Mientras el 78% de los suizos tumba en las urnas un impuesto a los legados por miedo a la fuga de capitales, España se consolida como la 'rara avis' de la OCDE, manteniendo figuras tributarias que penalizan el ahorro y la sucesión.
El mensaje que enviaron hace pocos días las urnas en Suiza es incómodo para España. Con una mayoría del 78,2%, los votantes helvéticos han rechazado la creación de un impuesto del 50% sobre las herencias superiores a los 50 millones de francos.
Este resultado deja a España en una posición de práctica soledad fiscal en el continente. Mientras las potencias económicas vecinas y los países más ricos, como Suiza, rechazan penalizar la acumulación de riqueza y su transmisión, España se atrinchera como el último gran bastión europeo que mantiene una doble imposición sobre el capital: el Impuesto sobre el Patrimonio (y su complemento, el de Grandes Fortunas) y un Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones que, pese a las bonificaciones regionales, sigue vigente en el marco estatal.
El miedo al éxodo: la lección suiza
La iniciativa rechazada, impulsada por las juventudes socialistas suizas, tenía un barniz moderno: financiar la lucha contra el cambio climático. Bajo el argumento de que las grandes fortunas contaminan más y que "un superrico suizo produce en pocas horas más CO2 que uno de nivel medio en toda su vida", se pretendía recaudar hasta 6.000 millones de francos anuales.
Sin embargo, el pragmatismo se impuso. Tanto el Gobierno de coalición como el Parlamento y la propia Hacienda nacional advirtieron que los números no cuadran si los contribuyentes se van. Hacienda alertó de que, a medio plazo, el impuesto provocaría pérdidas netas por la "temida salida del país de grandes fortunas" y disuadiría a nuevos inversores de instalarse en los cantones.
Suiza, que actualmente no tiene impuesto de sucesiones a nivel federal y donde los cantones suelen eximir a cónyuges e hijos, ha entendido que intentar capturar el 50% de una herencia millonaria resulta en capturar el 0% cuando el patrimonio cruza la frontera.
España: a contracorriente de Europa
El contraste con España es fuerte. A finales de 2025, España sigue siendo la excepción en la Unión Europea y la OCDE. Es el único país que mantiene un Impuesto sobre el Patrimonio de forma generalizada, una figura que Francia sustituyó por un impuesto inmobiliario y que Alemania o Suecia abolieron hace décadas por considerarlo ineficiente y dañino para la inversión.
Mientras Suiza vota para evitar la fuga de sus 2.500 contribuyentes más ricos, España ha consolidado en los últimos años el "Impuesto de Solidaridad de las Grandes Fortunas", una herramienta diseñada para armonizar al alza la tributación y anular las bonificaciones que aplicaban comunidades como Madrid o Andalucía.
La situación española es paradójica. El argumento utilizado por los defensores de la iniciativa suiza -que el patrimonio heredado perpetúa desigualdades y tiene una huella de carbono alta- es muy similar al discurso del ala más progresista del Gobierno español. Sin embargo, la reacción de la ciudadanía y las instituciones ha sido opuesta. En Suiza, el miedo a perder competitividad y tejido empresarial (muchas de esas herencias son empresas familiares) ha frenado en seco la medida.
El coste de quedarse solo
Expertos fiscalistas llevan tiempo advirtiendo del riesgo de la "excepción española". En un entorno de libre circulación de capitales en la UE, mantener tipos marginales altos en Sucesiones y Patrimonio incentiva la deslocalización, no ya hacia paraísos fiscales lejanos, sino hacia vecinos como Portugal (con regímenes atractivos para residentes no habituales) o Italia.
La votación en Suiza refuerza la tendencia internacional: la tributación se desplaza hacia el consumo (IVA) y las rentas del trabajo, pero se aleja del gravamen al ahorro acumulado y a la transmisión de la propiedad.
Los promotores de la ley suiza lamentan que los "millones heredados causan grandes daños" a través de yates y jets privados. El votante suizo, no obstante, ha decidido que prefiere que esos yates y jets sigan tributando -aunque sea menos- en el lago Leman, en lugar de empujarlos a atracar definitivamente en Singapur o Mónaco.
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