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Libertad y Mercados: El Neoliberalismo y sus Críticos

Libertad y Mercados: El Neoliberalismo y sus Críticos
Artículo Completo 4,072 palabras

Luis Garicano durante su conferencia sobre 'Mercados y Libertad' en la Universidad Camilo José Cela. Rodrigo Mínguez.

La libertad en el siglo XXILibertad y Mercados: El Neoliberalismo y sus Críticos Publicada 16 diciembre 2025 20:48h

Buenas tardes a todos. Es un verdadero privilegio estar hoy aquí con ustedes en el campus de Almagro de la UCJC.

El título que he elegido para esta conferencia es "Libertad y Mercados". Podría parecer un título técnico, académico, quizás incluso frío. Pero les aseguro que lo que está en juego detrás de estas dos palabras es nada menos que el futuro de nuestra convivencia y los cimientos de nuestra prosperidad.

I. Introducción: La batalla por las palabras en un mundo incierto

Vivimos tiempos extraños, tiempos de ansiedad. Si miramos a nuestro alrededor, tengo la sensación de que el mundo está regresando peligrosamente a los oscuros años 30 del siglo pasado. Vemos el auge de populismos a ambos lados del Atlántico, un proteccionismo comercial creciente y una polarización política que convierte al adversario en enemigo.

La gente tiene miedo: miedo al cambio tecnológico, miedo a la inteligencia artificial, miedo a perder su estatus. Y en el centro de este huracán de descontento, el sistema de libre empresa —ese motor que ha sacado a la humanidad de la pobreza en los últimos dos siglos— se encuentra en el banquillo de los acusados.

Casi siempre, este ataque se agrupa bajo una sola palabra. Un término que domina la conversación pública, las columnas de opinión y los claustros universitarios: el "neoliberalismo". Se nos dice que es la raíz de todos nuestros males: de la desigualdad, de la destrucción ambiental y de la erosión democrática.

Hoy quiero invitarles a hacer un ejercicio intelectual difícil pero necesario: quiero invitarles a mirar más allá de las etiquetas, entender lo que argumentan los críticos, y responderles con la máxima honestidad intelectual.

Pero para poder tener un debate honesto, primero debemos limpiar la niebla terminológica. ¿De dónde viene esta palabra maldita? El término "neoliberalismo" no nació como un insulto. Fue acuñado en 1938por el sociólogo alemán AlexanderRüstow, durante el Coloquio Walter Lippmann en París. En aquel momento, Europa se asomaba al abismo de los totalitarismos fascista y comunista.

La intención de Rüstow no era proponer un capitalismo salvaje y sin alma. Todo lo contrario. Su intención era proponer una "Tercera Vía": un liberalismo modernizado, dotado de una fuerte conciencia social, que reconociera que los mercados necesitan un marco jurídico sólido y un Estado fuerte para asegurar la competencia y evitar la tiranía.

Sin embargo, la historia de las ideas es irónica. Décadas más tarde, autores contemporáneos —desde el geógrafo marxista David Harvey hasta el lingüista Noam Chomsky— rescataron ese término del olvido para utilizarlo con un significado diametralmente opuesto. Hoy, "neoliberalismo" se usa como sinónimo de fundamentalismo de mercado y crueldad social.

Es revelador observar los datos: si analizamos la frecuencia de uso de la palabra en los libros, vemos que apenas se utilizaba durante los años 80 y 90, la supuesta "era dorada" de Reagan y Thatcher. Su uso se dispara verticalmente en el siglo XXI, impulsado casi exclusivamente por sus críticos. De hecho, figuras como MiltonFriedmano FriedrichHayekjamás se llamaron a sí mismos "neoliberales"; se reivindicaban como liberalesclásicos.

Por tanto, mi objetivo hoy no es defender una etiqueta vacía. Mi objetivo es triple:

  1. Defenderelcapitalismodemercadoclásico, sin complejos, basándome en la evidencia empírica y no en la retórica.

  2. Tomarenserioaloscríticos. No voy a caricaturizar sus argumentos; voy a presentar las críticas sobre desigualdad, poder y medio ambiente con justicia para luego debatirlas con rigor.

  3. Encontrar un terreno común, intentando recuperar aquella acepción original de 1938: un capitalismo dinámico pero con rostro humano.

Para comenzar, les pido que mantengamos una herramienta mental activa: debemos evitar a toda costa la 'FalaciadelNirvana'. Como advirtió el economista Harold Demsetz en 1969, cometemos un error lógico grave cuando comparamos las imperfecciones del mercado real con una alternativa idealizada que solo existe en la pizarra académica o en la retórica política.

No podemos juzgar el capitalismo real frente a una utopía donde los funcionarios públicos son omniscientes y puramente altruistas. La única comparación intelectualmente honesta es entre alternativasfactibles.

Debemos preguntar: ¿Cómo funciona el mercado real comparado con la intervención gubernamental real, con toda su burocracia, corrupción y lentitud? Al evaluar políticas, no elegimos entre el 'caos' y la 'perfección', sino entre diferentes arreglos institucionales imperfectos.

Esto nos lleva a una verdad incómoda pero necesaria: laspersonassonpersonas,tantoen el sector privado como en el público. Cambiar el sistema no altera la naturaleza humana.

Siguiendo a Thomas Sowell en su obra AConflictofVisions, debemos adoptar una 'visión restringida' de la realidad. A diferencia de la visión 'no restringida' o utópica —que cree que podemos moldear al hombre nuevo y solucionar todos los males con suficiente voluntad política—, la visión restringida acepta que enfrentamos límites ineludibles.

• Incentivos: Siempre debemos preguntarnos, ¿qué harán las personas realmente bajo estas nuevas reglas? Los políticos buscan votos y los burócratas buscan presupuesto, tal como los empresarios buscan beneficios. Ignorar este egoísmo racional es una receta para el fracaso.

• Restricciones: No existen las soluciones perfectas, solo existen las disyuntivas. Todo beneficio tiene un coste y los recursos son limitados. Querer ignorar las restricciones de la realidad es el primer paso hacia el desastre económico.

Finalmente, debemos ser humildes ante la LeydelasConsecuenciasNoIntencionadas. No basta con juzgar una política pública por sus nobles intenciones; debemos juzgarla por sus resultados reales.

Cuando intervenimos en un sistema complejo como la economía, rara vez logramos solo lo que nos proponemos.

• ¿Queremos controlar los precios del alquiler? La consecuencia no intencionada suele ser la escasez de vivienda.

• ¿Queremos proteger una industria? A menudo encarecemos los productos para los más pobres.

El análisis no puede detenerse en el problema que queremos resolver. Debemos anticipar cómo reaccionará la red de incentivos y recordar que, en economía, lo que no se ve suele ser más dañino que lo que se ve.

II. Conceptos y Terminología: Los pilares de la Sociedad Libre

Antes de entrar en la batalla de los datos, definamos nuestros estandartes. Cuando los críticos atacan al mal llamado "neoliberalismo", en realidad están atacando los tres pilares de lo que yo llamo una SociedadLibre:

El primero es la LibertadIndividual. Es la premisa ética de que la autonomía personal es sagrada. Creemos que las personas adultas son los mejores jueces de sus propios intereses. La libertad para elegir qué consumir, dónde trabajar o cómo emprender es la base de la dignidad humana.

El segundo son los Mercados Libres. Esto no significa la ley de la selva. Significa la mínima interferencia arbitraria en el mecanismo de precios. La oferta y la demanda constituyen el sistema de comunicación más sofisticado que ha inventado el ser humano. Los precios son señales; son semáforos que nos dicen dónde hacen falta recursos y dónde sobran, coordinando la acción de millones de personas sin necesidad de un planificador central.

El tercero es el Gobierno Limitado. Y quiero ser muy preciso aquí: limitado no significa débil. Significa un Estado enfocado en lo esencial: proteger los derechos de propiedad, hacer cumplir los contratos y mantener el orden público (el imperio de la ley). Pero defendemos la simplificación normativa —la desregulación— para fomentar el dinamismo, y la privatización cuando el sector privado puede gestionar un servicio con mayor eficiencia, permitiendo al Estado concentrarse en lo importante.

Nuestros referentes intelectuales son claros: MiltonFriedman, quien vinculó la libertad económica con la política; FriedrichHayek, quien nos advirtió sobre la arrogancia de la planificación centralizada; y Deirdre McCloskey, quien ha documentado cómo fue un cambio en las ideas —la dignidad otorgada al innovador— lo que disparó el crecimiento moderno.

Ahora, armados con estas definiciones, enfrentemos las críticas en tres frentes: Económico, Político y Ético.

III. Resultados Económicos: La evidencia de la prosperidad

Vayamos al corazón de la crítica económica. David Harvey, en su influyente obra Brevehistoria delneoliberalismo, argumenta que el libre mercado es un proyecto de clase diseñado para enriquecer a las élites a costa de la desposesión de la mayoría. Sostiene que el sistema es injusto y no funciona.

¿Es esto cierto? Para responder, no me voy a refugiar en teorías abstractas. Voy a bajar al terreno de la economía real. Analicemos la creación de riqueza a través de dos historias tangibles: la historia del maíz y la historia de las vacas.

1. Creación de Riqueza: El milagro de la productividad

La evidencia general es abrumadora: el mercado ha sacado a miles de millones de la pobreza. Pero permítanme ilustrar cómo lo hace con datos agrícolas, donde la relación entre esfuerzo y resultado es más clara.

El caso del maíz:

Imaginen los campos del Medio Oeste americano en 1860, justo después de la Guerra Civil. Durante casi 70 años, hasta bien entrada la década de 1930, la productividad de esos campos fue una línea plana, estancada. Un agricultor trabajaba de sol a sol y obtenía, año tras año, la misma cantidad de maíz por hectárea: unas 25 fanegas (bushels). El nieto producía lo mismo que el abuelo. La vida era dura, el trabajo era físico y el progreso era nulo.

Pero observen lo que ocurre a partir de 1940. La curva se rompe y se dispara hacia el cielo en una pendiente casi vertical. Hoy producimos más de 170 fanegas por acre.

¿Qué cambió? No fue que los agricultores trabajaran más horas; de hecho, trabajan menos. Fue el mercado. La competencia incentivó la adopción de tecnología: semillas híbridas, fertilizantes y maquinaria avanzada. El incentivo de lucro impulsó una revolución silenciosa que abarató la comida para millones de familias. Donde antes había estancamiento, el mercado trajo una explosión de vida.

El caso de las vacas (La revolución de la eficiencia):

Este ejemplo es aún más fascinante porque responde directamente a quienes dicen que el capitalismo devora el planeta sin control.

Miren la industria láctea de Estados Unidos. Para aumentar la producción de leche, históricamente teníamos dos opciones: aumentar los insumos (tener más vacas y usar más tierra) o aumentar la productividad (hacerlo mejor).

Si observamos los datos desde 1950 hasta 2020, vemos algo extraordinario, casi contraintuitivo. En 1950, había unos 22 millones de vacas lecheras. Hoy, en 2020, hay apenas 9 millones. Hemos reducido el rebaño nacional a menos de la mitad.

Cualquiera pensaría que la producción de leche se ha hundido. Al contrario. La producción total se ha duplicado, pasando de 53 millones de toneladas a casi 100 millones.

Quiero que visualicen esto: Con la mitad de los animales, producimos casi el doble de leche.

Hemos logrado desacoplar el crecimiento del uso de recursos. Menos vacas significa menos tierra para pastos, menos agua consumida y menos emisiones de metano. Esto se logró porque el mercado premió la eficiencia genética, la gestión veterinaria y la nutrición animal. Esto es prosperidad real: hacer más con menos.

2. La Desigualdad y el falso destino: Desmontando la "Ley de Hierro"

Llegamos ahora al punto más complejo y crucial de esta conferencia. La crítica más dolorosa al capitalismo hoy no es sobre la producción, sino sobre el reparto. Es el argumento de la desigualdad.

Aquí, el gigante intelectual con el que debemos debatir es el economista francés Thomas Piketty. En su obra monumental ElcapitalenelsigloXXI, popularizó una fórmula matemática que parece una condena bíblica para la clase trabajadora: r > g.

¿Por qué Piketty implica que los ricos siempre se hacen más ricos? Permítanme explicar esta fórmula.

• r es la tasa de retorno del capital (lo que rinden las inversiones, la bolsa, los dividendos). Históricamente, dice Piketty, ronda el 4% o 5%.

• g es el crecimiento de la economía (que determina cuánto suben los salarios de la gente común). En países desarrollados, suele ser del 1% o 2%.

El argumento es el siguiente: si el dinero en el banco o en acciones crece al 5%, y los salarios solo crecen al 1%, entonces el patrimonio de los ricos crece mucho más rápido que el ingreso de los trabajadores. Es un efecto de "bola de nieve" o interés compuesto. El pasado devora al futuro. Los herederos ganan a los trabajadores. Según Piketty, esto es mecánico e inevitable, una "ley de hierro" del capitalismo.

Es un argumento seductor, pero como economista liberal, debo decirles que es incorrecto a largoplazoporqueignoraeldinamismodelmercado. Piketty asume un mundo estático. Yo propongo una visión que llamo el "Malthus a la inversa".

En 1798, Thomas Malthus planteó una visión trágica. Malthus observó que la tierra agrícola era el factor principal de producción y que era fija; no se podía crear más planeta.

Su lógica era: "Si inventamos una tecnología mejor, tendremos más comida temporalmente. Pero entonces, la población crecerá. Al haber más gente trabajando la misma tierra fija, la productividad caerá y los salarios volverán a bajar al nivel de subsistencia".

En el mundo de Malthus, la gente se comía el progreso. El ajuste se producía por el aumento de población, empobreciéndonos a todos.

El capitalismo moderno funciona exactamente al revés (Malthus Inverso). ¿Por qué? Porque a diferencia de la tierra, elcapitalNOesfijo. Podemos fabricar más robots, más ordenadores, más fábricas. No hay límite físico a la cantidad de capital que podemos crear.

El Mecanismo Moderno: Paso a paso

Permítanme detallarles el mecanismo exacto de cómo el mercado distribuye la riqueza, refutando el pesimismo de Piketty:

  1. El Choque Tecnológico (Innovación): Imaginemos que surge una innovación, como la Inteligencia Artificial. De repente, el capital se vuelve muy productivo. Invertir en IA es una mina de oro.

  2. La Fiebre de Inversión (Acumulación): Como es muy rentable, el retorno del capital (r) se dispara. Los primeros inversores ganan mucho dinero (aquí Piketty tiene razón a corto plazo). Pero esto atrae a más inversores. Las empresas reinvierten todo para comprar máquinas y software. El acervo de capital crece explosivamente.

  3. La Ley de la Gravedad de los Beneficios (Competencia): Aquí está la clave. Cuando algo abunda, su precio baja. Al inundar el mercado de nuevo capital (máquinas, robots), la competencia hace que esa rentabilidad extraordinaria empiece a caer. Es la ley de rendimientos decrecientes. El famoso r vuelve a bajar a niveles normales porque el capital deja de ser escaso.

  4. El Auge del Trabajador (Salarios): Mientras tanto, ¿qué le pasa al empleado? Ahora tiene a su disposición herramientas potentísimas. Un trabajador con un ordenador hace en una hora lo que antes hacía en un mes. El capital abunda, pero el trabajo humano es relativamente escaso. Su productividad marginal se dispara.

  5. Resultado: En un mercado competitivo, las empresas se pelean por contratar a trabajadores capaces de usar estas herramientas. Para atraerlos, tienen que pagarles más.

Conclusión del mecanismo: A diferencia de Malthus, donde el ajuste era más gente pobre, aquí el ajuste es más capital y salarios más altos. Entonces, ¿por qué sentimos que la desigualdad aumenta hoy?

Si el mecanismo funciona, ¿por qué hay tanto malestar? La respuesta no es una conspiración de los ricos. La respuesta es lo que los economistas llamamos "La carrera entre la tecnología y la educación".

Imaginen una carrera de atletismo.

• El primer corredor es la Tecnología. Corre muy rápido y demanda trabajadores con habilidades complejas (ingeniería, datos, pensamiento crítico).

• El segundo corredor es la Educación (la oferta de trabajadores cualificados).

Cuando la tecnología gana la carrera, los pocos trabajadores que saben manejarla se vuelven escasos y sus salarios se disparan (sube la "prima salarial"). El resto se queda atrás, compitiendo por empleos manuales. Ahí nace la desigualdad.

La solución liberal no es destruir la tecnología (prohibir la tecnología o confiscar el capital), porque eso nos haría a todos más pobres al detener el motor de crecimiento.

La respuesta a la desigualdad es una inversión radical en capital humano, para que la oferta de talento alcance a la demanda tecnológica. Si el talento abunda, la desigualdad baja.

3. Inestabilidad Financiera: ¿Fallo de mercado o de regulación?

La tercera crítica económica es la inestabilidad. Joseph Stiglitz nos dice que la desregulación convirtió la economía en un casino que colapsó en 2008. Recuerdo perfectamente cuando la Reina Isabel II visitó la LSE, donde yo trabajaba, y me preguntó con genuina perplejidad: "¿Por qué nadie vio venir esto?".

Mi respuesta fue que la fragilidad financiera no es un fallo inherente del mercado libre, sino un fallo de diseño regulatorio que crea Riesgo Moral.

Hemos creado un sistema bancario perverso donde las ganancias son privadas, pero las pérdidas son públicas (a través de los rescates bancarios y el seguro de depósitos). Esto da a los banqueros una apuesta asimétrica: "cara gano yo, cruz paga el contribuyente".

Si usted va al casino con el dinero de otro y se queda con las ganancias, apostará a lo más arriesgado. Eso hicieron los bancos: mantenían reservas de capital mínimas y asumían riesgos explosivos. Un verdadero liberal quiere que los bancos asuman sus propias pérdidas. La solución no es más burocracia, sino exigir a los bancos que tengan más capital propio en juego para que sean prudentes.

4. Medio Ambiente: La innovación como única esperanza

Finalmente, la crítica existencial. Naomi Klein dice que el capitalismo está en guerra con el planeta y que el crecimiento infinito es imposible. Yo sostengo lo contrario: la innovación de mercado es nuestra única esperanza realista.

Observen las curvas de aprendizaje de las renovables. El precio de los paneles solares ha caído un 90% desde 2010. El de las baterías de litio, un 98% desde 1990.

¿Quién logró esto? No fue un planificador central en una oficina gubernamental. Fue la competencia feroz entre empresas privadas por reducir costes y ganar cuota de mercado.

El sistema de precios es la herramienta ecológica más potente que existe. Cuando el precio del petróleo sube, millones de consumidores y empresas buscan eficiencia energética sin que nadie se lo ordene. En los países ricos ya hemos logrado el desacople: hoy somos más ricos y consumimos más energía que hace 20 años, pero emitimos menos gases. El mercado, guiado por precios correctos, es la máquina más eficiente para salvar el planeta.

IV. Poder y Democracia: El mito del poder corporativo

Pasemos ahora de la economía a la política. La segunda gran crítica es sobre el poder. Noam Chomsky argumenta que el "neoliberalismo" pone a las corporaciones por encima de las personas y secuestra la democracia.

Aquí debo hacer una distinción vital que a menudo se olvida en el debate público: Ser "pro-mercado" no es lo mismo que ser "pro-empresa". De hecho, a menudo son opuestos.

Como explican brillantemente Rajan y Zingales en su libro Salvar al capitalismo de los capitalistas, los peores enemigos del libre mercado suelen ser los empresarios establecidos (los incumbentes).

Piénsenlo: al empresario que ya está en la cima no le gusta la competencia. La odia. Quiere monopolios. Quiere regulaciones complejas que impidan entrar a nuevas empresas emergentes que puedan desafiarle. Prefieren el "capitalismo de amiguetes" al capitalismo real.

Vemos ejemplos hoy, por ejemplo en Inteligencia artificial, con magnates que usan su poder para influir en el discurso público o pedir regulaciones a su medida para cerrar la puerta detrás de ellos. La verdadera postura liberal es luchar contra estos privilegios. Defender el mercado significa fomentar una competenciaradicalque disuelva el poder concentrado. El mejor antídoto contra el poder de una gran corporación es que usted tenga la libertad de irse a la competencia.

Y esto aplica también al mercado laboral. Se nos dice que el mercado explota al trabajador (crítica de Harvey). Pero la historia demuestra que la mejor protección para el trabajador no es un decreto que prohíba el despido —lo cual a menudo disuade la contratación—, sino un mercado dinámico.

Cuando hay competencia y crecimiento, las empresas se pelean por el talento. Es esa competencia la que sube los salarios y mejora las condiciones, no la benevolencia del empresario ni la pluma del legislador. La flexibilidad laboral bien entendida no es precariedad; es la herramienta que evita el paro estructural y permite a los jóvenes entrar en el sistema.

V. Valores: La ética de la cooperación

Por último, abordemos la cuestión de los valores, la crítica ética. Se nos acusa de promover el egoísmo, el "sálvese quien pueda". La Escuela de Frankfurt, con Adorno a la cabeza, nos dice que el mercado crea una cultura homogénea, mercantilizada y vacía.

Yo rechazo esa visión pesimista del ser humano. El mercado es, en su esencia más profunda, un sistema de cooperación.

Piénsenlo un momento: miren la camisa que llevan puesta, o el teléfono en su bolsillo. Para que ese objeto llegara a sus manos, han tenido que cooperar miles de personas de distintos continentes, religiones y lenguas que no se conocen entre sí y que quizás, si se conocieran, se odiarían. Sin embargo, el mercado las ha coordinado para trabajar juntas en beneficio mutuo. El mercado convierte el interés propio en servicio al prójimo. Es el mayor mecanismo de paz que existe.

Y respecto a la cultura, coincido con la historiadora DeirdreMcCloskey. El mercado no crea uniformidad; crea diversidad. Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido mayor acceso a nichos culturales, música, literatura y arte que ahora. El mercado nos da la libertad de construir nuestra propia identidad, libres de la tiranía de la tribu o de la aldea. Nos permite ser cosmopolitas.

VI. Conclusión: El contraataque liberal

Para concluir, quiero volver al presente. Miro al mundo hoy y veo sombras alargadas que me recuerdan a los años 30. El populismo y el proteccionismo están en auge. El miedo al futuro es real.

Hay quienes, ante la desigualdad o el cambio climático, proponen tirar por la borda todo lo que hemos construido. Proponen menos libertad, más muros y más control estatal.

Pero la solución no es el repliegue. La solución es un contraataque liberal. Necesitamos un rearme ideológico. Debemos explicar, con la paciencia de los datos y la fuerza de las historias —como la del maíz y las vacas—, que la libertad funciona.

Debemos explicar que el mercado no es el enemigo del planeta, sino su salvador a través de la innovación. Debemos explicar que la justicia social no se logra castigando el éxito, sino invirtiendo en educación para que todos puedan participar en la carrera tecnológica.

El futuro no está escrito. No estamos condenados ni por la fórmula de Piketty ni por la catástrofe climática. Tenemos las herramientas para construir un mundo más libre y próspero. Depende de nosotros defenderlo.

Muchas gracias.

*** Luis Garicano es economista y político.

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    Fuente original: Leer en El Español
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