Sunday, 14 de December de 2025
Internacional

Realidades paralelas e irreconciliables

Realidades paralelas e irreconciliables
Artículo Completo 953 palabras
Los fanáticos de la izquierda y la derecha viven cada uno en su propio mundo, convencidos de que ellos tienen toda la razón y el resto, ninguna

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Sr. García .

Manolo Castillo

Málaga

Domingo, 14 de diciembre 2025, 00:06

... este país. Después de hablar con unos y otros —algunos muy cercanos al presidente Sánchez— uno vuelve con la idea reforzada de que el Gobierno del PSOE y su entorno viven su propia realidad, convencidos hasta la médula de que tienen razón en todo y de que el resto del mundo no la tiene en nada. Pero es que, en el otro lado, la derecha, sobre todo el PP, vive también ensimismada, segura de que su oponente está en caída libre mientras que sus propios argumentos, los de Feijóo y compañía, son infalibles.

El Gobierno de Pedro Sánchez y toda su maquinaria política permanecen sumergidos en su argumentario y no están dispuestos a salir de él ni para tomar aire. La economía es la mejor del mundo y va como un rayo; las empresas, especialmente las del Ibex, ganan más dinero que nunca; los casos de la mujer y del hermano del presidente, ambos sentados en el banquillo, son fruto de una confabulación contra el amado líder; el exfiscal general es un santo vapuleado por jueces fachas. Al mismo tiempo, dicen sentirse dolidos y sorprendidos por las fechorías de Ábalos, Koldo y Cerdán, y profundamente apesadumbrados por las denuncias de acoso sexual que afectan a Salazar, al secretario general del PSOE de Torremolinos y a algunos más. «No lo podíamos creer cuando nos enteramos», repiten. Ya.

Y, claro, pretenden que todos nos lo creamos. Uno los ve tan convencidos que pone en duda el desmoronamiento que muchos anuncian.

La realidad es que casi ocho millones de españoles votaron a Pedro Sánchez en las pasadas elecciones generales y da la impresión de que una parte significativa de ellos se cree sin fisuras el relato del presidente y no está dispuesta a cambiar de opinión. Bien para que el PSOE siga gobernando, bien para que no lo haga la derecha.

Da igual —como les dijo Rufián en el Congreso— que la economía vaya como un tiro mientras muchas familias no llegan a fin de mes; que el hermano del presidente no supiera ni dónde estaba su despacho; que la corrupción parezca salir a chorros por las ventanas de Ferraz o que Salazar se paseara con la bragueta bajada sin que, ¡oh Dios mío!, nadie se percatara de ello. En cualquier ambiente de trabajo todo el mundo sabe quién es el baboso que se pasa de la raya. En Ferraz, al parecer, no.

Hay socialistas que no están dispuestos a permitir que la realidad les cambie la forma de pensar. El Gobierno de Rajoy cayó por mucho menos y, en circunstancias normales, el de Sánchez —con los presupuestos prorrogados por tercera vez y dos secretarios de organización en prisión— debería haber caído hace tiempo. Uno tiende a pensar que la corrupción —aquella frase de la sentencia de la Gürtel que daba por acreditada una caja B en el PP y que el Tribunal Supremo consideró después que no debió incluirse— fue, sobre todo, la herramienta política que PSOE, Sumar, Bildu, PNV, Junts y ERC necesitaban para lograr sus propios intereses, que nada tenían que ver con la cacareada regeneración.

Y en el PP pasa algo parecido. Están convencidos de que Pedro Sánchez es fruta madura y de que los españoles, todos o casi todos, viven pendientes de lo que ocurre dentro de la M-30. Creen que esos ocho millones de ciudadanos que metieron en la urna la papeleta del PSOE son poco menos que unos botarates y que en los próximos comicios se pasarán al PP o, simplemente, se quedarán en casa.

Todo ello, además, reforzado por determinados medios de comunicación —en uno y otro lado— incapaces de discernir los grises de la política y de asumir que unos no son tan malos ni los otros tan buenos.

«En las elecciones siempre hay una marea subterránea que puede dar muchas sorpresas», dice un destacado dirigente del Gobierno. Quiere expresar con ello que en unas elecciones puede pasar cualquier cosa. Y más aún cuando el suelo electoral del PSOE es tan alto.

Se avecina un temporal electoral de aquí a las generales —Extremadura, Castilla y León y Andalucía son las primeras escalas— y puede ocurrir de todo. Quizá lo único claro es que el bipartidismo pertenece ya a la historia y que habrá que acostumbrarse a gobiernos de coalición y a extrañas amistades como las actuales, en las que el autodenominado Gobierno progresista de Sánchez pacta con la extrema derecha de Junts o con la derecha nacionalista del PNV.

Si desde la pandemia el mundo empresarial vive instalado en la incertidumbre permanente, en la política habrá que asumir la confrontación y la polarización como el nuevo modelo de convivencia. Y que Dios nos coja confesados.

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Fuente original: Leer en Diario Sur - Ultima hora
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