Aunque pueda parecer una solución práctica cuando se acaba el pienso del gato, darle comida de perro no es una buena idea. Así lo explica la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC), que recuerda que, aunque ambos animales pertenecen al mismo orden de los carnívoros, "la alimentación del perro es omnívora, mientras que el gato es un verdadero carnívoro".

En otras palabras, los gatos necesitan nutrientes específicos que sólo se encuentran en ingredientes de origen animal, mientras que los perros han desarrollado la capacidad de aprovechar los carbohidratos y obtener ciertos nutrientes a partir de fuentes vegetales. Por ejemplo, "la vitamina A del betacaroteno" puede ser sintetizada por el perro, pero no por el gato.

Uno de los mayores contrastes entre ambas especies está en las proteínas. Los gatos requieren una cantidad más alta que los perros, tanto durante el crecimiento como a lo largo de su vida adulta, porque su metabolismo las utiliza de manera más intensa.

Además, no pueden reducir su consumo de proteínas si la dieta es pobre en ellas, algo que sí pueden hacer los perros. Por eso, los alimentos para gatos suelen tener una mayor proporción de proteínas. La ANFAAC destaca también la importancia de la arginina, un aminoácido esencial.

"El gato es muy sensible a la falta de arginina aunque solo sea en una comida", advierte la asociación. "Su ausencia puede provocar intoxicación por amoníaco e incluso la muerte, mientras que los perros son capaces de compensar parcialmente esa carencia gracias a otro aminoácido, la ornitina".

Otro punto clave es la taurina, otro aminoácido vital para el buen funcionamiento del corazón, la vista y la reproducción. Los gatos deben consumir taurina preformada, ya que no pueden producirla por sí mismos ni obtenerla de fuentes vegetales.

"Como la taurina no se encuentra en las plantas, los gatos necesitan consumir ingredientes de origen animal para obtenerla", explica la ANFAAC. Los perros, en cambio, sí pueden producir la cantidad que necesitan a partir de otros aminoácidos.

El gato es muy sensible a la falta de arginina aunque solo sea en una comida, su ausencia puede provocar intoxicación por amoníaco e incluso la muerte

Las diferencias no terminan ahí. En lo que respecta a las vitaminas, los gatos tampoco pueden transformar los carotenoides de las plantas en vitamina A activa, como sí hacen los perros. Por eso necesitan consumir esta vitamina ya formada, presente únicamente en alimentos de origen animal.

Algo similar sucede con la niacina o vitamina B3: los perros pueden sintetizarla a partir del triptófano, un aminoácido que obtienen de la dieta, mientras que los gatos sólo pueden conseguirla si la ingieren directamente. La carne y el pescado son, de nuevo, las fuentes más adecuadas.

La grasa animal también resulta indispensable para los felinos. El ácido araquidónico, un tipo de grasa esencial, juega un papel importante en la utilización de las grasas y la producción de energía. Sin embargo, "el gato no puede convertir suficientes niveles de otros ácidos grasos de las plantas al ácido araquidónico", señala la asociación. En cambio, el perro sí puede producirlo a partir de otros compuestos, de modo que para él no se considera un nutriente esencial.

Todo esto demuestra que, aunque perro y gato compartan hogar, su alimentación no puede ser la misma. "Es importante que el gato sea alimentado con alimentos completos y equilibrados para sus necesidades nutricionales particulares", concluye la ANFAAC.