Pilar Alegría nació en La Zaida, un pueblo de Zaragoza de poco más de 400 habitantes donde es sagrada la hora de ir a comprar a la panadería. Cuando, en 2021, el presidente del Gobierno la telefoneó para proponerle ser ministra, pidió consejo a su hermana. «Olga, que me ha llamado Pedro Sánchez», le dijo nerviosa. Pero su hermana, que vive en La Zaida, tenía otras prioridades: «Pili, ahora no puedo atenderte, que estoy comprando el pan». La siguiente persona a la que llamó fue su madre. «Hija mía, hasta que no salga Pedro Sánchez por televisión anunciándolo, sé discreta y no se lo digas a nadie, no vaya a ser que se haya equivocado», le sugirió.
Así son en Aragón, tierra a la que Pili -como aún la llaman- regresa como cabeza de lista del PSOE para batirse con el popular Jorge Azcón en el matadero electoral del 8 de febrero, donde tiene muy pocas posibilidades de salir vencedora. En el Consejo de Ministros ha anunciado que deja sus cargos como portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes para centrarse en su candidatura. En X ha agradecido «el enorme privilegio» que siente por haber formado parte del Ejecutivo durante cuatro años y medio, y definió su vuelta a casa como una tarea «más emocionante».
En Aragón empezó en política y se curtió tras pasar por todos los cargos -concejala, diputada regional, consejera, delegada del Gobierno y secretaria general del partido- y, como buena parte de su generación (es del 1977), desempeñar todo tipo de trabajos temporales: camarera, sexadora de pollos, técnico en una empresa informática, recogedora de fruta...
Su carrera política la inició a principios de 2000, procedente de UGT y arropada por Eva Almunia, Carme Chacón, Leire Pajín y Marcelino Iglesias, antes de pasar a ser la mano derecha del díscolo Javier Lambán, aunque se convirtió en su enemiga desde que Sánchez la puso en 2019 de candidata a la Alcaldía de Zaragoza, en contra del criterio de Lambán.
Alegría, en 2016, con Javier Lambán.EFEFallecido Lambán y sin críticos que le hagan sombra, se enfrentará a Azcón en una reñida campaña exprés, con la Navidad de por medio y sin pasar por su mejor momento político. Ha tenido que tragarse el sapo de justificar el ingreso en prisión de Ábalos y Cerdán, secretarios de Organización del PSOE, además de tener que dar explicaciones por la condena del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. También ha sido cuestionada tras conocerse que se alojó en el Parador de Teruel en septiembre de 2020 al mismo tiempo que Ábalos, cuando éste habría realizado una fiesta con prostitutas y ella era la delegada del Gobierno.
Y ha perdido muchos puntos por la fotografía en la que aparece comiendo en un restaurante con Francisco Salazar, después de ser cesado por las denuncias de acoso sexual. Sus bandazos respecto a este encuentro, primero defendiendo a Salazar y luego reconociendo que no tenía que haberse reunido con él, le han pasado una gran factura. Se le reprocha, además, haber participado en una «caza de brujas» contra las mujeres denunciantes cuando empezaron a aparecer los primeros testimonios contra el ya ex dirigente del PSOE.
Hasta este «error» que ha acabado admitiendo había sido una persona indispensable para el PSOE. Sánchez la nombró en 2021 ministra de Educación para calmar la tensión que había originado en la escuela Isabel Celaá, que en pleno Covid soliviantó a las familias de la concertada, donde estudia una cuarta parte de los alumnos españoles. Eso perjudicó al PSOE en las elecciones madrileñas de mayo de 2021, donde Isabel Díaz Ayuso obtuvo mayoría absoluta. Los socialistas madrileños perdieron casi 300.000 votos y una parte importante procedía de padres de colegios religiosos o de educación especial, amenazados por la Lomloe.
El presidente del Gobierno encomendó a Alegría que rebajara el suflé educativo. Y lo logró, porque no han vuelto las protestas. A lo largo de estos cuatro años y medio ha ido ganando atribuciones. En 2022, Sánchez la nombró portavoz del PSOE y, en 2023, la convirtió en portavoz del Gobierno y le añadió la cartera de Deportes, en plena crisis por el caso Rubiales. Tanta responsabilidad acumuló que se llegó a hablar de ella como una de las posibles sucesoras de Sánchez, en una terna que incluía a María José Montero y a Félix Bolaños.
Paz educativa
Hubo un tiempo en que se la reclamaba para todo y se pasaba los fines de semana haciendo horas extras recorriendo todos los pueblos. Toda esta tarea ha impedido que se centre en educación todo lo tendría que haber hecho. Ha sabido silenciar a la escuela concertada al mismo tiempo que se metía en el bolsillo a los sindicatos de la pública, con los que ha negociado la reforma de la carrera docente, que se queda a medio hacer. Deja una escuela que ha obtenido los peores resultados de la historia y con cada vez más familias y profesores preocupados por la bajada del nivel, especialmente a partir de la Ley Celaá, una norma fallida que ha rebajado la exigencia y el esfuerzo y que ha multiplicado la carga de tareas burocráticas a los docentes.
El sindicato CCOO la ha valorado con un «suspenso» por «no implementar las medidas suficientes y no gestionar la mejora del sistema educativo». La patronal Escuelas Católicas dice que Alegría les ha hecho sentirse «huérfanos» y le reprocha que haya incumplido su compromiso de revisar las cuantías de las subvenciones a la concertada. La sucesora de Alegría será una mujer, según ha anunciado Pedro Sánchez, y tendrá que volver a empezar, una vez más, la yenka educativa.