- TOM BURNS MARAÑÓN
- Extremadura: el test para conocer hacia dónde conduce Sánchez al socialismo español
- La importancia del voto extremeño
El resultado de las elecciones autonómicas en Extremadura, celebradas por primera vez en solitario y convertidas, por consiguiente, en el foco del debate político en una sociedad crispada por la corrupción y por los abusos del poder, siempre iba a significar una de dos cosas.
El recuento de votos sería el prólogo de una historia que cuenta el derrumbe del sanchismo y cómo el presidente del Gobierno fue forzado a disolver las Cortes Generales y convocar elecciones anticipadas. Por el contrario, Pedro Sánchez conseguiría salvar bastantes muebles y la jornada electoral extremeña no pasaría de ser una escaramuza más en el cansino pin pan pun de la vida pública.
Lo que estuvo claro desde el principio es que la convocatoria extremeña, por ser la primera de cuatro citas autonómicas en los próximos seis meses, influiría con peso en el calendario electoral nacional, en el futuro político de Sánchez y en una nueva conformación del Congreso de los Diputados.
Ha ocurrido la primera de las dos cosas. El sanchismo ha sido humillado en Extremadura. Los extremeños han rechazado con firmeza la política progresista que a lo largo de la campaña tan machaconamente reiteró Sánchez en sus desplazamientos a sus dos provincias. Sánchez hubiera celebrado una derrota módica como un triunfo. No lo ha conseguido ni de lejos. Su intrusión en la campaña extremeña, empezando por el candidato que impuso, ha sido un desastre sin paliativos.
El recuento de votos ayer significa que Sánchez es un gafe y un lastre para su partido. Si sale escaldado de Extremadura que hasta antes de ayer fue una fortaleza socialista, ¿le querrán los votantes de Aragón en la autonómicas de febrero y los de Castilla y León en marzo? Ninguna de las dos regiones son baluartes de lo que ahora se llama sanchismo.
Ya perdió Sánchez ese gran granero de votos socialistas que fue Andalucía y absolutamente nada indica que los andaluces vayan a apoyar a su vicepresidenta primera cuando renueven su parlamento autonómico en junio. Al paso que va Sánchez, solo la anti-España en Cataluña y el País Vasco le acabará queriendo.
Tiempo habrá para sacar todas las lecciones de las elecciones extremeñas pero a primera vista la hecatombe del voto socialista se debe tanto a motivos locales como a causas de orden general y a una en particular. Sánchez se ha convertido en un activo tóxico. Ningún candidato socialista le querrá cerca cuando pida el voto a los aragoneses, a los castellanoleonesas y, finalmente, a los andaluces.
Las elecciones autonómicas de aquí al mes de junio cuando tocan las de Andalucía equivalen, en su conjunto, a unas midterm plus puesto que ya se ha cruzado el ecuador de la legislatura. En lo que queda de su mandato, que será un año a partir de junio, Sánchez será el pato más irremediablemente cojo de la política española desde tiempos de Leopoldo Calvo-Sotelo.
Aragón y Castilla y León, como Andalucía y Extremadura, tienen sus quejas particulares con el sanchismo. Pero la querella que comparten es la mendacidad que sobrevuela la acción del gobierno de coalición y el agravio comparativo que representa su trato bilateral y singular con Cataluña.
Las quejas propias en la conversación extremeña incluyen la insuficiencia de inversión en su red ferroviaria y el cierre de la central nuclear de Almaraz que ha ordenado el gobierno progresista. El sanchismo les ha dado con la puerta en las narices a los extremeños que como todo hijo de vecino piden la modernización de su entorno.
Por otra parte, se ha de respetar a quienes supuestamente llevan ese tan llevado y traído pelo de la dehesa. En Extremadura, Sánchez ha metido un elefante en un mundo noble como es el rural. Cae fatal el que se enchufe al hermano del presidente del Gobierno para un cargo que le paga el contribuyente y del cual se ausenta y se beneficia fiscalmente por estar domiciliado en Portugal.
Pocas cosas irritan tanto a la gente decente como la cínica tomadura de pelo. No se aguanta que el compinche del hermanísimo, procesado como él, sea el candidato a la presidencia de la Junta de Extremadura. Sin embargo, a Sánchez le da todo igual. Y su todo vale hunde a su partido.
Visto lo visto, la convocatoria de este domingo no parece que haya sido una escaramuza más. El campo de la competencia política deberá cambiar y, forzosamente cambia ya, cuando la derecha triunfa con contundencia en una región que siempre fue un feudo de la izquierda. Lo extremeños han dicho basta al sanchismo y su rechazo allana el camino para que lo digan los otros que acudirán a las urnas en un semestre electoral que está a punto comenzar.
La convocatoria fue el prólogo de lo que está por venir. Lo más inmediato será el cuestionamiento interno del liderazgo de Sánchez.
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