- TOM BURNS MARAÑÓN
Solo un iluso de libro puede creer que el autoritario Pedro Sánchez se caiga del caballo y se convierta en demócrata.
Contra todo pronóstico, 2025 ha tenido un colofón ilusionante. Ayer Donald Trump se reunió con Volodímir Zelenski en su opulento palacio de Mar-a-Lago, Palm Beach, Florida, y le aseguró al combativo presidente ucraniano que, por las buenas o por las malas, la Organización del Atlántico Norte forzaría la retirada rusa de cuanto territorio vecino Vladímir Putin había ocupado. Trump estuvo a la altura de su deber que es el de liderar el mundo libre.
Ayer se sucedieron otros asombrosos acontecimientos. Nicolás Maduro, que se había trasladado a Moscú, reconoció la victoria de la oposición dirigida por la Premio Nobel de la Paz María Corina Machado en las elecciones presidenciales de julio 2024. Otra gratificante sorpresa fue que en Washington, donde pasaba la vacaciones navideñas, Benjamín Netanyahu divulgó que se retiraba de la vida pública.
Y ayer en estos pagos patrios Pedro Sánchez anunció la urgente convocatoria de un congreso extraordinario del Partido Socialista que estaría abierto a todos sus militantes, incluidos los que han sido expulsados de él en los últimos años. Afirmó que su esperanza era que la asamblea rescatase los olvidados valores socialdemócratas del partido y dijo, muy solemnemente, que él no se presentaría a presidirlo.
Ayer fue el día de los Santos Inocentes. Son legión los que creen en fake news.
A lo largo de la historia los inocentes han confundido sus deseos con la realidad. Son personas tan estupendas como peligrosas porque piensan que todo el mundo es bueno cuando muchísimos no lo son. No lo son la totalidad de los que padecen la pasión de mandar y ejercen el poder.
Los inocentes, que por lo general son encantadoramente dóciles y admirablemente humildes, dejan hacer. También pueden ser unos autocomplacientes que viven en la inopia porque no salen de las burbujas que habitan. En cualquier caso, unos y otros olvidan que el mal prevalece cuando la gente buena no hace nada.
Esto último lo decía el conservador angloirlandés Edmund Burke, cuya capacidad de discernimiento fue legendaria cuando estalló la Revolución Francesa. Caló de inmediato a Robespierre y sus nefastos compinches. Repetía que lo único que requería la tiranía para triunfar era que los demás permaneciesen estúpidamente de brazos cruzados.
Los inocentes creen que Putin se dará por satisfecho si, sin rechistar, se le da Ucrania. No entienden que el cocodrilo acabará comiendo la mano, el brazo y el cuerpo entero de quien le da de comer. Prefieren no saber que si se le premia por ocupar Ucrania, Putin amenazará Polonia e invadirá los estados bálticos para que los dirijan marionetas de Moscú.
Piensan que el problema en Venezuela es solamente Maduro cuando lo es, también o más, el engranaje del narcotráfico ahí donde la revolución bolivariana actúa de tapadera para un potente crimen organizado. Y que solamente Netanyahu es el obstáculo para una solución basada en los dos Estados. Ignoran la inconveniencia de que el fundamentalismo islámico niega el derecho de existir de Israel.
Y en cuanto a este particular patio de vecinos, solo un iluso de libro puede creer que el autoritario Sánchez se caiga del caballo y se convierta en demócrata con el porrazo.
El presidente de Gobierno desde 2018 y aquella ya lejana moción de censura es un iliberal como lo es todo el que razona que el fin justifica los medios y actúa en consecuencia. En su caso, la imperante necesidad de mantenerse en el poder acredita el empleo de la mendacidad y el servirse de la criatura que el doctor Frankenstein creó y dio su propio nombre. Los liberales saben que, muy al contrario, son los medios los que justifican el fin.
Sin riesgo de equivocarse, todo el que sigue el curso político con algo de cercanía predice que llegado febrero en este 2026 que está a punto comenzar, el sanchismo será humillado en las elecciones autonómicas de Aragón como lo fue en las de Extremadura en vísperas de Navidad. Será de nuevo escaldado en las de Castilla y León en marzo y, cuando pasen Semana Santa, la Feria de Sevilla y la Romería del Rocío, lo será en las autonómicas andaluzas.
Pero Sánchez no tiene la menor voluntad de hacer mutis por el foro. Su exagerada autoestima le impide reconocer que el electorado impugna el sanchismo lo cual no significa que, necesariamente, rechace la socialdemocracia. El Partido Socialista fue humillado en Extremadura porque su candidato era un sanchista que protegió al hermano del presidente del Gobierno. Los socialdemócratas se quedaron en casa o votaron al Partido Popular.
El electorado ha perdido su inocencia. Ya pocos creen que el socialismo en su versión sanchista es bueno. Pero han de vacunarse contra el mal. Han de exigir la transparencia y la rendición de cuentas en la vida pública y el reforzamiento de las instituciones que controlan y limitan el poder.
Reconciliación, concordia y convivenciaMucho autoengaño y ninguna autocrítica en el PSOE y el GobiernoDesplome inversor por la inseguridad jurídica Comentar ÚLTIMA HORA