronda de política sectaria. La ampliación de la guerra en Gaza no sólo hizo posible esta fractura, sino que Israel considera ventajoso alentarla, ya que supone que comunidades sectarias y étnicas enfrentadas no plantearán una gran amenaza. Pero es una apuesta arriesgada. El caos en el Levante puede darle a Israel un alivio temporal, pero también puede poner en riesgo la estabilidad en el resto de la región.

Un pulpo en la habitación

Israel siempre consideró Irán como la principal amenaza contra su seguridad; la cabeza de un pulpo cuyos tentáculos se cerraban a su alrededor. Por eso los israelíes tomaron la calculada decisión de continuar el ataque a Hezbolá con otro contra Irán. Pero la República Islámica resistió los ataques y el futuro de su programa nuclear es incierto.

Consciente de que no puede confiar únicamente en sus misiles para disuadir futuros ataques israelíes, Irán intentará mejorar las relaciones diplomáticas con sus vecinos árabes; pero también es posible que procure aprovechar el caos que la política israelí está sembrando en el Levante. Puede ocurrir que a Israel le resulte difícil aislar a Irán y al mismo tiempo perseguir sus objetivos bélicos en Gaza y el Levante. Y por supuesto, una continuidad de intercambios militares entre Israel e Irán puede debilitar la estabilidad regional que las economías del Golfo necesitan para prosperar.

Todo esto se desarrollará en el contexto de un tenso enfrentamiento por el programa nuclear iraní. Sin una vía diplomática que permita invertir el rumbo, será más probable una nueva guerra entre Irán e Israel, o incluso entre Irán y Estados Unidos en el Golfo.

Realineamientos

De modo que Oriente Próximo está entrando a un período de gran incertidumbre. Israel ha demostrado capacidad para hacer valer su superioridad militar al servicio de objetivos estratégicos, pero no está dispuesto a aprovechar este momento para colaborar con los actores regionales en la configuración de un nuevo orden político, ni podrá mantener su estrategia actual por tiempo indefinido.

De hecho, de cara a 2026, la estrategia de Israel alentó al resto de la región a unirse para frustrar sus planes, ya que para muchos en el mundo árabe Irán no es una amenaza tan urgente. Los temas que más importan a los estrategas regionales son el futuro de los palestinos, la inestabilidad en el Levante y que Israel esté dispuesto a usar su poder militar incluso contra países amigos en el Golfo.

En general, Estados Unidos ha dado vía libre a Israel para librar sus guerras como le parezca oportuno. Pero el ataque contra objetivos de Hamás en Qatar siembra dudas sobre el compromiso de Estados Unidos con defender a sus aliados regionales (al menos si caen en la mira de Israel). Es probable que las garantías de seguridad dadas por la administración Trump a Qatar no hayan servido para calmar estos temores, visto el desdén que manifiesta Trump por garantías similares dadas a otros aliados.

Esta constatación está alentando a los aliados árabes de Estados Unidos a cubrir sus apuestas. Por ejemplo, Arabia Saudí respondió con la creación de una alianza de seguridad con Pakistán, algo que tal vez imiten otros actores regionales (de Irán a Turquía) que también buscan alternativas estratégicas.

Los aliados árabes de Estados Unidos esperan que el gobierno estadounidense sea consciente de los peligros inherentes a un orden regional dictado por Israel. Intentarán convencer a Trump de que apoye una visión alternativa de un orden regional basado en acuerdos diplomáticos y económicos inclusivos. La iniciativa de Trump por un alto el fuego en Gaza es una victoria importante, pero todavía dista de ser un preanuncio de un compromiso estadounidense creíble con la restauración del orden en la región. Por el momento, la región busca a tientas formas de contrarrestar a Israel mediante la creación de alianzas por encima de divisiones políticas e ideológicas, y buscando el apoyo de China y Rusia. El conflicto que comenzó el 7 de octubre de 2023 provocó grandes cambios en Medio Oriente, y estos todavía no terminan. Pero pueden pasar años antes de que el resultado final y el costo total estén claros.

Vali Nasr | Profesor de Estudios sobre Medio Oriente y Asuntos Internacionales en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, es autor de 'Iran's Grand Strategy: A Political History' (Princeton University Press, 2025)

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Fuente original: Leer en Expansión
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