Ampliar
Crónica Negra La muerte del pequeño Lucas entre la sospecha de maltrato y silencioLa investigación refleja los enfrentamientos con los compañeros de piso y su entorno por el modo en que Juan David trataba al niño
Juan Cano y Nerea Escámez
Málaga
Domingo, 14 de diciembre 2025, 00:21
CompartirA Lucas lo asesinaron. Al menos, presuntamente. Según la Guardia Civil, lo habría matado a golpes Juan David, su padrastro, un venezolano de 21 años que ni siquiera debía acercarse a él porque tenía una orden de alejamiento precisamente por sospecha de maltrato. La investigación no ha conseguido determinar aún el papel de la madre, Bárbara, también venezolana y de 21 años, quien como mínimo dejó a su hijo en manos de su supuesto verdugo y después cooperó con él en el traslado del cadáver hasta el lugar donde fue localizado, un antiguo búnker de la Guerra Civil situado en la playa que une Garrucha y Mojácar, dos localidades del levante almeriense que aún tratan de encajar el mazazo de la muerte violenta de un niño de cuatro años.
A Lucas lo asesinaron las personas que más debían protegerlo, al menos presuntamente, pero su pérdida deja una sensación amarga de fracaso social por los indicios que había de que estaba siendo maltratado. Los compañeros de piso llegaron a enfrentarse a Juan David por cómo se comportaba con el niño y hasta lo grabaron en una fuente pública de Garrucha zarandeándolo y tirándolo al suelo. En las imágenes se observa cómo el pequeño se cubre la cara al pasar junto a su padrastro, un gesto instintivo y elocuente del miedo que tenía.
Ampliar Lugar donde se encontró el cuerpo sin vida de Lucas, en Garrucha (Almería). EFE/Carlos BarbaEl rastro más contundente quedó en urgencias del centro de salud de Garrucha el 19 de octubre, cuando Lucas ingresó con contusiones en las piernas, el pecho, la espalda y el estómago, y dos mordiscos, uno en el hombro derecho y el otro, en una mejilla. La sospecha de maltrato acabó en el juzgado. Había testigos, órdenes de alejamiento, expedientes abiertos, protocolos, visitas programadas… Pero para Lucas todo llegó tarde.
En el atestado del caso, la Guardia Civil analiza el suceso a partir de testimonios e imágenes de las cámaras de seguridad, que se traducen en 12 conclusiones a las que ha tenido acceso este periódico. Las primeras permiten reconstruir el entorno. Bárbara emigró de Venezuela y recaló en Guadalajara, donde su padre, Ricardo Martín, trabaja como transportista. Allí conoció a Juan David, con el que empezó a salir en 2024. Lucas, de 3 años, había nacido de una relación anterior en su país y según su abuelo nunca fue reconocido por su padre biológico.
En abril de 2025, la joven se mudó con su hijo a Garrucha, una localidad de 10.603 habitantes censados, aunque con una población real cercana a los 12.000. Allí vive y trabaja su tía Yasury, hermana de su padre. Ese no fue el motivo real del traslado. La tía declaró a la Guardia Civil que Ricardo envió a su hija y a su nieto a Garrucha para alejarlos de Juan David porque no les gustaba. Todo fue en vano, porque él se presentó en el pueblo a principios de verano y se instaló con su pareja y con el hijo de ésta. Al poco tiempo, Bárbara se quedó embarazada. Sigue encinta.
En esa primera vivienda compartida tuvieron problemas con el resto de inquilinos y también con la casera, con la que discutieron por el modo en que Juan David trataba a Lucas. La dueña del inmueble, una mujer mayor, le dijo que era un «cobarde» por pegar a un niño. Según declaró, el venezolano hizo amago de agredirla y Bárbara se puso en medio. La casera lo echó, aunque sólo a él, ya que a ella y al niño les tenía afecto; de hecho, solía cuidar al pequeño mientras la madre estaba trabajando.
Yasury acogió en su casa a ambos, pero se negó a alojar a Juan David, que se quedó esos días durmiendo en la playa en una tienda de campaña. La tía descubrió que su sobrina lo dejaba entrar en la vivienda cuando ella se ausentaba, por lo que le dio un ultimátum. Bárbara recogió sus cosas y se fue con su pareja a ocupar otra habitación en un piso compartido con varios migrantes en, paradójicamente, la calle Buenavista de Garrucha.
La historia se repitió en el nuevo domicilio. Uno de los inquilinos aseguró haber visto al crío con un derrame en el ojo, moratones en la cara o el labio y daños en las extremidades que le afectaban a la movilidad. En el auto, el juez habla incluso de un brazo roto. Los que vivían en las habitaciones más próximas describen llantos, gritos y bofetadas que traspasaban los tabiques. Un día, uno de ellos fue en busca de Juan David, lo cogió por la solapa y le dio un puñetazo. El joven reaccionó diciendo que él no había pegado al niño y acusó a Bárbara.
Ella dio el paso de denunciar a Juan David el 19 de octubre, el día que Lucas ingresó en urgencias del ambulatorio con golpes por el torso y dos mordiscos. En el parte médico lo identifica con nombres y apellidos. No sólo lo acusó de pegar a su hijo, sino de maltratarla también a ella. Al día siguiente, el Juzgado de Instrucción número 1 de Vera acordó una orden de alejamiento contra el venezolano respecto al niño y también a su madre. Entró en el sistema Viogén y la clasificaron como «riesgo medio de especial relevancia» (por el niño). Pero sólo fue papel mojado, porque la pareja siguió conviviendo. Y con ellos, el pequeño Lucas.
El abuelo materno, que seguía viviendo en Guadalajara, ha anunciado que denunciará, por medio de su abogado, José Luis Martínez, la inacción de las autoridades a la hora de proteger al crío. Lo cierto es que transcurrió un mes y no consta qué diligencias se hicieron entre tanto. El 18 de noviembre, la Fiscalía de Menores solicitó a los servicios sociales de la Diputación que informaran de la situación del niño. Dos días después, un equipo compuesto por educador, psicólogo y trabajador social se entrevistó con Bárbara y agendó una visita al domicilio. Estaba prevista el 4 de diciembre. Lucas murió el 3.
Juan David tenía una orden de alejamiento desde el 20 de octubre
Una semana antes, la tía abuela del pequeño observó que éste tenía un hematoma de coloración «muy oscura» que le recorría la frente, la sien y le llegaba hasta la oreja. Presentaba gran hinchazón en un ojo. Yasury reprendió a su sobrina, le preguntó cómo se había hecho semejante herida y le dijo que había que llevarlo a urgencias a que le hicieran una radiografía. Bárbara le respondió que se había caído de una manera «tonta». La vez anterior alegó que se había golpeado con una rama.
Yasury no se quedó tranquila y, según declaró a la Guardia Civil tras el crimen, el 27 de noviembre se presentó en el colegio de Lucas para advertir a los profesores de que debían poner en conocimiento de las autoridades cualquier sospecha de maltrato. Habló con el conserje, quien -según ella- le respondió que no era un familiar autorizado para hablar con las maestras y le aclaró que la trabajadora social tampoco estaba allí para atenderla. Le recomendó ir al cuartel, y así lo hizo.
Ese mismo día acudió a la comandancia y se entrevistó con dos agentes a los que, según su versión, trasladó sus sospechas de que el crío estaba siendo maltratado y les describió la lesión que presentaba. Ellos le preguntaron si podía tratarse de una caída y Yasuri respondió que no, que era una herida demasiado grande. Los guardias civiles le ofrecieron la posibilidad de presentar una denuncia y ella les dijo que prefería hacerlo de forma verbal porque se trataba de su sobrina. Pero asegura que les dio los nombres completos de los tres y les advirtió de que existía una denuncia previa por violencia de género e incluso una orden de alejamiento. También les contó que cuando ella se quedaba cuidando al niño, él nunca quería volver con su madre.
La mañana de autos, sobre las 11.00 horas, Bárbara dejó al pequeño en el piso con Juan David y se desplazó al quiosco donde había estado trabajando hasta finales de noviembre, cuando cerró coincidiendo con la temporada baja de Garrucha, un pueblo que vive en gran medida del turismo. Su exjefe le permitía ir allí a hacerse de comer porque en el piso compartido no tenían dónde cocinar. A las 12.00, recibió una llamada de su pareja para que volviera a casa porque a Lucas le había pasado algo. Se dejó hasta la comida en el microondas, lo que demuestra que se marchó apresuradamente.
Bárbara no ha prestado declaración ni en el cuartel ni en el juzgado, pero sí hizo una manifestación espontánea a los agentes de la Guardia Civil en la que aseguró que, cuando llegó a casa tras recibir la llamada de Juan David, el pequeño Lucas ya estaba muerto y que ambos fueron juntos a la playa con el niño en brazos hasta depositarlo en el búnker donde fue localizado. De lo segundo hay constancia por las imágenes de unas cámaras de seguridad de la zona. Pero el juez no tiene claro si dice la verdad respecto al fallecimiento del menor. De hecho, en el auto por el que la envía a prisión, llega a afirmar que la investigada «podría haber estado presente en parte de la agresión física al menor».
La autopsia data el óbito sobre las 15.30, es decir, tres horas y media después de que Juan David llamara a Bárbara. No se sabe qué hicieron en ese tiempo. Por la tarde, trasladaron el cuerpo a la playa, como se aprecia en las imágenes de una cámara de seguridad que grabó a ambos minutos antes de las seis de la tarde mientras caminaban por el estrecho arcén de la carretera que comunica Garrucha con la playa de Mojácar. Ella iba delante y él, unos pasos por detrás, con el niño cargado al hombro y cubierto por un chaquetón.
- Temas
- Garrucha
- Historias visuales
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Iniciar sesión Más información¿Tienes una suscripción? Inicia sesión