'El pico al aire': Un claro en la mirada de Javier Garcerá
ABC - Cultura
Carlos Delgado Mayordomo
29/12/2025 11:53
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Artículo Completo903 palabras
Un 'koan' es un breve enunciado paradójico y enigmático que los monjes budistas trabajan en meditación no para comprenderlo racionalmente, sino para fundirse en él. La exposición de Javier Garcerá (Sagunto, 1967) en CentroCentro opera de manera similar: propone un desmantelamiento de las dualidades, empezando por la distinción entre ver y no ver. Cada obra actúa como un claro en el camino que invita a suspender la percepción automatizada y a abrirse a la experiencia de detenerse, sencillamente, a contemplar.Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: 'Si el sol o el corazón se esconden', en el Museo Barjola: Javier Garcerá o la belleza del misterio Ángel Antonio Rodríguez estandar Si ARCO 2024 Javier Garcerá: «Es fundamental aprender a perder tiempo para ganarlo» Javier Díaz-GuardiolaSe trata, en consecuencia, de una tarea que no requiere esfuerzo, pero sí entrega por parte del espectador: atender es tomar conciencia, y ello implica adoptar una sensorialidad serena pero no adormecida; cultivar una curiosidad que permanezca en el asombro sin ceder a la fascinación acrítica; y abandonar la mirada alienada y digitalizada –esa que devora con avidez todo lo que se le ofrece– para abrirse a una percepción nacida del propio sentido de la experiencia.Más de un punto de vistaLas texturas y los brillos de las telas, centrales en la producción de Garcerá, se combinan con la contundencia de lo monocromo –una paleta dominada por los rojos– para conformar superficies que solicitan no solo un punto de vista frontal, sino también oblicuo o lateral. Es entonces cuando afloran imágenes entreveradas y fluyentes, elaboradas con pinceladas que vibran sobre el tejido o mediante pequeñas erosiones que lo alteran. También son habituales las palabras y las frases, situadas siempre en el límite de lo legible, que a veces remiten a la biblioteca personal del artista y, en otras ocasiones, recogen fragmentos de una sabiduría sagrada y ancestral.La exposición de CentroCentro reúne obras realizadas a lo largo de casi tres décadas, organizadas no de forma cronológica, sino a través de diálogos que ponen en relación distintos momentos de la trayectoria de Garcerá. Este planteamiento responde a una idea central de su trabajo: la convicción de que el ojo salvaje no existe y de que toda imagen se construye a partir de una memoria cultural.Dejarse quieto, pensar. En las imágenes, distintas obras de la muestra 'El pico al aire', de Javier Garcerá en CentroCentro CentroCentroLa muestra asume esa condición mediada a través de referencias a obras de Fra Angelico, Velázquez o Manet, una tradición a la que se suman elementos formales y conceptuales de procedencia oriental que no operan como cita exótica, sino como puesta en valor de otra manera de entender la experiencia estética, más cercana a la intuición de la impermanencia, entendida no solo como condición del mirar, sino como aceptación de que todo cambia, todo está en proceso, todo es transitorio.El arte de Garcerá se presenta como un medio hacia la trascendencia, sin renunciar a una conciencia crítica del mundo. En el corazón de la exposición, a mitad del recorrido, emerge el motivo de la mudanza como auténtico trasfondo ético: un enorme retablo de seda roja, las pinturas apiladas en el suelo y las iconografías del desplazamiento, el abandono y la ruina apuntan así al final de un ciclo.Este cambio de morada señala la necesidad de abandonar paradigmas agotados –políticos, económicos y sociales– para ensayar una sociedad venidera que aspire a establecer otras formas de relacionarnos con el entorno. Se trata, sobre todo, de una reconciliación entre lo humano y la Naturaleza, esa gran maestra de la contemplación capaz de conducirnos al gozo de la plenitud de lo cotidiano, que Garcerá convoca en diálogo con la concepción goethiana de la Naturaleza como experiencia viva y con la hondura mística de Novalis.arte_abc_0724La exposición dedica un ámbito específico al estudio del artista como espacio de investigación, pero también de repliegue: un lugar donde la soledad no es una carencia, sino un desempeño necesario para la creación. El título de la muestra, 'El pico al aire', remite al solitario pájaro descrito por San Juan de la Cruz, un símbolo excéntrico dentro del canon literario europeo y, según algunos estudios, cercano a la tradición mística sufí, que evoca un radical estado del alma que «no sufre compañía», una condición que hace posible el camino contemplativo.Javier Garcerá: 'El pico al aire' Javier Garcerá. 'El pico al aire'. CentroCentro. Madrid. Plaza de Cibeles, 1. Comisaria: Isabel Tejeda. Hasta el 3 de mayo. Cuatro estrellas.Ese mismo clima de recogimiento se prolonga en la cuidada escenografía expositiva, que se sirve del gris oscuro aplicado a las paredes y de un manejo muy preciso de la luz. Estamos, en definitiva, ante un recorrido memorable que ofrece una lectura especialmente lúcida de la trayectoria de Garcerá y confirma la coherencia de una búsqueda sostenida durante décadas: devolver a la belleza una vigencia contemporánea, afirmar la realidad visible sin sacrificar su resonancia interna y, finalmente, restituir al silencio su función como camino de vuelta a casa.
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Un 'koan' es un breve enunciado paradójico y enigmático que los monjes budistas trabajan en meditación no para comprenderlo racionalmente, sino para fundirse en él. La exposición de Javier Garcerá (Sagunto, 1967) en CentroCentro opera de manera similar: propone un desmantelamiento de las dualidades, ... empezando por la distinción entre ver y no ver.
Cada obra actúa como un claro en el camino que invita a suspender la percepción automatizada y a abrirse a la experiencia de detenerse, sencillamente, a contemplar.
Se trata, en consecuencia, de una tarea que no requiere esfuerzo, pero sí entrega por parte del espectador: atender es tomar conciencia, y ello implica adoptar una sensorialidad serena pero no adormecida; cultivar una curiosidad que permanezca en el asombro sin ceder a la fascinación acrítica; y abandonar la mirada alienada y digitalizada –esa que devora con avidez todo lo que se le ofrece– para abrirse a una percepción nacida del propio sentido de la experiencia.
Las texturas y los brillos de las telas, centrales en la producción de Garcerá, se combinan con la contundencia de lo monocromo –una paleta dominada por los rojos– para conformar superficies que solicitan no solo un punto de vista frontal, sino también oblicuo o lateral. Es entonces cuando afloran imágenes entreveradas y fluyentes, elaboradas con pinceladas que vibran sobre el tejido o mediante pequeñas erosiones que lo alteran. También son habituales las palabras y las frases, situadas siempre en el límite de lo legible, que a veces remiten a la biblioteca personal del artista y, en otras ocasiones, recogen fragmentos de una sabiduría sagrada y ancestral.
La exposición de CentroCentro reúne obras realizadas a lo largo de casi tres décadas, organizadas no de forma cronológica, sino a través de diálogos que ponen en relación distintos momentos de la trayectoria de Garcerá. Este planteamiento responde a una idea central de su trabajo: la convicción de que el ojo salvaje no existe y de que toda imagen se construye a partir de una memoria cultural.
La muestra asume esa condición mediada a través de referencias a obras de Fra Angelico, Velázquez o Manet, una tradición a la que se suman elementos formales y conceptuales de procedencia oriental que no operan como cita exótica, sino como puesta en valor de otra manera de entender la experiencia estética, más cercana a la intuición de la impermanencia, entendida no solo como condición del mirar, sino como aceptación de que todo cambia, todo está en proceso, todo es transitorio.
El arte de Garcerá se presenta como un medio hacia la trascendencia, sin renunciar a una conciencia crítica del mundo. En el corazón de la exposición, a mitad del recorrido, emerge el motivo de la mudanza como auténtico trasfondo ético: un enorme retablo de seda roja, las pinturas apiladas en el suelo y las iconografías del desplazamiento, el abandono y la ruina apuntan así al final de un ciclo.
Este cambio de morada señala la necesidad de abandonar paradigmas agotados –políticos, económicos y sociales– para ensayar una sociedad venidera que aspire a establecer otras formas de relacionarnos con el entorno. Se trata, sobre todo, de una reconciliación entre lo humano y la Naturaleza, esa gran maestra de la contemplación capaz de conducirnos al gozo de la plenitud de lo cotidiano, que Garcerá convoca en diálogo con la concepción goethiana de la Naturaleza como experiencia viva y con la hondura mística de Novalis.
La exposición dedica un ámbito específico al estudio del artista como espacio de investigación, pero también de repliegue: un lugar donde la soledad no es una carencia, sino un desempeño necesario para la creación. El título de la muestra, 'El pico al aire', remite al solitario pájaro descrito por San Juan de la Cruz, un símbolo excéntrico dentro del canon literario europeo y, según algunos estudios, cercano a la tradición mística sufí, que evoca un radical estado del alma que «no sufre compañía», una condición que hace posible el camino contemplativo.
Javier Garcerá. 'El pico al aire'. CentroCentro. Madrid. Plaza de Cibeles, 1. Comisaria: Isabel Tejeda. Hasta el 3 de mayo. Cuatro estrellas.
Ese mismo clima de recogimiento se prolonga en la cuidada escenografía expositiva, que se sirve del gris oscuro aplicado a las paredes y de un manejo muy preciso de la luz. Estamos, en definitiva, ante un recorrido memorable que ofrece una lectura especialmente lúcida de la trayectoria de Garcerá y confirma la coherencia de una búsqueda sostenida durante décadas: devolver a la belleza una vigencia contemporánea, afirmar la realidad visible sin sacrificar su resonancia interna y, finalmente, restituir al silencio su función como camino de vuelta a casa.
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