- RICARDO T. LUCAS
Las políticas proteccionistas y de preferencia nacional que aplican cada vez más gobiernos en todo el mundo van a ser especialmente perjudiciales para las empresas españolas.
La economía española ha salido de las dos grandes crisis de las últimas décadas gracias al empuje exportador. El sector exterior actuó como vanguardia del resto de industrias tanto durante la crisis financiera como después de la pandemia del Covid-19. Sin embargo, los cambios profundos de la geopolítica global desde el ataque de Rusia contra Ucrania, que ha llevado a una nueva alineación de los países en dos bloques rivales y un tercer grupo de naciones que reclaman tener voz propia -el denominado Sur Global-, puede limitar en adelante la capacidad exportadora de nuestro país.
Varios fenómenos disruptivos amenazan la capacidad de las empresas españolas para seguir mejorando su cuota en el comercio mundial y acceder a nuevos mercados emergentes. El más conocido es lo que los economistas denominan desglobalización. Es decir, la reducción de las dependencias mutuas creadas entre países desde comienzos de los años 1990 y que posibilitaron el crecimiento más acelerado de la economía mundial en décadas. Las vulnerabilidades emergidas durante la crisis vírica de 2020 fueron la excusa utilizada por muchos gobiernos para volver a políticas del pasado que quiebran los principios de la globalización como la preferencia nacional en contrataciones públicas, el incremento de las barreras comerciales o las campañas para incitar el consumo de productos de procedencia local en detrimento de los foráneos a pesar de que los últimos sean más baratos.
Para sortear su impacto, el sector exportador optó por la búsqueda de nuevos destinos y la firma de alianzas con empresas locales en algunos países. Una estrategia que les ha resultado válida hasta el regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos blandiendo los aranceles como arma geopolítica. Otros grandes países han seguido su ejemplo, sobre todo China, dificultando el acceso de los bienes europeos a su mercado.
Aunque los focos están sobre los aranceles, los diversos acuerdos que ha ido alcanzado Trump con otros países incluyen compromisos de compra de determinados productos, lo que lógicamente afectará a los rivales de las empresas norteamericanas. Este papel más activo de los Estados en el comercio global reduce capacidad de negociación a las empresas españolas para poder competir con aquellas que como los gigantes norteamericanos tengan el favor político de sus gobiernos.
Suministros
El choque entre bloques también ha generado ciertas disrupciones en las cadenas globales de suministros, adicionales a las derivadas de conflictos bélicos como el que afectó a comienzos de año al canal de Suez. El problema es que las estrategias de diversificación de proveedores de las empresas para reducir riesgos no siempre son efectivas por el alto control que tienen algunos países como China sobre los insumos clave. No sólo las tierras raras, sino también productos como los refinados del cobre, cobalto, litio y grafito, y también porque para la mayoría de las suministros (sobre todo energéticos) implica asumir precios de compra en origen más elevados. Las economías más afectadas están siendo las que tienen un mayor grado de apertura al exterior, como la española.
Barreras internas
Las barreras que deben afrontar los exportadores españoles no son sólo externas, también se están levantando dentro de la UE. La Comisión ha pedido a los Estados miembros que identifiquen potenciales riesgos de fuga de tecnología sensible en áreas como la computación cuántica, los semiconductores avanzados y la inteligencia artificial. Una medida que los analistas identifican como el paso previo a imponer límites a sus exportaciones y que ya han puesto en marcha tanto China como Estados Unidos. También las alianzas estratégicas en sectores sensibles con empresas o instituciones de fuera de Europa deben ser autorizadas previamente.
Además, los gobiernos ejercen un mayor control de las ventas al exterior de los denominados bienes de doble uso, cuya exportación está vetada a ciertos destinos. Este régimen no se aplica sólo a la tecnología o las materias primas, sino también sobre productos químicos que puedan ser usados para producir armas biológicas, una definición muy genérica que en la práctica supone gran discrecionalidad para vetar su exportación.
La firma del acuerdo con Mercosur será el 20 diciembre
Las esperanzas de los gobiernos europeos están puestas en el acuerdo de libre comercio con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay e Uruguay) para contrarrestar los efectos negativos de los aranceles de Trump. La paradoja es que fue precisamente la política proteccionista del presidente de Estados Unidos lo que desbloqueó unas negociaciones que se habían prolongado durante más de dos décadas debido a las resistencias de países como Francia a permitir la entrada casi sin aranceles de muchos productos de países sudamericanos. La Comisión Europea calcula que tras la entrada en vigor las ventas de las empresas europeas en esta región aumentarán un 40% en los próximos años. El tratado se firmará el 20 de diciembre en un acto solemne en la capital de Brasil, Brasilia, debido a que el gobierno que preside Lula da Silva ostenta la presidenta rotatoria de la alianza comercial sudamericana. Tras ello, deben ratificarlo los distintos parlamentos nacionales y también la Eurocámara, aunque Bruselas estudia plantear la aplicación provisional de parte del mismo.
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