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Economía

El auge de China y la debilidad de la UE

El auge de China y la debilidad de la UE
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La radicalidad de las políticas comerciales de la segunda Administración Trump ha puesto la atención de la Unión Europea en su fuerte dependencia de Estados Unidos en comercio internacional y en defensa. Las complejas relaciones de Europa con el Gobierno norteamericano acerca de la paz en Ucrania y la seguridad de Europa han contribuido a consolidar la atención de la UE hacia la Administración Trump. Leer
PAÍS VASCOEl auge de China y la debilidad de la UE
  • JORDI CANALS
23 DIC. 2025 - 01:02

La radicalidad de las políticas comerciales de la segunda Administración Trump ha puesto la atención de la Unión Europea en su fuerte dependencia de Estados Unidos en comercio internacional y en defensa. Las complejas relaciones de Europa con el Gobierno norteamericano acerca de la paz en Ucrania y la seguridad de Europa han contribuido a consolidar la atención de la UE hacia la Administración Trump.

La relación con Estados Unidos es crítica para la UE. Sin embargo, este enfoque ha conducido en la práctica a relegar al segundo plano la relación de Europa con China y eso es un error.

Los datos son reveladores. En 2024, las exportaciones de bienes de la UE a China ascendieron a 213,3 millardos de euros, mientras que las importaciones de la UE procedentes de China ascendieron a 517,8 millardos de euros (según Eurostat). El déficit comercial de la UE con China es enorme. Para tener una mejor perspectiva, las exportaciones de servicios europeas a China ascendieron a 67,3 millardos de euros y las importaciones de servicios de China ascendieron a 45,5 millardos en 2023.

Por poner las cifras en un contexto, las exportaciones de bienes de la UE a Estados Unidos en 2024 fueron de 531,6 millardos de euros, mientras que las importaciones de Estados Unidos fueron de 333,4 millardos de euros. Es cierto que el comercio total entre Estados Unidos y la UE es aún superior al de Europa con China, pero el ritmo de crecimiento de las exportaciones chinas a la UE ha sido muy rápido, alcanzando este nivel en menos de dos décadas.

De manera simplificada, las relaciones entre la UE y China durante los últimos treinta años han consistido en dos elementos centrales. El primero es que China ha dado la bienvenida a la inversión europea y las empresas europeas han tenido acceso a un mercado local creciente y enorme. El segundo ha sido la integración de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el libre acceso de productos chinos al mercado europeo. Durante más de dos décadas, el balance fue muy favorable para las empresas europeas, que aceleraron la inversión y multiplicaron sus ventas en el mercado chino. Esto impulsó el crecimiento de China, pero también se convirtió en el motor del aprendizaje acelerado de empresas chinas que gradualmente modernizaron sus sistemas de compras, fabricación y logística. Algo similar ocurrió con las empresas norteamericanas. De este modo, China se convirtió en la gran fábrica del mundo, con una eficiencia creciente y unos gastos de fabricación muy bajos. China parecía tenerlo todo para ello: un mercado grande que permitía economías de escala en la fabricación, abundancia de profesionales preparados, sueldos más bajos, capital procedente del exterior y del creciente ahorro chino, infraestructuras de comunicación que mejoraban a gran velocidad y una predictibilidad en la política económica.

El Covid-19 fue un punto de inflexión en el ascenso de China como potencia innovadora. Antes de la pandemia aquel país ya había desarrollado una capacidad competitiva muy avanzada en sectores como baterías eléctricas, equipos de telecomunicaciones, buques, trenes de alta velocidad, o turbinas eólicas, entre otros. Además, bajo el impulso de empresas norteamericanas como Apple, o taiwanesas como TSMC o Foxconn, la red de fabricación en China de productos avanzados como el smartphone o los semiconductores era muy sofisticada. La pandemia supuso un impasse, pero la reapertura de China tras el Covid-19 ha sido explosiva. China es hoy una potencia mundial en sectores críticos para una economía avanzada, como semiconductores, IA, quantum computing, cloud, biomedicina o baterías para redes eléctricas, entre otros.

El resultado es que China está dejando de necesitar la inversión procedente de la UE (y de Estados Unidos) para acceder a nuevos conocimientos. Además, como su mercado es enorme y una parte de la población que aún no ha accedido al nivel de vida medio del país, las posibilidades de crecimiento son aún grandes. China ha dejado de necesitar en la mayoría de sectores críticos la inversión europea o de Estados Unidos. De la necesidad de la inversión exterior se ha pasado a la opcionalidad. De otra parte, a China le interesan cada vez menos los productos procedentes de Europa, pues ya los fabrica en casa, a excepción de algunos productos como la moda, el arte o el turismo a ciudades europeas.

Las empresas europeas en China se encuentran ante el peor escenario: su inversión ya no es buscada y sus productos no interesan. Al mismo tiempo, las empresas europeas necesitan estar en ese mercado por la dimensión de su mercado y por el aprendizaje que supone competir con empresas chinas. Por consiguiente, el reto para la UE y sus empresas es evitar la irrelevancia acelerada en uno de los mercados más dinámicos del mundo.

Una ventaja competitiva de Europa durante varias décadas fue el desarrollo de un sistema industrial y manufacturero que combinaba la sofisticación de la ingeniería, el enfoque hacia productos industriales de gran valor y un sistema de relaciones laborales razonablemente equilibrado con un mantenimiento del empleo -a pesar de la mayor automatización- y unos niveles salariales que mantenían el poder adquisitivo. Esta combinación simbolizaba el modelo social y económico europeo, con una industria fuerte, innovación basada en el conocimiento e importantes beneficios sociales. Este modelo ha saltado por los aires debido a la lentitud de adaptación a las nuevas realidades emergentes. La crisis de Volkswagen y del sector automovilístico alemán es el ejemplo más claro del final de una época para Europa y de algunos pilares de su modelo de creación de riqueza.

Durante años, la UE dibujó acuerdos con el Gobierno chino para definir áreas de mutuo interés para ambas partes. Sin embargo, durante los últimos años una confusión de objetivos, una falta de prioridades claras y una baja coordinación entre los grandes países europeos y su relación con Pekín han abocado a la UE a esta situación. Es cierto que China tiene un sistema político con un partido único y sin la libertad política y de opinión como entendemos en Occidente. Pero fijarse en esta última dimensión para descalificar el importante avance tecnológico e industrial de China es una deformación de la realidad. Como ha puesto de relieve recientemente Dan Wang, un investigador de la Hoover Institution (Stanford) en su libro Breakneck: China's quest to engineer the future, se ha convertido en un país donde la ingeniería y la innovación tecnológica se han convertido en palancas para mejorar la prosperidad del país y la creación de ocupación.

¿Qué puede hacer la UE ante este reto enorme? En primer lugar, reconocer el enorme progreso que China ha realizado durante las últimas décadas, aprender de algunos principios que han inspirado sus políticas e incorporarlo a una negociación con Pekín que vaya más allá de los aranceles. En segundo lugar, mostrar con hechos la voluntad de querer construir Europa, no con discursos vacíos, sino con objetivos y políticas debatidos, consensuados, y compartidos con los ciudadanos. Durante los últimos meses hemos debatido sobre el informe Draghi y el informe Letta. Ahora necesitamos con urgencia un plan de acción contrastado y compartido, y con un ritmo ágil de ejecución. Esto es responsabilidad de la Comisión Europea y de los gobiernos nacionales, en igual medida. La UE solo sobrevivirá en esta nueva era de tensiones geopolíticas si renueva su confianza en los valores que la han hecho grande y, al mismo tiempo, es capaz de articular políticas efectivas que busquen soluciones a los retos que afronta. El tiempo deja de estar de parte de Europa y es urgente pasar a la acción.

IESE Center for Corporate Governance

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Fuente original: Leer en Expansión
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