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Mi padre es la razón por la que escriboALFONSO PALACIOS. INGENIERO INDUSTRIAL
Martes, 30 de diciembre 2025, 01:00
... elegirlo? Cuando el cursor parpadea sobre una pantalla en blanco y decido contar algo, no lo hago con un propósito deliberado. Simplemente aparece una necesidad repentina de expresar algo que nace de quien soy, de lo que he vivido y de lo que sigo viviendo. Entonces las palabras comienzan a ocupar su lugar, apagan un poco el brillo del cristal que las sostiene y, sin pedir permiso, exponen una parte de mí ante quienes deciden leerlas.A veces, esa misma herencia deja huellas muy distintas y, a su manera, decisivas en lo que uno llega a ser.
Un buen ejemplo es John Lennon. Alfred, su padre, era marino mercante y pasaba largos periodos lejos de casa. Durante sus primeros años, John apenas lo vio. Una vez, tras una larga ausencia, Alfred regresó con la intención de llevárselo lejos de Liverpool para empezar una nueva vida. Su madre, Julia, se enteró y fue a buscarlo. En una situación tan tensa y dolorosa, algo que ningún niño debería vivir, le pidieron que eligiera con quién prefería quedarse. Primero optó por su padre, pero cuando vio que su madre se alejaba, cambió de opinión y corrió tras ella. Alfred desapareció entonces de su vida y sólo regresó cuando los Beatles ya eran famosos.
Ese trauma de tener que elegir entre su padre o su madre marcó la vida de Lennon y lo llevó a volcar en su música las heridas y la confusión de una infancia llena de ausencias y figuras parentales inconsistentes. En 'Mother' ('Madre'), lo expresa con una angustia creciente, casi tangible, bajo un ritmo hipnótico: «Father, you left me, but I never left you» («Padre, tú me abandonaste, pero yo nunca te abandoné»), hasta culminar en un grito desgarrador: «Mama don't go! Daddy come home!» («¡Mamá no te vayas! ¡Papi, vuelve a casa!»).
Como ocurrió con Lennon, es algo común en muchos artistas que su obra lleve grabada, casi a fuego, la marca de relaciones complicadas con sus padres. Uno de los casos más reveladores es el de Eddie Vedder, de Pearl Jam, quien en 'Alive' ('Vivo') cuenta cómo, siendo adolescente, su madre le confesó que el hombre al que siempre había considerado su padre, no lo era. El verdadero resultó ser aquel tipo de pelo largo que aparecía de vez en cuando en las barbacoas familiares... y que acababa de morir poco antes de que ella se atreviera a decirle la verdad.
En la propia 'Alive', Eddie canta con rabia contenida al lamentar cómo aquella revelación convirtió su vida en una especie de maldición. Con el tiempo, sin embargo, su significado se transformó gracias a la reacción del público. Cuando la tocan en sus conciertos, los fans alzamos los brazos, con las palmas abiertas, llenos de alegría y de emoción, mientras coreamos el estribillo: «Todavía estoy vivo». Para Vedder, esa comunión colectiva ha roto, definitivamente, la maldición. La canción, como pocas en directo, se transforma así en una celebración de la vida y de que, pese a todo, seguimos aquí.
Con una herida paterna igualmente presente en su obra, Kurt Cobain, de Nirvana, se mueve en ese mismo territorio. Cuando tenía nueve años, sus padres se divorciaron, y ese fue, según él mismo confesó, el mayor trauma de su vida. Antes de la separación, había sido un niño alegre y extrovertido. Después, todo cambió drásticamente y se volvió retraído, irritable y desconfiado. En sus propios diarios escribió: «Sentí que mi mundo se rompía en dos. No quería elegir entre ellos. Solo quería que me amaran los dos».
El malogrado cantante vivió una infancia y una juventud de oca en oca, sintiendo rechazo en casi cada casilla. Esa experiencia se transformó en canciones tan crudas y hermosas como 'Serve the Servants' ('Sirve a los sirvientes'), donde expresa: «Me esforcé mucho por tener un padre, pero en vez de eso tuve un papá». Para Cobain, entre padre y papá hay un abismo. Una palabra suena a figura firme y luminosa; la otra, a una presencia torpe, insuficiente ante el deseo de un niño que pedía algo más que compañía.
La obra de muchos artistas no solo está marcada por la ausencia o la distancia con sus padres. También por el autoritarismo, el abuso o la presión desmedida, capaces de moldear su sensibilidad y su creatividad. En ese trasfondo aparecen historias como las de Michael Jackson, Marvin Gaye o Brian Wilson, de los Beach Boys, que muestran hasta qué punto un padre puede condicionar una vida y una carrera.
Joe Jackson fue un padre extremadamente exigente, incluso violento, durante la infancia de Michael y sus hermanos. Sin duda, contribuyó a moldear al Rey del Pop que todos vimos en los escenarios, pero también a una persona profundamente triste y marcada por traumas irreparables.
Algo similar ocurre con Brian Wilson y su padre, Murry, cuya presencia abusiva y controladora es una de las más dolorosas y determinantes de la historia del rock. No solo ayuda a entender buena parte del genio musical de los Beach Boys, sino también las turbulencias emocionales y psicológicas que acompañaron a Wilson durante toda su vida.
Si bien la historia de Brian Wilson está cargada de sufrimiento, el caso más extremo quizá sea el de Marvin Gaye, autor de la maravillosa 'What's Going On' ('¿Qué está sucediendo?'). Su padre, Marvin Gay Sr., era predicador y lo maltrataba física y psicológicamente. La relación acabó de la peor manera posible en 1984, un día antes de su cumpleaños, cuando el Príncipe del Soul perdió la vida por un disparo de su propio padre.
También hay artistas que, aun contando con la presencia paterna, quedaron marcados por una ruptura emocional profunda. Bono, de U2, es uno de ellos. Cuando su madre murió, él tenía catorce años, y su padre, Bob, nunca volvió a hablar de ella. Entre ambos se instaló una relación tensa, llena de enfrentamientos y desmerecimientos constantes.
Aun así, años después, mientras su padre agonizaba, Bono volvía cada noche en avión después de los conciertos sólo para dormir a su lado. En esos días escribió la descarnada 'Sometimes You Can't Make It on Your Own' ('A veces no puedes hacerlo tú solo'), una despedida donde le ruega que se deje ayudar y reconoce que, en el fondo, son iguales. También confiesa que él, su padre, es la razón por la que canta, la persona por la que la ópera está en él.
Como Bono, y volviendo al principio, soy como soy por mi padre, mi Pater. Él es la razón por la que escribo, la voz que me acompaña cuando busco sentido a las palabras y a la vida. Él es, también, la persona por la que el amor está en mí.
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