- GILLIAN TETT
La gamificación financiera ha trastocado los patrones tradicionales de confianza y supervisión.
Es la época de la Navidad, las cartas y las predicciones. A medida que el tumultuoso año 2025 llega a su fin, comienza un ritual muy conocido: los expertos emiten solemnes pronósticos para 2026 sobre inflación, geopolítica, mercados bursátiles, entre otras cosas.
Ahora, sin embargo, hay una nueva vuelta de tuerca: los aficionados también han empezado a participar en este juego. Una tendencia especialmente llamativa en Estados Unidos es la explosión de los mercados de predicciones online, incluyendo sitios como Kalshi y Polymarket, que permiten a cualquiera apostar al futuro.
De hecho, en los últimos dos años, la actividad en estas plataformas se ha multiplicado por 130, pasando de menos de 100 millones de dólares al mes a principios de 2024 a más de 13.000 millones de dólares. Sí, es una realidad y parece que la tendencia va a mantenerse: Citizens Financial Group calcula que los ingresos de las empresas de predicción se quintuplicarán de aquí a 2030.
Como era de prever, hay plataformas que intentan formar parte de esta tendencia, incluyendo empresas como Coinbase, Gemini, FanDuel, Robinhood y Truth Social, a veces respaldadas por actores tradicionales como la Bolsa de Valores de Nueva York.
Y la gama de predicciones disponibles (es decir, disponibles para apostar) es desconcertante. Los incondicionales de siempre del deporte, las elecciones y los datos económicos dominan la escena. Pero también se pueden apostar sobre los Oscar, la carrera musical de Taylor Swift, la longevidad política del presidente estadounidense Donald Trump, las amenazas de la pandemia y las guerras tecnológicas.
Por citar solo una: se han realizado apuestas por valor de casi 15 millones de dólares en Kalshi sobre si el modelo de inteligencia artificial Gemini de Google eclipsará a Grok de Elon Musk; Gemini tiene aproximadamente un 95 % de posibilidades de ganar. Llamémoslo la mentalidad de casino de 2025. O dicho de otro modo, nuestra era moderna ya no está solo dominada por las tres P: populismo, proteccionismo y patriotismo extremo (también conocido como nacionalismo); también hay otra P: la moda de las predicciones.
¿Por qué? Una razón es un cambio legal. Hasta hace poco, a las plataformas de predicciones les resultaba difícil operar en Estados Unidos debido a la ambigüedad de las leyes estatales sobre el juego. Sin embargo, Kalshi (y otros) han obtenido victorias judiciales en este ámbito y ahora operan bajo la supervisión de la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas.
Esto aún plantea cuestiones legales sin resolver, como recordó hace poco nada menos que Jay Clayton, exdirector de la SEC y actual fiscal federal para el Distrito Sur de Nueva York. Pero la Casa Blanca parece dispuesta a tolerarlo, dada su inclinación desreguladora (y la participación del círculo de Trump en entidades como la red social Truth Social).
Una segunda explicación es cultural. Durante el confinamiento por la pandemia de 2020, la gamificación financiera se multiplicó a medida que plataformas como Robinhood facilitaban la inversión o la especulación online. Esto probablemente se ha visto intensificado por el profundo malestar político y el creciente nihilismo económico entre la Generación Z.
Sin embargo, el tercer factor —y, en mi opinión, el más notable— es un cambio en los patrones de confianza. Las encuestadoras nos dicen a menudo que la confianza se está derrumbando en Occidente. Sin embargo, esto es solo una verdad a medias: mientras la fe en las figuras e instituciones de autoridad tradicionales se desvanece, las personas actúan cada vez más como si consideraran a sus grupos de iguales, tanto online como en la vida real, como una fuente clave de orientación.
Una señal de ello es el boom de los sistemas de calificación online que puntúan —y moldean— las elecciones de los consumidores. Otra es la creciente dependencia de las redes sociales en lugar de los "expertos" tradicionales. Un tercer factor es el boom del bitcoin. La clave, entonces, es que la confianza está migrando del eje vertical al eje lateral.
Algunas personas detestan esto, sobre todo las antiguas élites, que se sienten amenazadas. Y este cambio entraña grandes riesgos. Las plataformas peer-to-peer a veces pueden ser manipuladas por figuras oscuras, las nuevas élites, por así decirlo. Se puede abusar de la confianza lateral.
Otro problema es que la publicación de predicciones a veces puede crear peligrosos bucles de retroalimentación de la percepción, sobre todo cuando se combina con el cibertribalismo, la polarización y la desinformación. Y si el acceso al juego se vuelve más fácil, el riesgo es que más personas se vuelvan adictas o sufran pérdidas, perjudicando a los vulnerables.
Sin embargo, en mi opinión, el auge de las plataformas de predicción también tiene un enorme beneficio potencial: una mayor democratización en el sector de las predicciones. Esto no solo ofrece un contrapunto a los guardianes de la élite, sino que a veces también puede proporcionar un mejor análisis. Las elecciones estadounidenses de 2024 son un buen ejemplo: las plataformas de predicción online ofrecen mejores pronósticos que las encuestadoras o muchos expertos de los medios.
En cualquier caso, tanto si os encanta como si detestáis esta cultura del casino, no parece que vaya a desaparecer pronto. Sobre todo porque la proliferación de plataformas de inteligencia artificial parece reflejar e intensificar este cambio en los patrones de confianza. Esto se debe a que la IA crea la impresión (o ilusión) de una creciente autonomía personal, y los bots de IA suelen integrarse en nuestra "multitud" online.
Así que, recemos para que en 2026, los reguladores se tomen en serio su trabajo y combatan la manipulación deliberada de predicciones. La disciplina del mercado seguramente no pueda lograr esto sola, digan lo que digan los libertarios.
Y recordemos que, aunque la confianza ciega en los tecnócratas de élite es peligrosa, también es arriesgado asumir que las multitudes siempre tienen la razón. Necesitamos ambas cosas, ya que la forma menos mala de sobrevivir en tiempos difíciles es crear controles y equilibrios, ya sea en la política, los medios de comunicación, las finanzas o la previsión.
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