Por mucho que el mainstream haya adoptado a las películas de terror en su seno, y ahora tengan oportunidad de llegar a la gran pantalla con presupuestos colosales, el género siempre ha sido un refugio de momentos concretos, interruptores que logran dar escalofríos sin necesitar de tantos medios. Eso tiene su parte buena, pero también su trampa, ya que se producen demasiados proyectos pequeños exentos de interés, aunque de cuando en cuando, entre ellos aparece una joyita como Daddy’s Head.

La producción para plataformas es cada vez más difícil de rastrear y más cuando en España no existe plataforma Shudder, así que estos estrenos suelen distribuirse en diferentes ventanas, en este caso, la obra de Benjamin Barfoot ya está en el catálogo de Planet Horror, aunque sea con un año de retraso. A priori no hay nada demasiado sorprendente en una película que se limita a unos tres actores (y un perro) que trata, para variar en esta etapa de metáforas a través de monstruos, sobre el duelo.

Duelo, criaturas cósmicas y la familia que creamos

De hecho, no es tan distinto el planteamiento al de Babadook, ya que tenemos un niño que pierde a su padre en un accidente de coche y no mucho después aparece una criatura en su vida. La diferencia es que aquí queda a cargo de su joven madrastra, a la que el muchacho todavía no había acabado de aceptar dentro de su familia. Una diferencia que cambia completamente la dinámica con respecto a la de Jennifer Kent, centrada en el calvario de la madre lidiando con la depresión.

Barfoot no juega la carta de la posible alucinación por causa de la salud mental, ni esparce semillas de ambigüedad en el terror que se avecina. Hay una escena en la que algo llega a la tierra, y a partir de ese momento la mujer y el chico son acechados por una misteriosa y grotesca criatura que comienza a manifestarse con un rostro inquietantemente similar al del difunto padre. Una mimesis biológica que tiene un poquito de truco para camelarse a su posible almuerzo.

La aparición es confundida con un animal por la madre, que no cree la versión del chico, ilusionado por creer que su padre ha vuelto, lo que va complicando el proceso de duelo y la ya tensa relación entre ambos. Un enfoque muy interesante, puesto que en la distancia y encuentro entre ambos reside el corazón de Daddy’s Head, contada además como un recuerdo de adulto, con el chico volviendo a su casa y haciendo las paces con el evento más bizarro de su pasado, un poco como los adolescentes de IT.

La diferencia es que aquí Pennywise es una entidad desconocida, de la que no llegamos a saber mucho, pero sí vemos cómo construye su guarida poligonal y su modus operandi, tejiendo algunas conexiones lovecraftianas no explícitas, pero que amplían la longitud de onda de lo que en principio es una historia muy íntima. Y aunque emocionalmente tiene gancho, es en su capacidad de crear escalofríos donde destaca, siendo una especie de versión "artie" de Xtro, un clásico del videoclub enfermizo.

El lado oscuro de los recuerdos de infancia

En aquella, un extraterrestre que llega a la tierra en forma de padre ausente que quiere llevarse a su hijo, creando alguna imaginería surrealista y de body horror que le ha procurado un estatus de culto creciente. Daddy’s Head no llega a los extremos del film británico, pero hay algo muy perturbador en la imagen de la cara del padre en conductos de ventilación o al final de una madriguera tratando de atraerle; escenas de miedos infantiles primarios, pesadillas atávicas que generan un pavor inexplicable.

Un concepto tétrico que podría cuajar más con los cuentos de hadas de corazón negro que con la ciencia ficción a la que se adscribiría la historia, sin embargo, no es baladí que el crío vea esa cara de su padre, puesto que el accidente le desfigura y no tiene oportunidad de verle la faz por última vez. El hecho de que se nos cuente como un recuerdo insólito, un hecho clave visto desde un presente que pisa firme en la realidad, deja un poso melancólico que guarda una pequeña y sencilla nota emotiva para su final.

Y es que en el núcleo del conflicto entre madrastra y niño hay un lado luminoso de familias creadas gracias a experiencias conjuntas y no dogmas sociales de herencia. Esto es lo que sí que la emparenta con esas películas sobre el trauma y el duelo en forma de encarnaciones fantásticas que siguen apareciendo en pantalla, sin ir más lejos este año en Esa cosa con alas o La mujer de las sombras. Pero las aspiraciones de Daddy’s Head tampoco disparan tan alto, es un pequeño proyecto con alma minimalista.

Hay tan solo tres o cuatro ideas, bien armadas, y dejan espacio para que las apariciones espeluznantes nunca dejen de ser la estrella, como si fuera una versión narrada de esos vídeos creados para redes sociales como tiktok, emparentados con creepypastas y la tendencia en YouTube del analog horror. Una visión turbia de los recuerdos del cine Amblin con poso triste y afín a otras producciones recientes que se mueven casi al margen y merecen recuperarse, como Z o Ven a jugar.