Hace apenas unos días, la gata tricolor y preñada que ilustra este artículo aprovechaba el calor que desprendía el capó de un coche recién aparcado. Con su presencia en busca del calor, nos recuerda que ha llegado la época en la que toca repetir una advertencia que salva vidas todos los años. El descenso brusco de temperaturas, la entrada de masas de aire polar y la amenaza de lluvias intensas no solo transforman nuestra rutina diaria, sino que obligan a miles de gatos callejeros o con acceso al exterior a buscar cualquier resquicio de calor que encuentren disponible.

El fenómeno de los gatos refugiados en los motores de los coches, que podría parecer anecdótico, es una realidad recurrente para los equipos de rescate, las protectoras y los veterinarios que cada año atienden a animales heridos por un arranque desafortunado. El compartimento del motor, aún tibio después de la conducción, se convierte en un refugio improvisado frente al frío, el viento y la lluvia, y coloca al animal en un peligro que, desde el exterior, pasa completamente desapercibido.

Cuando las temperaturas caen, los gatos activan conductas instintivas relacionadas con la conservación del calor corporal y se cuelan en cualquier espacio que ofrezca un mínimo de abrigo y, aunque lleve años circulando la recomendación, cada vez que llegan las estaciones frías, aparecen nuevos casos que muestran que la advertencia sigue siendo necesaria.

Por qué los gatos se esconden en los coches

Durante los meses fríos, el motor de un coche es, literalmente, un radiador temporal. Retiene calor durante mucho tiempo tras apagarse y, para un gato que vive a la intemperie, representa una diferencia crítica entre pasar una noche expuesto o hacerlo bajo una fuente cálida y protegida. Los etólogos recuerdan que los felinos, especialmente los que viven en entornos muy antropizados, dependen de estos microclimas urbanos para reducir el gasto energético y evitar hipotermias en noches húmedas o ventosas.

El problema aparece cuando la necesidad de calor coincide con el desconocimiento del conductor. Al arrancar un vehículo con un gato escondido en el motor, las consecuencias suelen ser graves, como quemaduras profundas, cortes por el ventilador, fracturas, amputaciones e incluso la muerte. Los veterinarios de urgencias describen cada año las mismas lesiones, que requieren cirugías complejas y largas hospitalizaciones cuando el animal consigue sobrevivir.

Cómo prevenir accidentes durante el invierno

La buena noticia es que evitar estos accidentes está en manos del conductor y apenas requiere unos segundos. El gesto más conocido, y más eficaz, consiste en golpear suavemente el capó antes de arrancar. Ese sonido es suficiente para alertar a un gato dormido y darle la oportunidad de escapar. La Guardia Civil ha insistido en varias ocasiones en la utilidad de esta práctica, recordándola cada año en sus redes sociales y reforzando la idea de que es un hábito sencillo con un impacto enorme.

Conviene además adoptar una mirada más atenta cuando las noches son especialmente frías. Un vistazo rápido bajo el coche, una pequeña espera tras los golpes en el capó o un toque breve de claxon pueden marcar la diferencia. Para las voluntarias y los voluntarios de colonias felinas, es importante reforzar los refugios comunitarios durante estos meses, con materiales aislantes y estructuras que protejan de la lluvia, lo que reduce notablemente la probabilidad de que los animales recurran al motor de un coche como única fuente de calor. Del mismo modo, quienes conviven con gatos que tienen acceso al exterior deberían considerar limitar sus salidas en las noches más frías, o proporcionarles espacios cálidos donde resguardarse sin necesidad de buscar alternativas peligrosas.

Qué hacer si encuentras un gato dentro del coche

Si al revisar el vehículo se descubre un gato escondido en el motor o entre las ruedas, lo importante es actuar con calma. Lo primero es apagar el motor y asegurar el coche. Después, una linterna puede ayudar a localizar al felino y evaluar su estado. Si es necesario manipularlo, es recomendable usar guantes gruesos o cubrirse las manos con una prenda resistente, ya que un gato asustado tiende a defenderse, incluso si está herido.

Abrir un camino claro hacia el exterior y pedir ayuda a otra persona para supervisar la huida del animal suele ser suficiente. Sin embargo, si el gato está atrapado, inmovilizado o presenta heridas visibles, lo adecuado es contactar con el 112 o con las autoridades locales, ya que las maniobras bruscas pueden causar más daño. Las protectoras y grupos de rescate están habituados a intervenir en estos casos y pueden garantizar una extracción segura.

Cuando las precauciones llegan tarde

Los casos clínicos registrados cada invierno muestran las consecuencias de no revisar el coche antes de arrancar. Las lesiones provocadas por el ventilador del motor, por ejemplo, suelen requerir intervenciones quirúrgicas repetidas, drenajes, curas diarias y un periodo de recuperación largo y doloroso para el animal. Las facturas veterinarias, cuando el rescate recae en particulares o protectoras, pueden superar fácilmente los miles de euros y comprometen la capacidad de estas organizaciones para atender otros casos urgentes.

Este daño, sin embargo, es completamente evitable. Unos segundos de precaución al iniciar la marcha marcan la diferencia, y son precisamente estas pequeñas rutinas las que se convierten en la mejor herramienta para proteger a los gatos sin hogar.