Vaiana 2 fue un éxito absoluto de taquilla a su estreno en noviembre de 2024, aunque cabe preguntarse si alguien en Disney puede enorgullecerse realmente de ello. Las críticas fueron mediocres y casi todo el mundo notó el trapacero mecanismo con el que se había manufacturado esta secuela: una serie originalmente destinada a Disney+ cuyos capítulos se ensamblaron para asemejarse a un largometraje unitario.

Uno que estaba llamado a socorrer las maltrechas finanzas del estudio. Superar la barrera de los 1.000 millones de dólares ayudó, entonces, a enderezar los ánimos tras los fracasos de Mundo extraño y Wish.

Estos anteriores “clásicos Disney” (como la Casa del Ratón conviene en denominar las películas de Walt Disney Animation que suelen llegar cada fin de semana de Acción de Gracias en EEUU) suponen lo más bajo de la larga trayectoria de la compañía. Mundo extraño por tener una recaudación históricamente escasa, Wish por haber querido homenajear los 100 años que Disney cumplía en 2023 suscitando un desdén unánime.

Y al final, aunque Vaiana 2 respondiera con el ansiado taquillazo después de Wish, todo forma parte de una misma patología, una inercia en la imagen pública de la animación de Disney: el cine ha dejado de ser la plataforma ideal para sus clásicos. En su lugar, tenemos Disney+.

El público mayoritario ha asumido las películas animadas de Disney como contenido de streaming, así que no le importa esperar a que estén disponibles dentro de su suscripción. Y no es culpa suya, sino de la estrategia que siguió la propia compañía durante la crisis del coronavirus.

Fue cuando acostumbró a sus espectadores a la experiencia doméstica, y tejió una continuidad a la que responde el fenómeno de Vaiana 2: la decisión de reconvertir la serie se debió a que la primera Vaiana llevaba años siendo el título más visto del streaming.

Pixar vive una situación parecida, luego de la imposición de que sus films pandémicos fueran directamente a Disney+ (en el caso de Disney Animation al menos se dispuso de un estreno híbrido), y hay un paralelismo entre Vaiana 2 y Del revés 2: el único de los films recientes del estudio subsidiario de Disney que ha triunfado. Alrededor de ambas las películas originales (las que no son secuelas) se resignan a fracasar.

Es lo que ha pasado en 2025 con Elio de Pixar. A saber si el año que viene ocurre lo mismo con Hexed, la próxima propuesta original de Disney Animation. Aunque por supuesto Zootrópolis 2 se librará de este destino.

Zootrópolis 2 está arrasando en taquilla y quizá, en este caso, sí pueda cundir libremente la euforia. Porque no es como Vaiana 2. Zootrópolis 2 lleva años en desarrollo y prefiere reflejarse en secuelas honorables de Disney Animation como Ralph rompe Internet y Frozen 2: títulos que, junto a sus entregas previas y otros éxitos como Enredados, la propia Vaiana o Encanto, hicieron cundir la impresión de que Disney atravesaba una nueva edad de oro. Como la del Renacimiento de los años 90 (Aladdin, La bella y la bestia, El rey león).

Un Nuevo Renacimiento que sin duda ya ha terminado (¿terminó con la pandemia?), pero por eso es tan interesante Zootrópolis 2. Por cómo quiere invocar su grandeza.

Sobre las huellas de un gigante

La primera Zootrópolis ganó el Oscar a Mejor película animada hace casi diez años, habiendo competido en esta categoría contra otro aclamado estreno de Disney Animation: la propia Vaiana, que se estrenó con meses de diferencia en 2016. Es una buena muestra de cómo iban las cosas en plena cumbre del Nuevo Renacimiento y de cómo la película ya hacía méritos para constituirse un clásico moderno.

El correspondiente recorrido en taquilla, acompasado por las críticas excelentes y la incorporación de sus personajes al canon Disney, sitúa a Zootrópolis a la estela inmediata de otros hitos mayores del estudio.

Judy Hopps y Nick Wilde conviven en el imaginario popular no solo con Elsa y Anna, sino también con Timón y Pumba, el Genio, Mulán, etcétera. Darle una secuela a una obra tan categórica requería los esfuerzos más selectos y minuciosos que pudiera congregar Disney, y desde luego Zootrópolis 2 es una película muy cuidada. También es una, sobre todo, donde se nota que los artífices saben que se juegan mucho.

En las semanas previas al estreno de Del revés 2 hubo noticias sobre las penosas condiciones laborales en Pixar en sintonía a una ansiedad muy palpable que había pendido durante el desarrollo de la secuela: la directiva del estudio era consciente de que, si Del revés 2 fracasaba, Pixar tendría que dejar de hacer películas.

No es que Zootrópolis 2 nazca de un clima tan urgente, aunque igualmente nadie cree que Disney Animation se haya recuperado del todo del impasse pandémico. Ocurre además que desde 2024 Jennifer Lee (responsable de Frozen) ha dejado de ser la directora creativa de Disney Animation. Los recientes fracasos movieron a que hiciera hueco a Jared Bush.

Jared Bush, nuevo director de Disney Animation, resulta ser asimismo junto a Byron Howard el director de Zootrópolis y Zootrópolis 2. Esta última pasa por ubicarse en su periodo de prueba como alto ejecutivo, dentro de una transición de la empresa donde Vaiana 2 y Zootrópolis 2 (junto a las confirmadas nuevas secuelas de Frozen) se articulan como puntos clave para que la Casa del Ratón consolide su poderío económico.

En este marco dejan de ser rentables las películas originales (exactamente como en Pixar). Y todo esto, que no deja de ser una lectura industrial, ciertamente permea Zootrópolis 2 como permeaba Del revés 2 y Vaiana 2. Porque son producciones nacidas de la angustia y la inseguridad.

Siendo Zootrópolis 2 una película mejor que Vaiana 2 (porque es, propiamente, una película), a esta le pasa lo mismo que a Del revés 2: son secuelas que van a lo seguro. Que, como no pueden permitirse fallar, ni decepcionar a nadie, ni alterar mínimamente la confianza de los accionistas, prefieren ser previsibles. No arriesgarse a nada. No molestar.

Una Disney autolimitada

Esto, en Zootrópolis 2, no es algo completamente negativo. Porque de hecho atina a pulir uno de los elementos más cuestionables de la película original (que ya pasamos por aquí, tampoco era para tanto): la necesidad que tenía la primera Zootrópolis, aspirando a la seriedad, de engolar la voz y presumir de estar hablando de cosas importantes.

Heredando los peores vicios de Pixar (estudio cuya plantilla ha experimentado uno de los colapsos más embarazosos del cine contemporáneo), Zootrópolis quería aprovechar su entorno urbano de animales antropomórficos para proponer una tesis sobre el racismo. En 2015 las especies de animales debían servir como metáfora, al término de la era Obama, de las divisiones dentro de nuestras propias sociedades.

La cosa no cuajaba porque, simplemente, no se puede equiparar el racismo (una patología social y cultural) con cuestiones biológicas, o al menos no se puede hacer sin caer en la contradicción, en lo frívolo o cuanto menos en un discurso insostenible. Como Zootrópolis 2 es menos ambiciosa argumentalmente, nos hemos librado de esa incomodidad: el fantasma del racismo pervive, pero dentro de una trama de expolio inmobiliario mucho más sencilla de manejar.

Todo lo que rodea a la serpiente Gary y los reptiles posee más o menos la misma consistencia temática de cualquier episodio de Zootrópolis+ (aquella serie que lanzó Disney en 2022), así que el interés sociológico está felizmente sofocado por la emoción y la prioridad de exprimir la personalidad de estos animales.

Que al final era el punto fuerte de la Zootrópolis inaugural: cómo, en paralelo a las primeras temporadas de BoJack Horseman, sacaba oro cómico del conflicto entre los instintos silvestres de cada especie y su pretensión de ser ciudadanos “civilizados”. También era fascinante Zootrópolis como idea, como megaciudad, y era un gustazo conocer nuevos rincones de la urbe. En Zootrópolis 2 sigue siéndolo.

Pese a que su entramado policial no cuaje igual de bien ahora que en 2016 (la génesis de Zootrópolis 2 no solo está circundada por el espectro pandémico; también por cómo el Black Lives Matter ha movido a que observemos con peores ojos su copaganda), la película nos ofrece una nueva oportunidad de pasar tiempo con unos personajes divertidos y encantadores, y es difícil resistirse a ello. Aún así, incluso dentro de este apartado lúdico, a Zootrópolis 2 también le sigue faltando ambición, y apenas sabe cómo enriquecer su universo.

Lo de Gary conduce a la mejor escena de la película a nivel visual (el abrazo que comparte con Judy en el clímax), pero difícilmente el personaje que dobla Ke Huy Quan se convertirá en el personaje favorito de nadie. Lo mismo podemos decir de Nibbles, el castor aficionado a las teorías de la conspiración, y mientras que el alcalde caballo es hilarante, el antagonismo de los linces maléficos no está demasiado inspirado.

Resulta particularmente cargante lo del personaje que dobla Andy Samberg, sobre todo por cómo años de Pixar nos han enseñado a ver desde el minuto 1 cuál será su devenir narrativo.

Zootrópolis 2 tiene muy poco nuevo que aportar, y las mejores expresiones de esto son la ridícula vuelta del personaje doblado por Shakira (nuevamente bajando el nivel de calidad a un artefacto tipo Illumination) o el uso desesperado que hace del perezoso Flash para asegurarse unas risas fáciles/nostálgicas.

Todo nos lleva a constatar que es una película con el freno de mano puesto, una producción previsible cuyos artífices se han querido conformar con el mínimo común denominador ante la que estaba cayendo fuera. Como no podía permitirse fracasar, no se ha permitido tampoco llegar a triunfar significativamente.

Esto, dentro de poco, no le importará a nadie. Porque Zootrópolis 2 tendrá una taquilla rotunda y será una gran candidata al Oscar a Mejor película animada el año que viene. No evitará, pese a esto, las comparaciones ingratas. No solo con la película original o la producción del Nuevo Renacimiento de Disney, sino frente al trabajo de otro estudio colindante. Lo más lamentable de Zootrópolis 2 es que se haya estrenado meses después de Los tipos malos 2, producida por DreamWorks Animation, y que ambas películas se parezcan, inevitablemente, mucho.

La anarquía de los animales antropomórficos de Los tipos malos 2, su compromiso con aprovechar la energía animada ante las últimas consecuencias (el gran problema del binomio Disney/Pixar es que se han olvidado de que la noción de movimiento debe ser inseparable de animación), brilla por su ausencia en Zootrópolis 2.

Y no es que DreamWorks viva una época mucho mejor que Disney (al fin y al cabo prepara Shrek 5 y ya se ha pasado a los remakes de acción real, con Cómo entrenar a tu dragón), pero el ímpetu y diversidad de sus propuestas animadas ahora mismo le llevan la delantera, por mucho, a quienes siempre han tenido la hegemonía de la animación occidental.

Los tipos malos 2 solo es una nueva muestra de esto tras películas tan extraordinarias como Robot salvaje o El gato con botas: El último deseo. En los últimos tiempos Disney ha estrenado muy poco que pueda rivalizar con ellas, y eso es algo que ni todos los millones que gane Zootrópolis 2 podrán disimular.